viernes, 23 de noviembre de 2012

El mundo Budista



Documental de la BBC de Londres con subtítulos en castellano.

Un recorrido por los diferentes caminos que tomó el Budismo desde su origen en India, pasando por Nepal, Camboya, Japón...hasta su llegada a America.

Publicado por Claudio

viernes, 16 de noviembre de 2012

El universo en una manzana


Al momento de ver una manzana de seguro nadie que haya tocado o masticado una, podría dudar de qué se trata ese alimento u objeto. Sin embargo, me gustaría preguntarles: ¿cuándo vemos una manzana, es sólo una manzana?
 
 
 
 
 

Para responder la pregunta que escribo más arriba, les propongo hacer un ejercicio.

En este caso, practicaremos la atención plena a la hora de comer una manzana.
Es muy simple. En primer lugar, elijan una manzana cualquiera y sosténganla entre sus manos. A partir de este momento y durante unos pocos minutos, comenzaremos por llevar toda nuestra atención al acto de comer la fruta. Por lo tanto, deténganse y observen la forma y el color de la manzana evitando de ahora en más, cualquier comentario al respecto.

Luego cierren los ojos y permanezcan así hasta la finalización del ejercicio.
Continúen tocando la manzana y reconozcan su textura. Es muy importante hacer todo lo que aquí describo con calma, sin apuro.
Si bien es cierto que por estos días resulta algo difícil hallar una fruta que huela a fruta natural, debido a la sobre carga de pesticidas, agroquímicos y manipulaciones genéticas, lo que sigue en el ejercicio es olerla y así poner a trabajar un poquito el olfato, aunque la manzana carezca parcialmente de la fragancia que la caracteriza.

Acto seguido, van a darle un primer mordisco bien lento y pausado para que los labios, dientes y lengua tengan el tiempo suficiente para experimentar la sensación de ir llevando ese trocito de manzana a la boca. Escuchen el sonido que se produce al morder.
Una vez cortada con lo dientes una parte de la fruta y colocada dentro de la boca, déjenla allí por unos segundos. Sientan cómo van mezclándose los juegos de la manzana con la saliva. Eviten masticar rápidamente. Un ratito después, comiencen a masticar ese trozo de manzana varias veces paseándolo por toda la boca. Insisto, no traguen deprisa.
Por último, deglutan ese bocado sintiendo su recorrido por la garganta y el esófago directo al estómago.

Final del ejercicio.

Tras realizar una o varias veces éste ejercicio con la manzana o cualquier otro alimento, probablemente comencemos a comprender porque dije que el universo se encuentra sintetizado en ella; y es que la única manera en que puede producirse la existencia de estos alimentos es gracias a la tierra, el sol, el viento, el árbol proveniente de una semilla que a su vez surgió de otro árbol, el agua, los insectos y pájaros; los humanos que cultivan, cosechan y distribuyen los alimentos y toda una interminable lista de factores que, una vez más, ponen en evidencia la interdependencia; todo y todos nos necesitamos.

La contemplación y atención plena sobre nuestros alimentos, la forma y el modo en que los manipulamos y consumimos, nos abre a una conciencia no sólo saludable para nosotros mismos al lograr regular nuestro peso corporal y mantenernos saludablemente respetuosos y amorosos con la vida, sino también con el delicado equilibrio del planeta tierra.

Para finalizar, cada vez que tengan delante de sí un alimento, aunque no realicen la totalidad de este ejercicio, aprovechen la ocasión para degustarlo con la mayor atención posible.
Eviten comer mirando noticieros o cualquier otra imagen que perturbe los sentidos como también, no comer discutiendo o a las apuradas. Cuando comemos en un clima ameno y relajado, las probabilidades de que ese alimento nos indigeste, resultaran casi inexistentes.

Que comer no sea un mero acto automatizado en el que sólo nos interesa tragar lo que nos gusta sin medir que en ello va en juego nuestra salud. Sobre este punto alguna vez le pregunte a un grupo de mis alumnos: ¿dejarían las puertas de su casa abierta todos los días de par en par a riesgo de que cualquiera pudiese entrar en ella? Evidentemente la respuesta fue un rotundo no. Sin embargo, acote, si nos pensamos como una casa/cuerpo y la boca la puerta de entrada, ¿por qué dejamos entrar en ese cuerpo/casa casi cualquier cosa?

Para que el hambre no continúe siendo un flagelo mundial es necesario evitar todo tipo de desperdicio o derroche. Quizás, y vistas estas acciones en un plano individual nos parezca poco pero, multiplíquenlas por millones y verán la diferencia.

Que la próxima mordida a la manzana sea también, una jugosa ocasión para aprender a disfrutar de la vida.
 
