martes, 16 de marzo de 2021

La calma y el estrés dan un paseo



Una mañana bien temprano, la calma invitó al estrés a dar un paseo. El estrés, presuroso, como de costumbre, acepto preguntando, ¿a dónde vamos y qué hay para hacer ahí?

La calma respondió con una leve sonrisa y se echó a andar. A los pocos minutos el estrés volvió a preguntar, ¿a dónde vamos?

No sé, respondió la calma sin prestarle mucha atención ¿no te agrada lo que ves? El estrés la miró frunciendo el ceño y contestó: pero, ¿Qué sentido tiene caminar sin rumbo fijo y para no hacer nada o no ganar algo?

La calma continuó caminando con tal decisión que el estrés, tentado por el desafío de ver si la convencía de encontrarle sentido al paseo, la siguió unos pasos más atrás, pero ahora, un tanto más molesto.

El enojo del estrés no se hizo esperar pues, como todo estrés que se precie de tal, no concibe la vida sin metas ni expectativas -  no voy a seguir con tu juego porque todo esto es una pérdida de tiempo, ¿a quién se le ocurre caminar por caminar sin un propósito? -  protestó airado -

La calma prosiguió a paso cansino respirando, mirando todo a su alrededor. Incluso, por momentos, se detenía largo rato para apreciar el cielo, los árboles, los pájaros y sonreía agradecida por tanta belleza, lo que irritaba aún más al estrés que, por no declinar en su lucha por doblegarla, le siguió el tranco no sin objetar cada una de sus acciones. Ella, pese a los berrinches y amenazas constantes que recibía, no se dejó amedrentar y continuó andando.

Algo más tarde y viendo que la calma nunca perdía su esencia a pesar de los muchas artimañas que el estrés buscaba imponer, éste optó por increparla y mirándola directo a los ojos comenzó a vociferar: ¿De qué vale una vida sin lucha, sin esfuerzos, sin doblarse la espalda hasta alcanzar la gloria y que todo el mundo te mire orgulloso por haberlo logrado? la calma, sin perder la calma, preguntó: ¿A eso llamás vida?  Acaso, ¿Sos de los que creen que sólo vale la pena vivir si es con el sudor de tu frente que te ganarás el pan? ¿De los que nada más conocen de vivir como se les ha educado, moldeado según el sistema de creencias y nunca, como el corazón llama? - Concluyo -

¿Y qué otro modo hay de ser exitoso en esta vida si no es saliendo a pelarlo todo, a competir y llegar a cada sitio que nos propongamos? -  exclamó el estrés con mucha furia .y esperando una respuesta que lo declare vencedor, pero, inesperadamente, noto que la calma le devolvió la mirada con dulzura, lo cual desconcertó al estrés pues, no encontró en esos ojos ni un gramo de incomodidad, mucho menos, de enfado. Convengamos que el estrés sabe más de ojos serios, inquisidores y centrados en su presa, que nada que se pareciese siquiera un poco a ese mirar que ella le ofreció.  



La calma se tomó unos instantes y echando mano de su experiencia y como dijese un viejo sabio, sentenció: - imagina por un momento que hayas logrado poseer cada centímetro cuadrado de esta tierra y todos sus tesoros, Que seas amado e idolatrado por toda la humanidad y que no te haya quedado absolutamente nada por ganar, ¿Qué harías luego? y, sabiendo que un día morirás, ¿a dónde te llevarías todas tus propiedades y pertenencias? Esas palabras cayeron con la contundencia de un rayo y por primera vez, en todo el paseo, el estrés enmudeció; su rostro se empalideció y una sensación de vértigo y sudor frío, lo envolvió hasta el desmayo.

Quizás fue la falta de hierro, el factor sorpresa o, simplemente, que empezó a sentir los dolores y pesares del desgaste, de la energía de la ira que lo condujo a la tristeza y a un miedo que no lograba controlar. Lo cierto es que por primera vez, el estrés quedó tan shockeado por la impotencia de no saber  qué respuesta dar, ante lo incontrastable de la realidad y el amor incondicional que la calma emanaba que, apenas atino a quedar inmóvil, como un niño desamparado bajo un vendaval.

De repente, lo sacudió una sensación de no saber quién era, ni dónde ubicarse en este mundo, ahora sin rumbo fijo conocido, ni exigencias o mandatos que cumplir, lo que propiciaron las condiciones naturales para que, luego del sopor y el mareo, el estrés soltara toda resistencia y se animase, por fin, a dejarse ir. 

Ante el hecho consumado, el estrés echó mano de un último intento en la partida y como quien añora algún pasado lejano que ahora y por el agobio del presente, lo recuerda con un dejo de romanticismo y deseo prometedor, pensó: "qué bueno si estuviese de nuevo allí, donde todo era controlable y seguro, en lugar de seguir los pasos de alguien que vive sin sentido ni propósito" Luego se hundió en un sueño profundo y reparador, como hacía meses, quizás años, no experimentaba.

La calma lo tomó en sus brazos y como el niño que alguna vez fue, él se sintió conmovido por un amor que los miedos, el resentimiento y el orgullo mal habido, le habían dejado tirado en un rincón muy oculto en su Ser.



La calma, en un gesto de misericordia, lo invitó a sentarse a la orilla de un lago y le preguntó: ¿Qué ves?

Agua,  contestó él, con una sensación de pérdida. Simple, ¿verdad? Agua siendo agua; como la vida, siendo vida, ¿Qué más? - replicó la calma y agrego: - podes ocuparte de cuanto necesites, quieras o gustes, pero, si en ello te va la vida y la salud. Si te aleja de tu centro, del amor verdadero y te debilita en lo humano, volviendo lo simple en complicado y fácil en engorroso, ¿tiene sentido buscarle utilidad a todo, para no gozar del sosiego y nunca abrazar la emoción de dejarse mecer por la existencia?

¿Y qué sentís, al ver el lago?  - Preguntó la calma - 

Tardo en contestar porque noto que las palabras no eran suficientes para explicar que todo su ser, ahora más liviano y sin tensiones, comenzaba a regocijarse en la serenidad de ese paisaje y entonces, lloró. Rompió sus defensas, esas que lo protegían pero que a su vez le impedían SER y lloró. Lloro largo rato sus propias aguas, y a medida que las lágrimas se amontonaban en su rostro, en sus labios, lo conmovió observar que ahora él se había vuelto calma, la misma calma que lo había acompañado durante todo el viaje pero que, ganado por sus implacables deseos de triunfo y satisfacción, jamás le permitieron percatarse de que, en realidad, su sí mismo, la calma, siempre había estado en él, aguardando el momento donde todo fuese propicio para nacer, por segunda vez, como se suele decir para indicar que hemos dado el paso correcto hacia el despertar de la consciencia. Nacer a un estado mental y emocional más elevado, donde el amor de verdad habita y nos habita y desde donde todo se torna más pleno y claro.

 Feliz por el salto y el coraje de darlo, el entonces estrés, río ampliamente complacido del maravilloso descubrimiento que había debajo de una gruesa capa de ignorancia y heridas nunca antes sanadas, 

Algo más repuesto del parto, miró a su lado y observó que la calma, ya no ocupaba un cuerpo, un sólo espacio sino, que donde volcase sus ojos, ella, allí estaba porque en verdad, donde él fuese, la llevaba.

Daniel Shodo

No hay comentarios:

Publicar un comentario