Coma sano. Tome dos litros de agua por día. Haga desaparecer sus arrugas con...Adelgace con las pastillas de... Ejercítese y mantenga su musculatura firme. Sea por siempre joven, erecto y activo hasta el infarto y no se preocupe que después de todo, morirá feliz.
Todos, de un modo u otro, hemos atendido o luchado contra mandatos como estos; escuchado y visto todo tipo de publicidad bombardeándonos a toda hora y lugar, conminándonos a hacer dieta del tipo o color que sea, o de lo contrario: aténgase a las consecuencias de envejecer, engordar y volverse una piltrafa sin más ni más.
Así, la pobre palabra dieta, no puede otra cosa que ganarse muy mala prensa.
Veamos, según el diccionario dieta significa: Conjunto de sustancias alimenticias que componen el comportamiento nutricional de los seres vivos. La palabra es derivada del Griego Diaita que significa, modo de vida.
¿Quedó claro? Entonces, dieta es todo aquello que comemos y no únicamente lo que nos aconsejan, dietólogos, nutricionistas, deportólogos o un amigo o amiga que ya bajo no sé cuantos kilos y que por eso sería bueno que nosotros también bla, bla,bla.
Modo de vida que incluye todo lo que hacemos o no con este preciado “regalo” que somos y poseemos llamado vida. Modo de vida que se alimenta o envenena, dependiendo que sea lo que llevemos a nuestro cuerpo, con mucho más que proteínas, vitaminas, agua, grasas, hidratos de carbono o minerales. Lean bien por favor, todo lo que entra a nuestro cuerpo a través de nuestros cinco órganos sensoriales, es interpretado por el cerebro como alimento. Si, así de sencillo. Por lo tanto, urge señalar que no tenemos sólo cinco órganos sensoriales (ojos, oídos, olfato, gusto, tacto) sino seis. El cerebro es el sexto y más importante de todos pues, es el que se encarga de tomar la energía proveniente del exterior como también la del interior, pensamientos, emociones, sensaciones, y convertirla en información a partir de una serie compleja y múltiple de datos y valoraciones aprendidos a lo largo de nuestra vida, para luego dar las respuestas que fuesen necesarias.
Si el cerebro es el que interpreta (datos recientes sostienen que en realidad es el corazón y su extenso campo magnético el que primero VE el mundo a través de nuestros sistemas sensoriales y por último es el cerebro quién decide que hace, cómo, cuando y dónde con los datos obtenidos) lo que se vuelve sumamente importante es aplicar nuestra capacidad de observar concientemente nuestras acciones, palabras y pensamientos, para poder acceder a una conducta inteligente a cerca de la dieta que queramos implementar, tanto en el orden de los alimentos a ingerir, de los ejercicios o actividades a practicar, como de lo que vemos, oímos, gustamos, olfateamos, tocamos y pensamos.
A todo esto le cabe el título de este artículo: dieta mental. Y es que nos hemos familiarizado bastante con todo lo concerniente a dietas alimenticias o gimnásticas, las hagamos o no, pero rara vez, por no decir nunca, nos ocupamos del factor más relevante en estos menesteres que es, justamente, la dieta mental.
Repasemos, nos desplazamos, conversamos, decidimos, proyectamos y respondemos emocionalmente al mundo que nos rodea, desde el ego, la personalidad o el carácter. Personalidad construida de información genética activada la más de las veces, por procesos emocionales y afectivos, por creencias, aprendizajes conductuales, educativos, académicos, culturales y tradiciones costumbristas Lo que la dieta mental propone es revisar todo lo que se ha ido adosando a nuestro cuerpo-mente para poder establecer más lucidamente qué de nuestro ego o pequeño yo, impide la realización de una vida plena, y feliz.
En artículos anteriores remarque la importancia de ocuparnos en observar nuestros pensamientos, pues en eso nos convertimos; más aún cuando lo pensado es llevado a la acción, a la tarea cotidiana. Por lo tanto sugiero “mirar” cual es la intención que motoriza la búsqueda de determinados logros. La intención, no siempre considerada por permanecer oculta en nuestro inconsciente, es lo que permite responder a los por qué o los para qué de nuestros deseos.
