viernes, 25 de enero de 2013

Encontrar sin buscar


Puestos a la tarea de lograr que se cumplan nuestros planes, no siempre caemos en la cuenta de lo importante que resulta la intención con la que esa búsqueda se realiza pues, lo que resulte de ello estará, invariablemente sujeto a esa intencionalidad. De ahí que sea tan necesario agudizar nuestra percepción.
Lo que a continuación relato sucedió entre agosto y septiembre del año 2012 y, es sólo un ejemplo que, al menos en mi caso, lo confirma.

 

Amo la música desde que tengo uso de razón, o quizás, desde mucho tiempo antes.
Que en casa se escuchase música clásica, folclore, tango o jazz era tan natural como el café con leche y las tostadas del desayuno.
Como toda buena película, mi vida también ha estado muy bien musicalizada: Mercedes Sosa, Pugliese, los Beatles, Charly García, Led Zeppelin, Miles Davis, Serrat y tantos, tantos más que no nombraré o acabaré convirtiendo este post en una lista interminable de artistas entrañables.

Escuchar música, bailarla y hasta difundirla por radio, como hice durante varios años en emisoras locales, han sido algunas de las maneras de vincularme con ella hasta que, por estos días y cerca de cumplir mis cincuenta años, decidí que era hora de ponerme del otro lado del mostrador y ser yo quien la toque, o al menos, lo intente. No quiero irme de este hermoso planeta sin haber puesto en mis manos el instrumento que me permita, limitaciones más o menos, sentir el inmenso placer de vibrar al ritmo del blues, del jazz, de una simple balada o de lo que mis manos y mi alma se atrevan a tocar.

A principios de agosto, tomé la decisión de buscar quien me enseñase a tocar flauta traversa. Para ello, fui a ver a un amigo de la infancia quien posee un profundo conocimiento en estos menesteres. Cuando nos encontramos y comenzó a darme su opinión acerca del instrumento, todos comentarios por demás favorables, por supuesto, surgió en mi cuerpo la clara sensación de que no era ése el instrumento con el que me tendría que encontrar. La percepción fue lo suficientemente clara para que no hubiese lugar a dudas. Sin embargo, y sabiendo que no ponía en riesgo nada ni a nadie, me decidí ir en su búsqueda y ver qué pasaba.
Estuve cerca de un mes entregado a la tarea de hacer realidad mi sueño, hasta que los hechos no hicieron más que confirmar aquella presunción que tan vivamente se manifestara en mí durante el encuentro con mi amigo.
La situación indicaba una sola salida, dejar de buscar. Y así lo hice. No, no abandoné las ganas ni el entusiasmo por estudiar música, tan sólo solté la intención de que las cosas estuviesen sujetas a una idea de cómo tenían que suceder.

Un par de días más tarde, y con mi mente lejos de toda meta, al menos concientemente, me senté en zazen como todos los días cuando espontánea e imprevistamente, visualicé el instrumento que tanto me ha gustado desde mis dieciocho años, el bajo eléctrico. Por aquel entonces, finales de los años setenta y principios de los ochenta, sonaba por estas tierras una banda que amé incondicionalmente, llamada Serú Girán, integrada por un verdadero “dream team” de músicos argentinos: Charly García, David Lebón, Oscar Moro y el bajista que me provocó el amor por ese instrumento, Pedro Aznar. Vale aclarar que hasta el día de hoy, Pedro continúa siendo uno de mis artistas predilectos.
Ese sonido tan bello y particular que Aznar lograba sacarle al bajo y que tanto me conmovió venía de un gran maestro como fue Jaco Pastorius. Ahora bien, y para ir redondeando, les cuento que esa misma semana encontré profesor de bajo, compré el instrumento y ya estoy estudiando.


Pedro Aznar

 
 
Hacer sin esperar nada a cambio. Evitar las especulaciones o manipulaciones que fuercen las cosas. No buscar, no desear. ¿Cuántas veces hemos oído o leído frases como éstas?
Cuántas veces pudimos seguir el orden natural de ese “no buscar” sin obsesionarnos, sin toda esa carga de ansiedad y temor hasta descubrir para nuestro asombro que lo que necesitábamos, quizás más que lo que queríamos, se hacía realidad.
Dar sólo los pasos que nadie puede dar por nosotros mismos. Estar en lo que hacemos con atención plena. Escuchar al cuerpo y reconocer en esa escucha lo que verdaderamente está ocurriendo y no lo que la cabecita condicionada quiere que suceda.
No sé si necesariamente se trate de perder el control. Prefiero eso de soltar amarras y confiar en que se puede viajar hacia los lugares y situaciones menos imaginados, esos sitios que el corazón conoce y la mente discierne.

En fin, evitar empujar las cosas y permanecer vivo y presente a cada instante para ver claramente las señales y así poder seguirlas, avanzando, girando un poquito para un lado u otro, deteniéndonos, o esperar a que cada cosa siga su marcha en tiempo y forma mientras nosotros continuamos con nuestras actividades cotidianas, casi olvidados de eso que tanto anhelamos porque, en realidad, si como dirían los Beatles, lo dejamos ser, será.
 
Publicado por Claudio

6 comentarios:

  1. Así le das DIGNIDAD a tu EXISTENCIA y el Universo todo , sonríe.
    Ah y de paso reivindicas a la cigarra ...no todo es trabajo de hormiga.
    Un fuerte abrazo

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  2. A veces actuamos con prisa, se manifiesta nuestra ansiedad y complicamos las situaciones, y siii hay que tratar de dejarnos llevar por nuestra intuición, creer en nosotros y aceptar los hechos como sea que sucedan. Ir despacio, respirar y fluir con la vida sin resistencia…
    Que bueno que ames la música y puedas cumplir tu sueño!!!!
    Besos

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  3. muy lindo...las palabras justas. Además cualquier momento es bueno para comenzar!!! y que la vida nos sorprenda!!! Gracias Clau

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    1. Muchísimas gracias NAty. Y...eso, que la vida nos sorprenda.

      Abrazos

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