viernes, 21 de junio de 2013

¿Entender o comprender?

Buda dijo:

“Puedo dar mis enseñanzas en pocas palabras. Puedo enseñar en detalle. Son aquellos que entiendan los que son difíciles de encontrar”





¿Entender o comprender? Preguntó mi maestro en ocasión de tratar de aclarar ciertos conceptos acerca de la práctica de zazen. Entender, acotó uno de mis compañeros, puede ser visto como un proceso intelectual que no requiere necesariamente de la experiencia para  poder conocer de qué se trata un asunto determinado, mientras que comprender, agregó, sí requiere de la vivencia de una acción específica aunque, algunas veces, no logremos entender ni explicar lo sucedido. Esto último se explica por sí mismo si aceptamos que no hay modo de contar a ciencia cierta una experiencia porque, aunque encontremos las palabras más precisas para relatar el hecho, siempre quedará incompleto nuestro testimonio por lo limitado que resulta el lenguaje en comparación con lo vivido.
Por lo tanto, y en relación a la frase dicha por el Buda, quizás resulte más dificultoso hallar a quienes puedan y quieran comprender, o lo que se entendería por poseer la voluntad, la perseverancia y la disciplina en aprender, sabiendo poner el cuerpo, que a aquellos a los que les resulte más accesible el entendimiento racional, pero que, a diferencia de los primeros, nunca podrán hablar con autoridad de lo ocurrido, pues tan sólo estarán limitados al campo de la lógica y lejos de los sentimientos que se obtienen cuando entramos en la vía de la práctica budista de cuerpo entero.

Sin embargo, sepamos que entender (la teoría) y comprender (la práctica) tienen que ir de la mano para poder transitar un aprendizaje completo.
Cuando digo teoría, no hablo únicamente de la literatura existente sobre la vía búdica, también sumo como parte de dicha teoría a cada pregunta u observación indagatoria que podemos formular a cada instante de atención y concentración puesta sobre nosotros mismos, tanto en la soledad de cada sentada de zazen o meditación, como en la relación que establecemos  con el resto del mundo. Por consiguiente, es durante la práctica donde también reside lo teórico, en este caso a modo de pregunta o cuestionamiento. En sentido inverso, es la teoría o la lectura de ciertos pasajes escritos por maestros y maestras de diferentes épocas y lugares, donde surge el interés por comprobar lo que esos textos mencionan como hechos probables de ser vividos durante la práctica diaria de zazen.





Pese a todo lo que aquí menciono, he visto durante los últimos años en los que me avoqué más asiduamente a la práctica de zazen que la principal motivación para atender a la necesidad de incluir en la vida diaria la práctica de la meditación nace cuando verificamos amargamente que se nos han acabado las salidas rápidas y que, por lo tanto, necesitamos encontrarnos responsablemente con nosotros mismos como, seguramente, no lo habíamos logrado hacer hasta ese momento. Lo primero es aceptar ese estado de sufrimiento o falta de plenitud. En segundo lugar, alcanzar una comprensión clara y fértil de cuáles son las causas de tamaña insatisfacción. Tercero, la certeza de que es posible hallar la “cura” o método que consiga mudar nuestra realidad presente y luego acceder al cuarto paso o cuarta noble verdad, como el mismo Siddharta Gautama Buda las proclamara hace casi 2500 años. Cuarta noble verdad, que es lo que se conoce como el óctuple sendero. Un sendero de ocho ¿recetas, podríamos decir? Que, de practicarlas, pueden acabar por convertir las flechas en flores, la oscuridad en luz o la insatisfacción en dicha.
Esos ochos senderos son: Visión correcta (las cosas como son, sin el velo de la interpretación egocéntrica), pensamiento correcto, palabra correcta (aquí incluiremos el silencio como acción correcta y siempre que sea más importante que cualquier palabra que se quiera pronunciar), acción correcta, modo correcto de ganarse la vida (que el dinero conseguido no sea causa de sufrimiento en los demás), concentración y atención correctas (aspectos medulares de la meditación), esfuerzo o intención correcta.
Si miramos atentamente cada uno de estos senderos, notaremos que con sólo transitar por uno de ellos, también lo estaremos haciendo por todos los demás.
Desde un punto de vista psicológico, se trata de un intento de cambiar patrones de pensamiento y conducta.

El cambio se alcanza al comprender que todos los estados emocionales encuentran su origen en la mente. La mente es su fundamento y son creaciones de la mente. Si uno habla o actúa con un pensamiento impuro, entonces el sufrimiento le sigue de la misma manera que la rueda sigue la pezuña del buey.

El origen se encuentra en la mente. La mente es su fundamento y son creaciones de la mente. Si uno habla con pensamientos puros, la felicidad le sigue como una sombra que no le abandona jamás. Dhammpada Buda.

En cuanto a la palabra correcto, tengamos en cuenta que no implica un sentido moral de bueno o malo o fórmula a ser aplicada en toda circunstancia, sino a una actitud que sólo puede estar supeditada al momento presente para que en ese momento se logre decidir qué y cómo hacer, evitando el dañarnos y dañar a los otros lo menos posible. Es decir, la atención y concentración nos mostrará el qué y el cómo de cada instante y la responsabilidad que ello trae tanto por la acción en sí, como por sus consecuencias inmediatas o a largo plazo.





Podemos entender tanto estos conceptos y principios como el hecho de que todo está en constante estado de cambio o que cada uno de nosotros interdependemos de todo lo demás, pero, y retomando la frase de inicio, podemos concluir que, aunque el maestro esté, aunque sus palabras sean claras y sencillas o complejas y laberínticas, no será suficiente para alcanzar tal saber si el alumno no se sumerge de cuerpo entero en la vía, ávido por comprender la propia mente. Por todo esto, es que no importa tanto cuán inteligentes o no seamos siempre que hagamos la práctica de la vía de buda desde lo más profundo de nuestro corazón.

Publicado por Claudio



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