En estas
entradas, quisiera compartir con ustedes algunos datos curiosos y
significativos sobre la estrecha relación del ser humano con su entorno, el
planeta que nos cobija y sostiene, y el universo.
Ya sea que
se trate de interpretaciones hechas por culturas antiguas evolucionadas en
busca de comprender nuestra existencia o de manifestaciones de la propia
naturaleza de la que formamos parte, resulta interesante y hasta sorprendente
comprobar lo mucho que estamos involucrados con las diferentes formas de vida y
el cosmos.
Entre
muchos de los aspectos tanto simbólicos como concretos, científicamente
hablando, decidí comenzar con la analogía entre el I Ching, o libro de las
mutaciones, y el genoma humano.
Como
seguramente comprenderán, hay sobre estas dos profundas materias incontables
escritos y estudios realizados por expertos, por lo tanto, no es mi intención
explayarme más allá de algunos datos básicos que puedan, probablemente, ser de
interés o inclusive servir como disparadores para indagar más profundamente en
ellos.
Similitudes
entre el ADN y el I Ching
Es
sumamente llamativo lo homólogo que resulta el ADN y el milenario libro Chino
conocido como I Ching o libro de las mutaciones.
Por un
lado, el ADN, información genética de todos los seres vivos, con excepción de
algunos virus, que se encuentra en el núcleo de las células. Por otro, el I
Ching, texto antiguo escrito por Fu Hsi hace unos 5000 años en la China prehistórica.
El concepto principal del libro es que la realidad está en constante cambio; a
este respecto, vale aclarar que, si bien el ADN no coincide con lo antedicho ya
que la información que heredamos de nuestros padres no cambia, hoy día se sabe
que la mente y las emociones afectan dicha información confiriéndole de esta
manera cierto dinamismo o cambio. Dicho dinamismo es conocido con el nombre de
Epigenética.
El ADN
contiene la información necesaria para explicar la dinámica del metabolismo
celular.
El I Ching
contiene la información necesaria para explicar el dinamismo de la conciencia.
ADN: Basado
en dos hebras: sentido (positiva) y antisentido (negativa).
I Ching:
Basado en dos líneas: Yang (positiva) – Yin (negativa).
ADN: Se
compone de dos tipos de compuestos químicos que a su vez se dividen en dos
subcompuestos, dando lugar a los cuatro componentes básicos (nucleótidos) del
ADN: A/G y T/C.
I Ching: se
compone de dos tipos de líneas Yin y Yang que a su vez pueden ser estables o móviles,
lo que da lugar a cuatro posibilidades: Yang estable o viejo, Yang móvil o
joven, Yin estable o viejo, Yin móvil o joven.
ADN: A G T
y C (Adenina, Guanina, Timina, Citosina) se unen en grupos de tres para formar
codones o tripletes, que contienen la síntesis necesaria para la formación de
proteínas.
I Ching:
Las cuatro líneas posibles (Yang joven, Yang viejo – Yin joven, Yin viejo),
otro ejemplo en este sentido: primavera (Yang joven), verano (Yang viejo), otoño
(Yin joven), invierno (Yin viejo), se unen en grupos de tres para formar
trigramas o actitudes.
ADN: Los
nucleótidos de una hebra se unen con los de la hebra opuesta y complementaria
mediante dos o tres enlaces químicos, de manera que un determinado triplete
contiene 6, 7, 8 o 9 enlaces.
I Ching:
Los cuatro números rituales que se buscan para poder leer el hexagrama
correspondiente (son 64 hexagramas al igual que 64 son las combinaciones de
nucleótidos en el ADN) se obtienen al tirar tres monedas de igual valor
monetario, a las cuales se les da una valoración par de una de sus caras (2) e
impar del opuesto (3). Al arrojar las monedas, las posibilidades sumatorias dan
6, 7, 8 o 9. Según sea el valor obtenido en cada tirada, seis en total, se
obtendrá una línea continua o Yang o, una línea quebrada o Yin por cada una.
Estas líneas se anotarán de abajo hacia arriba hasta completar el hexagrama.
Una vez
obtenido el hexagrama, se consulta en el libro y allí se encontrará a cuál de
los 64 equivale para hacer la lectura correspondiente.
El I Ching
es un compendio de causa y efecto, pues cada lectura o hexagrama indica cuál
sería el efecto de una acción concreta en un determinado momento. Por lo tanto,
esta guía puede darnos la ocasión de acceder a partir de nuestras acciones a
actitudes más virtuosas en la vida diaria y así acrecentar nuestro desarrollo
espiritual y humano.
El ADN, si
bien contiene nuestra esencia e información a heredar, cada vez es más evidente
lo crucial que resulta en su información los efectos causados a nivel molecular
por parte de los pensamientos y emociones. Se podría decir que nuestra acciones
se almacenan en nuestro ADN configurando una realidad no tan estable como no
hace mucho tiempo atrás se suponía, y sí mucho más dinámica y protagonista.
A esto último
valdría sumar un aspecto importante conocido como Karma (acción).
Todas
nuestras acciones, palabras y pensamientos dejan huella tanto en nuestro cuerpo
físico como mental y emocional. Es más, dichas consecuencias no quedan
limitadas a lo individual, sino que, por el contrario, acaban afectando a las
demás formas de vida como al planeta y, por qué no, al universo.
Sepamos que
cuando hablamos de Karma estamos haciendo referencia no sólo a la acción física
en sí, sino también a su lado menos visible, o sea, la intención, pensamiento y
emotividad que impulsa dicho accionar, pues un componente esencial del karma es
la interdependencia de toda existencia. Al respecto, el Budismo habla claro
cuando señala que no hay modo alguno de que algo o alguien pueda existir de
manera absolutamente independiente de su entorno.
Por otra
parte, es importante señalar que el Karma no es determinista, puesto que toda
acción puede modificarse y pasar de un comportamiento negativo a otro positivo.
Inclusive, si nos viésemos involucrados en acciones perjudiciales y aunque el
efecto de ellas sea inevitable, bien podemos desde una actitud verdadera y
sincera demostrar en hechos nuestro arrepentimiento, disminuyendo sus
consecuencias. En su defecto, y toda vez que nuestras acciones o karma negativo
se acumulen, las consecuencias quedarán selladas en nuestros genes pudiendo
resultar graves para nuestro futuro o el de nuestros descendientes.
Por último,
es maravilloso observar cómo las ciencias modernas, o para mejor decir, los
hombres y mujeres de mente y corazón abierto volcados a indagar en las aguas
profundas y misteriosas de la vida, van llegando cada vez más cerca de los
antiguos postulados orientales que señalan la integridad, interdependencia e
impermanencia como leyes naturales de toda existencia.
Que estos
acercamientos entre la ciencia occidental y la sabiduría oriental puedan permitirnos
una mejor comprensión de la realidad, lo que a su vez podrá contribuir a una
vida basada en el respeto, la gratitud y la compasión.
Material consultado: Iñaki Martín Subero – Institute of Human Genetics
Moisés Sepúlveda
López – Fundación Instituto Ser
Nota: En la primera imagen se pueden ver los ocho trigramas principales formados tanto por líneas continuas o, Yang y líneas discontinuas o, Yin. La combinación de los trigramas entre sí, forman los 64 Hexagramas.
Publicado por Claudio