En la mayoría de los casos, las dietas son lugares a los que accedemos por obligación, problemas de salud grave que ameritan una solución urgente, alcanzar los estándares de la moda imperante (seamos eternamente jóvenes y que se note) o porque realmente queremos ocuparnos de conocer y modificar las causas que devinieron en una pobre calidad de vida.
Todos los caminos conducen a Roma, dice un conocido refrán, por lo que pueden ser muchas y variadas las situaciones que deriven en hacer un uso inteligente de nuestra conciencia para entrar de lleno a un cambio honesto y sustentable.
Por lo tanto y puesto a cambiar, aprendamos a aceptar la sabiduría que nos dará cada paso y disfrutémoslo aunque en algunas ocasiones nos sintamos flaquear.
Que la intención provenga de una postura coherente, (no olvidemos que nuestros anhelos se pueden cumplir y si no teníamos una mínima idea de para qué los queríamos, luego no sabremos que hacer con ellos).
Paciencia para entrar en la calma que precisa toda observación de nuestros pensamientos negativos e ilusorios. Observación es la única tarea a la que nos limitaremos tratando de no interferir con ellos. Como se instruye en el Budismo zen: dejarlos pasar, pues de esa manera no crecen, ni adquieren identidad.
El espacio que va quedando a medida que van cayendo los pensamientos negativos, nos permitirá recordar (volver al corazón) las muchas cualidades humanas que poseemos y así regarlas todos los días un poquito. Los frutos que nuestra práctica nos dará, tendrán un sabor fresco y jugoso que no dudaremos en compartir.
Perseverancia. Los japoneses al respecto dicen: Las personas que no pueden continuar con algo luego de tres días son llamadas Mikkabozu (las que abandonan al tercer día)Esa idea viene de la sabiduría tradicional según la cual uno continúa practicando algo tras haberse resuelto solo si pasa el tercer día. De alguna manera, siempre parece haber una caída repentina de la motivación hacia el cuarto día con independencia de lo que haya decidido comenzar. Esta pérdida de motivación es particularmente devastadora cuando se inicia algo por razones superficiales, como simple curiosidad, por no querer perderse algo o simplemente por la recomendación de alguien, sin haber comprendido plenamente qué es beneficioso y realmente necesario. - Shizuto Masunaga -
Todos, de un modo u otro, hemos atendido o luchado contra mandatos como estos; escuchado y visto todo tipo de publicidad bombardeándonos a toda hora y lugar, conminándonos a hacer dieta del tipo o color que sea, o de lo contrario: aténgase a las consecuencias de envejecer, engordar y volverse una piltrafa sin más ni más.
Así, la pobre palabra dieta, no puede otra cosa que ganarse muy mala prensa.
Veamos, según el diccionario dieta significa: Conjunto de sustancias alimenticias que componen el comportamiento nutricional de los seres vivos. La palabra es derivada del Griego Diaita que significa, modo de vida.
¿Quedó claro? Entonces, dieta es todo aquello que comemos y no únicamente lo que nos aconsejan, dietólogos, nutricionistas, deportólogos o un amigo o amiga que ya bajo no sé cuantos kilos y que por eso sería bueno que nosotros también bla, bla,bla.
Modo de vida que incluye todo lo que hacemos o no con este preciado “regalo” que somos y poseemos llamado vida. Modo de vida que se alimenta o envenena, dependiendo que sea lo que llevemos a nuestro cuerpo, con mucho más que proteínas, vitaminas, agua, grasas, hidratos de carbono o minerales. Lean bien por favor, todo lo que entra a nuestro cuerpo a través de nuestros cinco órganos sensoriales, es interpretado por el cerebro como alimento. Si, así de sencillo. Por lo tanto, urge señalar que no tenemos sólo cinco órganos sensoriales (ojos, oídos, olfato, gusto, tacto) sino seis. El cerebro es el sexto y más importante de todos pues, es el que se encarga de tomar la energía proveniente del exterior como también la del interior, pensamientos, emociones, sensaciones, y convertirla en información a partir de una serie compleja y múltiple de datos y valoraciones aprendidos a lo largo de nuestra vida, para luego dar las respuestas que fuesen necesarias.
