viernes, 29 de julio de 2011

La vida, la muerte...

Cuento zen

Durante una conversación, el rey preguntó a un maestro zen:
-¿Qué es el samsara?
A lo que el maestro contestó: - Aquí se nace y se muere, allí se muere y se nace, después se nace de nuevo y se muere de nuevo, se nace, se muere...
El rey dijo:
-No puedo comprender, se lo ruego, explíquemelo claramente.
El maestro replicó:
-Es parecido a la semilla de mango que se planta para comer su fruto. Cuando el gran árbol a crecido y ha dado sus frutos, las gentes comen sus frutos, después plantan las semillas. Y de estas semillas crece un gran árbol de mango, que da frutos.
De esta manera, este mango no puede tener fin. Así es, Gran Rey, que se nace aquí, que se muere allí, se nace, se muere, se nace, se muere. Gran Rey, esto es samsara*.

Algo después, el rey pregunta:
-¿ Quién renace en el mundo siguiente? (después de la muerte)
El maestro responde:
-Después de la muerte nacen el nombre, el espíritu y el cuerpo.
El rey pregunta:
-¿Es el mismo nombre, el mismo espíritu y el mismo cuerpo que renacen después de la muerte?
-No es el mismo nombre, ni el mismo espíritu, ni el mismo cuerpo los que renacen después de la muerte. Este nombre, este espíritu, y este cuerpo crean la acción. Por esta acción,o karma, nacen otro nombre, otro espíritu y otro cuerpo.

*Samsara: Palabra del sánscrito que significa: Transmigración, la perpetua repetición de nacimientos y muerte.


Publicado por Claudio

viernes, 15 de julio de 2011

Luces y sombras

En la luz existe la oscuridad, en la oscuridad existe la luz.
Una barca solitaria arrastra la luna;
la noche permanece entre las flores de las cañas.
Después de todo, un rayo de luz no es más que eso...



En un nivel humano convencional, es esperable que evaluemos las cosas, situaciones y comportamientos personales desde un solo punto de vista sin comprender que ello, más que ver, nos ciega. Nuestra tendencia hacia la polarización de las cosas (lindo–feo, bueno-malo, etc.) nos coloca en un nivel, si se quiere, bajo de comprensión, ya que, nos guste o no, para el universo, el todo no es el resultado de la sumatoria de sus partes; por el contrario, el todo no puede, ni quiere, ni le interesa la disección, pues no es así como funciona. Me refiero a que no se puede prescindir de la sombra, pues no habría luz, como no se puede desestimar la izquierda, sin la cual no existiría la derecha, etc., etc., etc.
Sin embargo, y por “ver” tan sólo un lado de las cosas, es que acabamos convenciéndonos de que es ese lado el único existente y válido, o lo que es peor aún, convencernos de que erradicando lo que no nos gusta, lo que sí nos agrada perdurará invariablemente, siendo estas razones suficientes para justificar cualquier lucha que garantice nuestro objetivo.
Lamento desilusionar a más de uno, pero el orden universal, repito, no funciona así. Para comprenderlo, hay que apuntar más alto, a un lugar que nos lleve a la comprensión de que todo opuesto es, a su vez, complementario.

A modo de ejemplo. Cuando compramos un objeto, nos detenemos en su forma, color, función, quedando abstraídos por su belleza, diseño y buen funcionamiento, lo cual nos hincha el pecho de satisfacción. Por supuesto que en esos momentos de gratificación no queremos pensar en que el objeto tan preciado se nos pueda romper, perder o ser “víctima” de algún robo. Lo único que anhelamos es que la dicha no concluya nunca, si fuera posible.
Lo cierto es que muy rara vez somos capaces de comprender que desde el momento mismo de su fabricación, ya está condenado a desaparecer, antes o después de nosotros, da igual, pero a desaparecer, seguro.
Ahora bien, cuando algo de todo esto sucede, ¿cómo reaccionamos desde el nivel bajo de comprensión? Con fuertes ataques de bronca, odio, angustia o depresión y, por supuesto, buscando a los culpables del desastre.

