viernes, 5 de enero de 2018

Las zapatillas de la infancia





¿Quién, en su actual condición de adulto, calzaría las zapatillas de cuando eramos niños? Entonces, ¿por qué nos empeñamos en sostener eso de, "soy así y no voy a cambiar"?
Comprender este asunto es de vital importancia para aprender a decidir cómo vivir nuestra vida, si como seres despiertos o automatizados en una permanente ilusión.

Del mismo modo que podemos entender que físicamente no habría manera de continuar usando aquel calzado de cuando eramos chicos, es preciso comprender que la transitoriedad es la ley natural de todo el universo como también de nuestra existencia humana, lo que resta entonces, es ponernos a trabajar para alcanzar dicha comprensión.

El mecanismo que nos lleva a creer y luego a crear la idea del "soy así", funciona de la siguiente manera:
Primero surge un pensamiento del que no tenemos registro consciente a partir del cual se genera una acción en consonancia con dicho pensamiento. Esta acción repetidas veces realizada a lo largo de la vida o de buena parte de ella, creara indefectiblemente una realidad específica que llamaremos, "normal".¿Qué es normal?, todo lo que hemos aprendido pero sin observarlo por nosotros mismos y que se fue adhiriendo a nuestra médula determinándola a tal punto que frases como la que señale más arriba se vuelvan "naturales" es decir, "somos así porque así nos lo enseñaron lo que a partir de allí, todo pasa a ser fácilmente justificado.
El proceso continúa a partir de que nuestro cerebro, centrado en repetir esos patrones, ya sea por utilidad o miedo, como si hiciésemos fotocopias de fotocopias, los instala en la memoria o disco rígido a partir del cual toda vez que nos miramos en un espejo, no entra duda alguna de que ese que allí se refleja somos "nosotros".
Un nosotros que perdura mientras dura el enamoramiento que creamos de esa imagen personalista porque, cuando las circunstancias cambian y comenzamos a no gustarnos más o muy poco, es cuando se cuela tanto el pasado al que recurrimos para invocar un rostro más bello, como el futuro al que corremos en busca de una "verdad mejor".
Estas situaciones, bien atendidas suelen ser, justamente, la rendija por la cual podemos aprender a percibir lo real de lo ilusorio lo que en muchos casos para que así suceda, será necesaria la colaboración de algún profesional o práctica que ayude a VER y COMPRENDER.
Dejando por un rato el sentido práctico que ese funcionamiento neurológico tiene, veamos ahora cómo podemos desembarazarnos de lo ilusorio o, al menos, aceptar que éste fue creado como si se tratase de una verdad incontrastable para acceder a una visión correcta de la realidad.

El asunto se aborda a partir de sentir la necesidad de conocer cómo somos en realidad y para ello habremos de buscae herramientas que nos enseñen a dirigir la atención donde hasta ahora rara vez fue que no es otra que hacia nosotros mismos pues, la cultura y la educación se han especializado sólo en enseñarnos a mirar para afuera con la paradoja de ni siquiera percatarse que si hay un afuera que mirar, es porque hay un adentro y sobre todo, un observador para verificar esos espacios los que tras años de práctica se confirmaran como uno solo.

En consecuencia y a medida que vamos aprendiendo técnicas de observación como sucede a través de la práctica diaria de zazen, vamos descubriendo lo siguiente.
A ese primer pensamiento que ahora aprendemos a observar sin juicio, le sigue un segundo pensamiento que es, "sé lo que acabo de pensar y ahora que lo veo funcionar y accionar puedo, de manera consciente, resolver su continuidad o no.
El tercer paso es, precisamente, hacer consciente todo ese proceso mental que nace con ese, no siempre buscado primer pensamiento, para tomar las riendas o la responsabilidad del caso y ver de orientar toda esa tarea a fines correctos para uno y lo que nos rodea, a lo que debemos sumar las diferentes consecuencias que resultaran de toda decisión tomada en acción, palabra o pensamiento..





Por lo tanto, si aprendemos a conocer que no se trata de esforzarnos en abandonar los pensamientos o poner la mente en blanco lo que, en sí mismo sería otro pensamiento, sino, a conocer que si no les damos espacio no crearan ninguna realidad posible porque en sí mismos no tienen esencia propia o cuerpo palpable, en consecuencia, verificar la transitoriedad y cómo los pies van aumentando su tamaño hasta que se vuelve necesario cambiar el cazado o sea, la forma correcta de apreciar la realidad, la vida recuperara su condición natural de "no hay yo" del que podamos asirnos para no caernos nunca y no desaparecer pues, en realidad, no hay alguien en quién podamos confiarnos la eternidad más que a la propia eternidad que siempre e invariablemente estará escapándose de nuestras manos y nosotros, ese que decimos ser, también con ella.

Esto no significa que no existamos, lo que no existe es la idea que creamos a cerca de nosotros mismos la cual a su vez, crea, de creación, la interpretación del mundo que nos rodea es decir, aquello que crea de mi mismo se reflejara en el afuera y lo que creeré estar viendo no será la realidad en sí misma como si, lo que "pienso" que esa realidad es.
Por consiguiente, si de corazón queremos aprender a ver LO QUE ES COMO ES, será necesario que dejemos en el camino las zapatillas de la infancia o de lo contrario, no sólo nos dolerán los pies sin siquiera notar lo que aprieta sino que, también percibiremos la vida casi exclusivamente desde esa incomodidad o sufrimiento permanenciendo en una condición adolescente aunque cronológicamente tengamos muchos años.

Claudio Daniel Rios

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