La gran mente o inteligencia superior, es el modo en que nos permitimos denominar a las millones de acciones que se cumplen en la totalidad de nuestro cuerpo sin que prácticamente nunca nos demos por enterados. Una gran mente que somos y con la que convivimos toda nuestra vida y sin la cual, nada de lo que llamamos seres humanos, sería posible.
Por ejemplo, ¿sabían que nuestro corazón late unas cien mil veces por día, cuarenta millones de veces al año y hasta unas tres mil millones de veces a lo largo de una vida de casi ochenta años sin necesidad de limpiezas, reparaciones o cambios de algún tipo?
Seis litros de sangre bombea el corazón a cada minuto a lo largo de una serie de arterias y capilares cuya dimensión es de casi cien mil kilómetros o sea, más de dos veces la circunferencia de la tierra.
Cada célula sanguínea demora de veinte a treinta segundos en recorrer la totalidad del cuerpo y ese viaje lo realiza unas setenta mil veces a lo largo de toda una vida. Si esas células las alineáramos una sobre otra alcanzarían cincuenta mil kilómetros de altura.
Cien mil reacciones bioquímicas se producen en cada célula del cuerpo por segundo y poseemos una totalidad de setenta billones de células. Si quisiéramos calcular esa cantidad de procesos químicos por la totalidad de células, ni la computadora más sofisticada podría alinear la totalidad de ceros que incluye dicho cálculo.
Diez millones de células mueren por segundo y se restauran al segundo siguiente. En cada respiración mueren tres millones de células y se reponen casi la misma cantidad a la respiración siguiente.
El Páncreas renueva la totalidad de sus células por día. El hígado cumple sesenta y seis funciones sin que nadie se haya detenido jamás a pensarlo.
La mitosis celular, repara y reconstituye sus múltiples funciones incalculable cantidad de veces..
Las células se conectan las unas con las otras a mayor velocidad que la de la luz.
Sobre esto, aún hoy día continúa siendo una incógnita el modo en que de una célula inicial, partiendo de la unión entre espermatozoide y óvulo, éstas se diferencian para formar tejidos y órganos.
Sobre la primera célula, basta recordar que contiene todos y cada uno de los componentes necesarios para crear un ser humano completo sin que para ello tengamos que intervenir en el proceso pues, el embrión posee dentro de ésta inteligencia superior, todo lo que necesita para su formación mucho de lo cual, se lo aporta la madre.
Los riñones filtran la totalidad de la sangre en una hora, separando sus componentes tóxicos e orina cuando, en el procedimiento de diálisis, solo se filtra el quince por ciento en el mismo plazo.
A todo esto y para no abrumarlos de más datos, sumemos la producción de enzimas para digerir lo que comemos, donde las proteínas analizan las tres mil doscientas millones de secuencias de ácido nucleico que forman la cadena de ADN, en busca de mutaciones.
Nuestro sistema inmunológico, como guardianes de una fortaleza, vigila, combate y recupera al cuerpo de agentes patógenos sin que en la mayoría de los casos, lo notemos. Tanto así sucede que, una vez identificado el intruso, la memoria se ocupa de almacenar los datos obtenidos para utilizarlos en caso de que la invasión se produzca a futuro.
Como vemos, estamos sin dudarlo frente a una conciencia que,aunque la llame superior, el mote acaba quedando chico si por un segundo nos pensamos todo esto y mucho más de lo que nuestro cuerpo puede hacer y procesar sin que nuestra conciencia cotidiana ocupada en los quehaceres diarios lo sepa excepto, cuando algo de todo éste enjambre multitudinario de acciones, muestre síntomas de mal funcionamiento, alteración o deterioro.
Observando y reflexionando al respecto, me dije, ¿hay algún modo de que la práctica activa de la atención plena colabore con tamaña empresa para que, en mayor o menor medida, podamos aumentar los beneficios de sus muchas funciones y con ello la relación con nuestro entorno y los demás?