Por el contrario, cuando la comprensión llega, cuando logramos abrazar las contradicciones y trascenderlas y vivimos en sintonía con el funcionamiento natural del universo, o sea, sabiendo que todo está destinado a terminarse, desaparecer o transformarse, incluido nosotros, el modo en que atravesamos el momento del cambio se vuelve menos doloroso, menos dramático y, sobre todo, y antes del inevitable final, la actitud de contacto y trato con la cosa en sí se lleva a cabo desde una profunda responsabilidad, plenitud, alegría y gratitud, debido a que se tiene bien claro y presente que un día concluirá.

El acceso a esta comprensión echa por tierra lo justo de lo injusto, lo violento de lo pacífico, lo alto de lo bajo, lo femenino de lo masculino, porque, lejos de separar, integra, une. O como bien señalan los maestros, esos hombres y mujeres que han transitado estas verdades antes que nosotros y hoy las comparten generosamente: Volver al origen, al centro donde mente, cuerpo y espíritu son uno solo.
Siempre estamos eligiendo, desde lo más trivial a lo más importante: eso en sí mismo no es ni bueno ni malo, tan siquiera es nada más que una elección. El conflicto se produce tras la valoración a favor o en contra de lo escogido. En otras palabras, por el apego. Por la mirada parcializada de la realidad, lo que nos pone en un estado de lucha casi permanente por sostener lo elegido y evitar no ser fagocitados por lo que no elegimos. Lo paradójico es que, desde esta actitud, lo único que obtenemos es aumentar y fortalecer lo que no queremos en desmedro de lo que sí seleccionamos. Siendo muchas veces lo que no queremos lo que en realidad necesitamos.

La naturaleza no toma ni rechaza. La naturaleza, por su propia condición, pasa por cada lugar y circunstancia adaptándose, fluyendo, porque la vida, con o sin nosotros, siempre se abre paso.

A propósito de lo expuesto y por lo ocurrido por estos días con el asesinato del cantautor argentino Facundo Cabral, un hombre entregado a la paz que muere violentamente, otra vez los opuestos encontrándose, un buen amigo envió por e-mail una reflexión sobre la interpretación de lo sucedido, cuyo tramo final quiero compartir con ustedes y que de seguro ayudará a darle más claridad a mis palabras precedentes.
Dice así:

¿Por qué quienes más abogan por uno de los polos parece que casi siempre terminan sucumbiendo al otro?
Probablemente, sea por dos razones:


1: No conocen que el polo al cual procuran combatir nunca cambiará hasta que lo integren dentro de sí mismos (no hay la opción "desaparecer". O se integra o se colapsa frente a él).


2: Son almas que deciden voluntariamente antes de encarnar, llevar a cabo una tarea de "despertar masivo" y para ello se ofrecen como instrumentos.

Las generales de la ley les cabe a casi toda la humanidad (el punto 1, digo). A los ejemplos nombrados – Jesús, Martín L. King, Gandhi (y a tantos otros) seguro les pinta mejor el 2.
Pero tanto a unos como otros les cabe que: "Al Universo, le importa un cuerno lo que a cada quien le parezca". Y siempre, inexorablemente y sin excepción: LO QUE ES, ES LO QUE ES.

La mente dualista ante el hecho aparentemente contradictorio se pregunta: ¿por qué?, ¿cómo? O: si era un pacifista, ¿no es injusto que lo hayan asesinado?...
La práctica de zazen es la puerta de acceso hacia la comprensión del funcionamiento de la mente dual y de cómo abrazarla y trascenderla; también es la entrada al conocimiento de nuestra verdadera naturaleza que no es otra que la del cosmos mismo.
Para finalizar, si a la hora de elegir, observamos atentamente nuestra actitud y sin juicio de valor recordamos que la luna, como todo en la vida, tiene dos caras opuestas, complementarias e indivisibles, podremos evitar o reducir el nivel de dualidad, conflicto y posible litigio, accediendo así a un más alto estado de conciencia, que permitirá ver, como dice mi amigo, que lo que es, es lo que es. O sea, la realidad sin maquillaje.