Publicado por Claudio

viernes, 9 de noviembre de 2012

Jugar, jugar


 
 
 
Desde hace unos días, fui implementando en mis clases el juego grupal.
Al hacerlo, siento que este aporte, amén de ser recibido con agrado por mis alumnos, nos ayuda a practicar la atención plena ahora desde el compartir con el otro y con ese “otro” que llevamos dentro, como diría uno de mis alumnos que, a decir verdad, no es otro que  nosotros mismos y que, a partir del juego, se comienza a vislumbrar ya sea porque nos pone de frente con el placer y la vitalidad, o con el ridículo de ¿cómo yo, adulto, voy a ponerme a jugar? En cualquier caso, y una vez que el juego se echa a andar, es mucho más probable que con la participación activa de todos los involucrados, recuperemos la capacidad de jugar con total respeto y libertad en lugar de continuar aferrados a una vieja y acartonada estructura.
 
Johan Huizinga, en su libro Homo Ludens, dice: “el juego auténtico constituye una de las bases más esenciales de la civilización. Es decir, el jugar forma parte de nuestra historia, nos define como personas y como comunidad”.
Pese a ello, los adultos solemos olvidar estas capacidades e inclusive volvernos serios o, mejor dicho, solemnes, como si todo lo que hacemos fuese en sí mismo “importante” y por ello más digno de atención que el mundo lúdico, creativo y espontáneo de los chicos.
 
Creo que parte del asunto de creer que como adultos debemos ser serios siempre es a causa de habernos convencido de que “somos lo que hacemos”, cuando en verdad, hagamos lo que hagamos o no hagamos nada, ya somos. Pero, si sostenemos que ser es hacer, se entiende que acabemos confundiendo la persona con el personaje, o sea, el Dr. fulano de tal termina siendo “más importante” que la persona en sí, al punto de ser ésta la manera más habitual con la que solemos presentarnos ante los demás.
 
Recordemos cuando de chicos decíamos: ¿jugamos a que somos...? Y ahí íbamos, seguros de ser indios, cowboys, almaceneros o mamás de muñecas plásticas. Para el caso, lo que contaba era creer a pie juntillas que eso era cierto, de lo contrario no hubiésemos podido jugar nunca. Ahora bien, salvando las distancias y sin ánimo de minimizar nuestras profesiones u oficios, cuando los ejercemos tan convencidos de “ser eso”, ¿no hay un poco de actuación en ello? Digo actuación y no falsedad. Que quede claro. Actuación que probablemente surja del mejor lugar de cada uno pero, si miramos un poquito en perspectiva, notaremos cierta cuota de teatralidad sin la cual, quizás, no nos sea posible llevar ese rol a cuestas. Rol que termina dañándonos cuando nos mimetizamos con él y lo cargamos de manera permanente a todos lados, en lugar de comprender que ese rol tiene tiempo y lugar limitado.
Lo que no está limitado, salvo por nuestros propios condicionamientos, y sobre todo cuando estos no son detectados desde su costado más negativo, es el ser. Descubrirlo, puede requerir de volver a jugar y sorprendernos de que aún está aquí, justo aquí donde nos encontramos.
Jugar con el cuerpo, con los colores, los sonidos, las formas o lo que cada uno sienta deseos y posibilidades de jugar.
 
 
 
Pensando un poquito más profundamente, en lugar de menospreciar el juego, podríamos preguntarnos si algo o muchas de nuestras cualidades y habilidades no son el resultado de haberlas aprendido y practicado durante los juegos de infancia. O acaso, y a modo de ejemplo, ¿el animarnos a andar en bicicleta o saltar de un trampolín aún a riesgo de caernos no pudo ayudarnos a que hoy nos animemos a tomar decisiones arriesgadas?
O saber relacionarnos con los demás y crear equipos de trabajo, o simplemente el poder estar con otros en paz y armonía aunque no estemos de acuerdo en algo, ¿no fue a causa de haber sabido jugar en equipo con nuestros amigos del barrio?
 
El adulto que se adentra en el juego, al igual que un niño, está más preparado para soltar sus viejas trabas y represiones y abordar más creativamente las nuevas situaciones que presente la vida. También aprende a relacionarse con sus emociones expresándolas más sincera y naturalmente.
 
 
En términos de salud, jugar aporta los siguientes beneficios, entre otros:
Reduce el estrés.
Estimula el sistema inmunitario.
Sube la moral y combate el aburrimiento.
Aumenta la energía y la vitalidad.
Fortalece las relaciones personales.
Inspira la creatividad.
Atrevernos a jugar es atrevernos a mirarnos tal cual somos; sí, con lo que nos gusta y lo que no nos gusta, también. Después de todo, no somos perfectos, como tampoco lo son los juegos. Lo único que se requiere es tener ganas de jugar.
Yo voy a jugar; vos, ¿querés venir a jugar, también?
 
Publicado por Claudio
 

viernes, 2 de noviembre de 2012

Tejidos por el Tao



 
 
 
Mi mujer
teje minúsculos universos
de lanas e hilos.

Yo tejo brocados*
con mi cuerpo.

A los dos,
como a todos,
nos teje el tao.

  *Brocados: nombre que se le da a los ejercicios entrelazados de chi kung y tai chi.

Publicado por Claudio