Buda dijo:
“Puedo dar
mis enseñanzas en pocas palabras. Puedo enseñar en detalle. Son aquellos que
entiendan los que son difíciles de encontrar”
¿Entender o
comprender? Preguntó mi maestro en ocasión de tratar de aclarar ciertos
conceptos acerca de la práctica de zazen. Entender, acotó uno de mis compañeros,
puede ser visto como un proceso intelectual que no requiere necesariamente de
la experiencia para poder conocer de qué
se trata un asunto determinado, mientras que comprender, agregó, sí requiere de
la vivencia de una acción específica aunque, algunas veces, no logremos
entender ni explicar lo sucedido. Esto último se explica por sí mismo si
aceptamos que no hay modo de contar a ciencia cierta una experiencia porque,
aunque encontremos las palabras más precisas para relatar el hecho, siempre
quedará incompleto nuestro testimonio por lo limitado que resulta el lenguaje
en comparación con lo vivido.
Por lo
tanto, y en relación a la frase dicha por el Buda, quizás resulte más
dificultoso hallar a quienes puedan y quieran comprender, o lo que se entendería
por poseer la voluntad, la perseverancia y la disciplina en aprender, sabiendo
poner el cuerpo, que a aquellos a los que les resulte más accesible el
entendimiento racional, pero que, a diferencia de los primeros, nunca podrán
hablar con autoridad de lo ocurrido, pues tan sólo estarán limitados al campo
de la lógica y lejos de los sentimientos que se obtienen cuando entramos en la
vía de la práctica budista de cuerpo entero.
Sin
embargo, sepamos que entender (la teoría) y comprender (la práctica) tienen que
ir de la mano para poder transitar un aprendizaje completo.
Cuando digo
teoría, no hablo únicamente de la literatura existente sobre la vía búdica,
también sumo como parte de dicha teoría a cada pregunta u observación
indagatoria que podemos formular a cada instante de atención y concentración
puesta sobre nosotros mismos, tanto en la soledad de cada sentada de zazen o
meditación, como en la relación que establecemos con el resto del mundo. Por consiguiente, es durante la práctica
donde también reside lo teórico, en este caso a modo de pregunta o
cuestionamiento. En sentido inverso, es la teoría o la lectura de ciertos
pasajes escritos por maestros y maestras de diferentes épocas y lugares, donde
surge el interés por comprobar lo que esos textos mencionan como hechos
probables de ser vividos durante la práctica diaria de zazen.
Pese a todo
lo que aquí menciono, he visto durante los últimos años en los que me avoqué más
asiduamente a la práctica de zazen que la principal motivación para atender a
la necesidad de incluir en la vida diaria la práctica de la meditación nace
cuando verificamos amargamente que se nos han acabado las salidas rápidas y
que, por lo tanto, necesitamos encontrarnos responsablemente con nosotros
mismos como, seguramente, no lo habíamos logrado hacer hasta ese momento. Lo
primero es aceptar ese estado de sufrimiento o falta de plenitud. En segundo
lugar, alcanzar una comprensión clara y fértil de cuáles son las causas de tamaña
insatisfacción. Tercero, la certeza de que es posible hallar la “cura” o método
que consiga mudar nuestra realidad presente y luego acceder al cuarto paso o
cuarta noble verdad, como el mismo Siddharta Gautama Buda las proclamara hace
casi 2500 años. Cuarta noble verdad, que es lo que se conoce como el óctuple
sendero. Un sendero de ocho ¿recetas, podríamos decir? Que, de practicarlas,
pueden acabar por convertir las flechas en flores, la oscuridad en luz o la
insatisfacción en dicha.
Esos ochos
senderos son: Visión correcta (las cosas como son, sin el velo de la
interpretación egocéntrica), pensamiento correcto, palabra correcta (aquí
incluiremos el silencio como acción correcta y siempre que sea más importante
que cualquier palabra que se quiera pronunciar), acción correcta, modo correcto
de ganarse la vida (que el dinero conseguido no sea causa de sufrimiento en los
demás), concentración y atención correctas (aspectos medulares de la meditación),
esfuerzo o intención correcta.
Si miramos
atentamente cada uno de estos senderos, notaremos que con sólo transitar por
uno de ellos, también lo estaremos haciendo por todos los demás.
Desde un
punto de vista psicológico, se trata de un intento de cambiar patrones de
pensamiento y conducta.
El
cambio se alcanza al comprender que todos los estados emocionales encuentran su
origen en la mente. La mente es su fundamento y son creaciones de la mente. Si
uno habla o actúa con un pensamiento impuro, entonces el sufrimiento le sigue
de la misma manera que la rueda sigue la pezuña del buey.
El
origen se encuentra en la mente. La mente es su fundamento y son creaciones de
la mente. Si uno habla con pensamientos puros, la felicidad le sigue como una
sombra que no le abandona jamás. Dhammpada Buda.
En cuanto a
la palabra correcto, tengamos en cuenta que no implica un sentido moral de
bueno o malo o fórmula a ser aplicada en toda circunstancia, sino a una actitud
que sólo puede estar supeditada al momento presente para que en ese momento se
logre decidir qué y cómo hacer, evitando el dañarnos y dañar a los otros lo
menos posible. Es decir, la atención y concentración nos mostrará el qué y el cómo
de cada instante y la responsabilidad que ello trae tanto por la acción en sí,
como por sus consecuencias inmediatas o a largo plazo.
Podemos
entender tanto estos conceptos y principios como el hecho de que todo está en
constante estado de cambio o que cada uno de nosotros interdependemos de todo
lo demás, pero, y retomando la frase de inicio, podemos concluir que, aunque el
maestro esté, aunque sus palabras sean claras y sencillas o complejas y laberínticas,
no será suficiente para alcanzar tal saber si el alumno no se sumerge de cuerpo
entero en la vía, ávido por comprender la propia mente. Por todo esto, es que
no importa tanto cuán inteligentes o no seamos siempre que hagamos la práctica
de la vía de buda desde lo más profundo de nuestro corazón.
Publicado por Claudio
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