A cerca del tema que hoy me ocupa, los polos opuestos y complementarios, se han escrito numerosas páginas, sobre todo en oriente. Si a esto le sumo lo limitado del espacio y de mi conocimiento, tendré razones suficientes para no extenderme más de la cuenta. Mi intención es invitarlos a poner atención en esto para que cada quién haga su personal experiencia y así agregar lo que aquí no se ha escrito pudiendo enriquecer más aún su contenido.

Publicado por Claudio

viernes, 8 de julio de 2011

El zen y el samurai


Destacados “bushis” (guerreros) en distintas épocas y lugares del imperio del sol naciente constataron que la simple práctica de las técnicas de combate no era suficiente para proporcionarles autoconfianza a toda prueba, o liberarles del miedo al adversario y a la propia muerte.
Así que, guiados por la intuición, se acercaban a solicitar el consejo de los maestros zen, en cuanto al modo de encontrar un sistema eficaz para forjar el temple de su espíritu y obtener el perfecto autocontrol y el no-miedo.

El samurai pregunta al maestro zen:
-¿En qué consiste la Vía?
-En estudiar y conocer tu ego. – responde el maestro.
-¿De qué modo puedo hacerlo?
-Olvidándote de ti mismo.
-¿Cómo puedo conseguir olvidarme de mí mismo? - preguntó el samurai, algo desorientado.
-No pienses, no busques, no desees, no rechaces, no persigas, no guardes, no abandones...

Por medio de esta relación entre guerreros y monjes, el “bushido” (código de honor samurai) recibió una poderosa influencia del budismo zen en aspectos tan fundamentales como estos:

El apaciguamiento de las pasiones y el control de los sentimientos.

El dominio de sí mismo en todas las circunstancias.

La idea omnipresente de la realidad de la muerte.

El desapego o desprendimiento hacia todas las cosas.

El samurai había hecho un lugar en su vida para la meditación (zazen) aprendida de los monjes, que se realizaba simultáneamente con el entrenamiento de las artes de combate, al descubrir que la primera y principal victoria era la que debía alcanzar sobre sí mismo.

Publicado por Claudio

viernes, 1 de julio de 2011

Comportamiento justo...


Una de mis alumnas me obsequió por estos días un número de la revista Zen del año 1997 que en una época se publicaba en España y que, hasta donde sé, ha dejado de salir por aquellos lados.
El dossier de la revista estaba dedicado al “Zen y las Artes Marciales”. De entre los artículos que leí, destaqué el que ahora, sintéticamente, quiero compartir con ustedes.
El título original es “A comportamiento justo, conciencia justa”. Autor: J. Javier Fuente del Pilar.

La nota comienza así: “El camino que todos hemos de recorrer es largo y complicado en apariencia, inútil pensar en él; mejor vivirlo andando”. Y continúa: La intuición y la acción deben seguir al mismo tiempo, como le ocurre al tigre en la selva, con la misma naturalidad. No existe enemigo, sino es el propio yo y sus tendencias; pues la imperfección anida, de modo fundamental, en lo más profundo de nosotros mismos.
Este párrafo, por cierto muy jugoso, es lo que me movió a querer incluirlo en el blog, porque aunque lo escrito está referido a encontrar vínculos entre el zen y las artes marciales, japonesas en este caso, no deja por ello de ser un texto inclusivo y abarcativo de todo cuanto hace a nuestro paso por la vida; después de todo, y como nos recuerda el maestro Deshimaru, “el zen no forma parte de un método de salud. No se lo puede reducir a un espacio o lugar buscando algún rédito o utilidad. El zen no tiene nada que ver con un “masaje espiritual”. El zen tiene un sentido mucho más profundo y esencial. ¡El de la vida! Y, por consiguiente, el de la muerte, puesto que los dos términos son de hecho indisociables”.