Si el cerebro es el que interpreta (datos recientes sostienen que en realidad es el corazón y su extenso campo magnético el que primero VE el mundo a través de nuestros sistemas sensoriales y por último es el cerebro quién decide que hace, cómo, cuando y dónde con los datos obtenidos) lo que se vuelve sumamente importante es aplicar nuestra capacidad de observar concientemente nuestras acciones, palabras y pensamientos, para poder acceder a una conducta inteligente a cerca de la dieta que queramos implementar, tanto en el orden de los alimentos a ingerir, de los ejercicios o actividades a practicar, como de lo que vemos, oímos, gustamos, olfateamos, tocamos y pensamos.
A todo esto le cabe el título de este artículo: dieta mental. Y es que nos hemos familiarizado bastante con todo lo concerniente a dietas alimenticias o gimnásticas, las hagamos o no, pero rara vez, por no decir nunca, nos ocupamos del factor más relevante en estos menesteres que es, justamente, la dieta mental.
Repasemos, nos desplazamos, conversamos, decidimos, proyectamos y respondemos emocionalmente al mundo que nos rodea, desde el ego, la personalidad o el carácter. Personalidad construida de información genética activada la más de las veces, por procesos emocionales y afectivos, por creencias, aprendizajes conductuales, educativos, académicos, culturales y tradiciones costumbristas Lo que la dieta mental propone es revisar todo lo que se ha ido adosando a nuestro cuerpo-mente para poder establecer más lucidamente qué de nuestro ego o pequeño yo, impide la realización de una vida plena, y feliz.
En artículos anteriores remarque la importancia de ocuparnos en observar nuestros pensamientos, pues en eso nos convertimos; más aún cuando lo pensado es llevado a la acción, a la tarea cotidiana. Por lo tanto sugiero “mirar” cual es la intención que motoriza la búsqueda de determinados logros. La intención, no siempre considerada por permanecer oculta en nuestro inconsciente, es lo que permite responder a los por qué o los para qué de nuestros deseos.
En la mayoría de los casos, las dietas son lugares a los que accedemos por obligación, problemas de salud grave que ameritan una solución urgente, alcanzar los estándares de la moda imperante (seamos eternamente jóvenes y que se note) o porque realmente queremos ocuparnos de conocer y modificar las causas que devinieron en una pobre calidad de vida.
Todos los caminos conducen a Roma, dice un conocido refrán, por lo que pueden ser muchas y variadas las situaciones que deriven en hacer un uso inteligente de nuestra conciencia para entrar de lleno a un cambio honesto y sustentable.
Por lo tanto y puesto a cambiar, aprendamos a aceptar la sabiduría que nos dará cada paso y disfrutémoslo aunque en algunas ocasiones nos sintamos flaquear.
Que la intención provenga de una postura coherente, (no olvidemos que nuestros anhelos se pueden cumplir y si no teníamos una mínima idea de para qué los queríamos, luego no sabremos que hacer con ellos).
Paciencia para entrar en la calma que precisa toda observación de nuestros pensamientos negativos e ilusorios. Observación es la única tarea a la que nos limitaremos tratando de no interferir con ellos. Como se instruye en el Budismo zen: dejarlos pasar, pues de esa manera no crecen, ni adquieren identidad.
El espacio que va quedando a medida que van cayendo los pensamientos negativos, nos permitirá recordar (volver al corazón) las muchas cualidades humanas que poseemos y así regarlas todos los días un poquito. Los frutos que nuestra práctica nos dará, tendrán un sabor fresco y jugoso que no dudaremos en compartir.
Perseverancia. Los japoneses al respecto dicen: Las personas que no pueden continuar con algo luego de tres días son llamadas Mikkabozu (las que abandonan al tercer día)Esa idea viene de la sabiduría tradicional según la cual uno continúa practicando algo tras haberse resuelto solo si pasa el tercer día. De alguna manera, siempre parece haber una caída repentina de la motivación hacia el cuarto día con independencia de lo que haya decidido comenzar. Esta pérdida de motivación es particularmente devastadora cuando se inicia algo por razones superficiales, como simple curiosidad, por no querer perderse algo o simplemente por la recomendación de alguien, sin haber comprendido plenamente qué es beneficioso y realmente necesario. - Shizuto Masunaga -
Siempre les digo a las personas que comienzan mis clases de Chi Kung o Meditación, tengan un poco de voluntad y paciencia y permítanse un tiempo razonable de práctica para poder tener la certeza de que es esto lo que quieren hacer. Por supuesto, no muchos lo logran, y es que el mando de la situación, en esos casos, lo continúa teniendo una mente condicionada y temerosa ante la idea que les supone el cambio; incapaces de ir más allá de lo conocido.