La respuesta, al menos hasta aquí, fue que si, puesto que, de todos los procesos neurovegetativos, hay uno solo que podemos usar a voluntad y este es, la respiración. Además, no hay acción que el cuerpo no realice para la cual no sea preciso el oxígeno.
Y es que así como no podemos accionar sobre la división celular o el ritmo cardíaco intencionalmente, si podemos, a través de la respiración, influir favorablemente en todas y cada una de las intervenciones de dicha consciencia superior ocupándonos de realizar una respiración profunda y calmada pues, al hacerlo, estaremos aportándole al cuerpo no solo el aliento esencial para mantenernos con vida, sino, mucha más y mejor salud.
Paso a explicar mi conclusión sobre cómo la respiración atenta y amplia, puede aportar beneficios a toda nuestra existencia abarcando así hasta los planos más profundos de nuestra psiquis o espíritu.
Por ejemplo. ¿Que sucede si estando en un momento emocionalmente estresante, nuestras células que al replicarse transportan la información a las células nuevas y con ello dicho estres, se recuperasen del mismo a partir de aplicar la respiración profunda o diafragmática atenuando o restituyendo sus funciones? Evidentemente con lo que nos encontraríamos sería con una respuesta inmunológica elevada y un estándar de vida mejor potenciado.
Lo mismo sucede si a causa de un problema laboral padecemos acidez estomacal a raíz de que dicha visera, convencida de estar digiriendo algo denso y pesado, se ve obligada a aumentar su producción gástrica provocando los síntomas ya conocidos; en ese caso, si aplicamos la respiración profunda y con ello alcanzamos cierto grado de tranquilidad, la producción de ácido disminuye, el cuerpo recupera su funcionamiento normal y desaparecen los síntomas.
De igual modo, es factible hacer uso de nuestra capacidad respiratoria bajo casi cualquier circunstancia tanto física, anímica como mental. Después de todo, recordemos que cuando se practica meditación o cualquier ejercicio respiratorio, el primero en ser influenciado favorablemente por el Chi o energía entrante, es el sistema nervioso central como el vegetativo y con ello todas y cada una de las células, tejidos, órganos y sistemas corporales de una manera que, indudablemente, permiten acceder a una calidad de salud muy por arriba de lo convencional la cual, y como señalaba en párrafos anteriores, contribuye considerable y sostenidamente a un bien común. Bien común que redunda, después de todo, en devolverle a la naturaleza lo que ella nos brinda ya que, no olvidemos que si respiramos es gracias al oxígeno que produce el mundo vegetal en su conjunto
Por lo tanto y para concluir pregunto. ¿Qué ser humano estaríamos aprendiendo a conocer y a nutrir si conscientes de la inteligencia que nos habita, podemos acompañarla reduciendo los efectos contraproducentes de mucho de lo que vemos, oímos, tocamos, pensamos o creemos, como del modo en que todo eso es interpretado,siendo que es de esas energías que todo nuestro ser se alimenta o envenena?
Tengamos presente que, si por ejemplo, durante una comida estamos asistiendo por televisión a escenas de agresión, violencia o de cualquier otro contenido, lo primero que ingresa en nuestro cuerpo es la sensación anímica con la que estamos mirando por lo cual, el cuerpo va a tener que ocuparse primero en reconocer lo que ingresa y atenderlo para su asimilación para rato después, ocuparse del alimento y sus nutrientes.
Lo que sucede en la mayoría de los casos es que, si lo que vemos u oímos es interpretado como algo dañino o contraproducente, al sistema de defensa le requiere un gasto considerable de energía el poder metabolizar la información quedando algo más debilitado para absorber apropiadamente lo que fue ingerido.
La inteligencia o ser superior que hace posible la vida y el movimiento planetario como universal, es, en palabras de El Principito, invisible a los ojos y por ello esencial.
Claudio Daniel Rios