El maestro zen Dogen Zenji nació en el año 1200 de nuestra era en Japón. Perteneció a una familia de clase acomodada y recibió desde su infancia la influencia de la práctica del Budismo zen.
Al pasar los años, su interés sobre el tema creció al punto de tomar la seria decisión de ir a buscar los verdaderos conocimientos sobre el Budismo zen al primer país de Asia en recibirlos, que fue China. Esto ocurrió a razón de que, en su tiempo, el Budismo en Japón había cobrado más peso y poder político que religioso, con lo cual Dogen no comulgaba, evidentemente.
Durante sus años en China, se produjo un encuentro con un monje que oficiaba de cocinero en un templo de ese país. Dicho encuentro supo tener un enorme significado para el maestro al punto de escribir, años más tarde, un tratado acerca de la función esencial que cumple el Tenzo (cocinero) dentro del templo o monasterio. De aquella conversación surgió lo siguiente.
Dogen encontró al viejo Tenzo lavando hongos a pleno rayo de sol, con la sudoración cubriéndole el rostro; al verlo, sintió que se trataba de una labor inhumana y que bien podría estarla ejerciendo alguien más joven y de menor rango, inclusive.
Sin embargo, el Tenzo, sonriendo ante la requisitoria de Dogen, contestó dos frases que devinieron en trascendentales dentro de la vida del propio Dogen como del zen mismo:
"Los otros no son yo" fue la primera contestación y "
¿si yo no lo hago ahora, cuándo lo haré?" fue la segunda.
Quisiera acercarles una explicación clara de por qué ambas contestaciones ganaron tamaña importancia para el Budismo Zen, y para ello voy a transcribir, sintéticamente, lo que la Monja Zen Joshin Sensei dice al respecto. Quizás, como a mí, también a ustedes les resulte interesante el tema, pues todo lo que ella dice bien puede practicarse en cualquier acto y lugar de nuestras vidas laicas y rutinarias.
Monja Joshin: Cuando el Tenzo dice a Dogen
“los otros no son yo”, quiere decir detener un poco el apoyarnos en los otros. Hay que parar con esa actitud de dejar las cosas para que los otros las hagan.
Hay que dejar de pensar en los otros, porque los otros no pueden vivir nuestra vida, ni morir nuestra muerte. Cada uno en cada instante, completos en cada acto.
La segunda contestación fue
“¿si yo no lo hago ahora, cuándo?”. La mayor enseñanza del Budismo es la impermanencia: ¿cómo puedo saber qué pasará mañana?
Muchas cosas para hacer, muchas preguntas para contestar. ¿Si no lo hago ahora, cuándo lo haré? Si no viven sus vidas ahora, aquí en este instante, ¿cuándo la vivirán? Si en este instante nuestro cuerpo está aquí, pero nuestro espíritu está en otra parte, hay algo roto.
El Tenzo, cocinero del templo, secaba los hongos, en un acto completo de principio a fin, de instante en instante, completamente presente.
Cada cosa debe hacerse de forma completa, en el instante presente. La vida y la muerte en cada instante. Una cosa aparece y otra desaparece. Cada instante vivido con plenitud, y luego abrir la mano y soltar rápidamente.
Realizar esta práctica es difícil. Es difícil vivir de esta manera, dejar de recostarse en los demás y hacer ahora lo que hay que hacer, porque sólo existe este momento y nadie sabe que ocurrirá después o mañana. Y esto es así de dificultoso, porque por lo general estamos con la mirada fija en nosotros mismos, nos ponemos en el centro y el mundo gira alrededor. Practicar es aprender a salir de uno mismo. Practicar es aprender del error, aprender de la reflexión, aprender a discernir. Una vez más y otra vez más. Mirar realmente.
Aquí hago un paréntesis en el relato de la monja, donde explica algo de cuando ella practicaba Aikido (arte marcial japonés) que bien puedo comentar en mi calidad de profesor de Chi Kung sobre esto de mirar, y es lo siguiente: Cuando estoy dando una clase, observo que alguna persona, luego de
“ver” lo que indico, acaba haciendo algo diferente. Es ahí cuando me pregunto: ¿qué es lo que esa persona ve si no fue eso lo que mostré? Y la respuesta posible, y que coincide con lo que la monja Joshin nos cuenta, es que a veces estamos tan encerrados en nosotros mismos que aun mirando no vemos, a veces queremos ver tanto por obsesionarnos en no fallar que tampoco vemos.
Vuelvo al relato.
Mirar, aprender de la propia experiencia, esto es el despertar. Interrumpo una vez más para agregar algo de mi propia observación: hasta que el propio practicante no toma nota del error, no habrá cambio, transformación o toma de conciencia posible.
Continúa diciendo la Monja Budista zen Joshin:
Lo que uno ve, ve. Lo que uno comprende, comprende. Cuando como, como. Cuando duermo, duermo. Cuando leo, leo.
Si cuando como, estoy pensando o planeando otras cosas, no estoy comiendo.
La práctica es muy simple,
una cosa después de la otra.
La práctica es muy simple, nosotros la complicamos.
Darse por entero, sin guardarse nada. Estar abierto al momento presente. Completamente presente, eso es la práctica; el espíritu de la práctica. ¿Si no lo hago ahora, cuándo lo haré?
Uno elige vivir de esa manera o no. Es uno el que elige en el mar dejarse arrumar por las olas o crisparse y crisparse hasta hundirse en el mar, en las aguas, en las emociones.
Es necesario soltar y soltar todas las cosas. Es necesario también el discernimiento, la inteligencia.
Uno ha leído que al zen no se accede por la inteligencia, y es verdad, pero la inteligencia y el discernimiento son necesarios. Este buscar y buscar son necesarios.
Este confrontar con la propia experiencia es necesario.
No se dejen atrapar por las palabras. Prueben, intenten, no duerman.
Estudien. Practiquen. Busquen.
Gassho
Dogen zenji: (1200 – 1253) Ordenado Monje zen por el maestro Nyojo Tendo en China. Fundador del linaje Soto Zen en Japón. Autor de varios libros, entre ellos el que dio lugar a este texto, titulado: “Tenzo Kyokun – instrucciones al cocinero de un monasterio zen”.
Joshin Bachoux Sensei: Monja Zen nacida en París, Francia.
Publicado por Claudio