Una pregunta frecuente ante el temor a cambiar, es ¿qué pierdo si cambio?. La pregunta se justifica en el hecho de evaluarlo todo en términos de pérdida o ganancia, tan cara a nuestra cultura competitiva.
El error es suponer que dicho cambio deberá suceder si obtenemos algo en compensación. Si no comprendemos que no hay tal cosa como perder o ganar, porque todo y todos somos impermanentes, por lo tanto no hay nada como mío o tuyo, bueno o malo, mejor o peor, intrínsecamente hablando, el cambio no será posible. De ahí que subrayo la importancia de observar la intención que acompaña a la acción, porque acaba siendo habitual creer, a partir de algunas sensaciones placenteras, que sí hubo tal modificación, cuando en realidad lo que se produjo fue un cambio de objeto o hábito pero no de esencia. Puedo mudar mi remera roja por una verde, pero sigue siendo una remera.
El cambio nos da la gran oportunidad de practicar el desapego, pues, para cambiar hay que aprender a soltar, partir, dejar ir o morir un poco cada día, como se dice comúnmente,
Es interesante que todo lo que resulta verdaderamente necesario para una persona de algún modo acaba haciéndose.
Pero no quiero decir con esto que todo lo necesario se haga siempre.
Expresamos simplemente, en un sentido sencillo, que las cosas de la vida realmente necesarias son placenteras y hacen que nos sintamos bien.
Cuando hemos aprendido que algo es placentero, encontramos tiempo para hacerlo. En lugar de rechazar esto como algo demasiado evidente, sería bueno examinar más profundamente la norma básica de la motivación a la que todos estamos sometidos. -Shizuto Masunaga-
Una pregunta frecuente ante el temor a cambiar, es ¿qué pierdo si cambio?. La pregunta se justifica en el hecho de evaluarlo todo en términos de pérdida o ganancia, tan cara a nuestra cultura competitiva.
El error es suponer que dicho cambio deberá suceder si obtenemos algo en compensación. Si no comprendemos que no hay tal cosa como perder o ganar, porque todo y todos somos impermanentes, por lo tanto no hay nada como mío o tuyo, bueno o malo, mejor o peor, intrínsecamente hablando, el cambio no será posible. De ahí que subrayo la importancia de observar la intención que acompaña a la acción, porque acaba siendo habitual creer, a partir de algunas sensaciones placenteras, que sí hubo tal modificación, cuando en realidad lo que se produjo fue un cambio de objeto o hábito pero no de esencia. Puedo mudar mi remera roja por una verde, pero sigue siendo una remera.
El cambio nos da la gran oportunidad de practicar el desapego, pues, para cambiar hay que aprender a soltar, partir, dejar ir o morir un poco cada día, como se dice comúnmente,
Es interesante que todo lo que resulta verdaderamente necesario para una persona de algún modo acaba haciéndose.
Pero no quiero decir con esto que todo lo necesario se haga siempre.
Expresamos simplemente, en un sentido sencillo, que las cosas de la vida realmente necesarias son placenteras y hacen que nos sintamos bien.
Cuando hemos aprendido que algo es placentero, encontramos tiempo para hacerlo. En lugar de rechazar esto como algo demasiado evidente, sería bueno examinar más profundamente la norma básica de la motivación a la que todos estamos sometidos. -Shizuto Masunaga-
En otras palabras, la dieta mental es la única posibilidad de que lo que comienza como una necesidad de momento, recupere su verdadero significado transformándose en nuestro modo de vida, conciente.
Publicado por Claudio
La certeza mas cabal que tengo es que siempre me hare preguntas .Hoy observo mi dieta y me pregunto ...de que me quiero liberar? o ...me estoy nutriendo o tapo carencias ? ... una pregunta lleva a la otra y asi me voy conciendo y produciendo cambios .No me importa porque pregunta comienzo ,ni "cuestiono" la pregunta (vaya paradoja¡) es un paso del camino .La pregunta es mi motor de accion.
ResponderEliminar