Más adelante, relata algunos aspectos destacados sobre la práctica marcial y su correlato con la práctica de zazén diciendo: En las artes marciales, la práctica y la autocrítica constante se demuestran como los únicos apoyos seguros, y es que la experiencia parece demostrar que es el esfuerzo mental y emocional y no el físico lo que provoca la mayoría de los abandonos...Y agrega: No se ha de pensar mientras se practica, o en todo caso, se piensa desde el no pensamiento, con la intuición. La práctica del arte marcial, como la práctica de zazen, sólo facilita la consecución de la máxima de Sócrates: “conócete a ti mismo”; y esa visión, si no va acompañada de unas notables dosis de humildad y voluntad resuelta de trabajarse a sí mismo, termina por agobiarnos bajo el peso de mil pensamientos, de objetivos que no se cumplen o simplemente de sueños de grandeza.

Se dice que ambas prácticas, el arte marcial y zazen, deben practicarse con actitud mushotoku, o sea, sin meta ni afán de logro. Y que es en la vida cotidiana donde ha de manifestarse el espíritu del guerrero; con la actitud diaria, con el comportamiento personal ante los distintos hechos sociales. De lo dicho se deduce que: “el comportamiento influencia la conciencia, por lo que, a comportamiento justo, conciencia justa”.
Nuestra actitud influencia todo lo que nos rodea, todo influye en lo que pasa a nuestro alrededor y en nosotros mismos. Tanto es así que el comportamiento en el Dojo reaparecerá en la vida cotidiana.

Más adelante, Fuente del Pilar subraya asertivamente que: La comprensión de lo expuesto se adquiere tras haber encontrado a un maestro, un maestro vivo, que habiendo practicado previamente sepa acompañar con delicadeza el propio caminar. “Como el hilo y la aguja” – dice Musashi, “han de ser maestro y alumno”.
En cualquier ámbito, carrera, circunstancia, buscamos lo mismo. Por lo que vale aquello de que “todos los caminos son el mismo camino”.
Se haga lo que se haga, se inicie lo que se inicie, la actitud ha de ser siempre la misma. Inteligencia abierta, humildad, confianza plena en la práctica diaria y voluntad, desarrollo intuitivo y flexible del conocimiento.
Aunque la cultura en la que estamos inmersos muchas veces raye con esta actitud, que la práctica que nos conduce a la concentración aquí y ahora, en cada instante, se viva y realice del modo más natural que nos sea posible, pues, como dice Musashi: “Nada es peor que la postura fija que sólo conduce a la muerte rápida”.

Se trata, en definitiva, de volver al origen primero del ser humano, a lo que siempre fuimos; seres libres que progresan en el marco del desarrollo personal en libertad como del colectivo, por el camino de conocerse a sí mismo y, por consiguiente, de indagar profundamente en el interior colectivo cincelado por mil incomprensiones, injusticias, y represiones. La libertad individual sólo encuentra su sentido en la colectiva.
Por último y, aunando criterios a modo de círculo con el comienzo del artículo, su autor nos recuerda: “El verdadero enemigo es siempre el yo mismo, ese concepto que tenemos de nosotros y solemos acrisolar durante interminables diálogos interiores a los que se somete el ser humano. Prejuicios, vanidad, condicionamientos rígidos; el monólogo con uno mismo con el tiempo conduce a la sordera”.



Miyamoto Musashi 1584? - 19 de mayo de 1645) fue un guerrero famoso del Japón feudal. También es conocido en Occidente como Musashi Miyamoto (en japonés el nombre de familia se antepone al nombre de pila; por lo tanto, el nombre original es Miyamoto Musashi).

Taisen Deshimaru – Maestro de la escuela Budsita Soto Zen – (1914 – 1982)

Publicado por Claudio