viernes, 18 de diciembre de 2015

El deseo interminable

Para las personas que no están muy familiarizadas con las prácticas Budistas, escuchar aquello de: "el deseo es la causa de todos nuestros males", puede, seguramente, confundirlo y hacer una rápida lectura equivocada de dicho asunto.





El acto de desear no es, en sí mismo, algo que tengamos que apreciar de manera negativa. Después de todo, ¿quién de nosotros no desea una vida sana, amorosa y, al menos, con las necesidades básicas cubiertas, entre otras cosas?
Lo que vuelve perjudicial el acto de desear, está referido a una acción compulsiva que lleva a la persona a no poder o querer controlar la acción de estar todo el tiempo viendo qué cosa nueva tener para saciar una profunda insatisfacción. Dicha carrera hacia un futuro que muchas veces no se alcanza nunca, se puede explicar de la siguiente manera: La ansiedad que surge al pensar en aquello que deseo, (comida, sexo, aventuras extremas, ropa, aplausos o halagos, etc) va aumentando a medida que el tiempo transcurre y el deseo no se concreta. Algo después,si no sobreviene la frustración al no poder lograr lo que se quiere, llega el momento de mayor éxtasis cuando el objeto o persona deseadas está casi, al filo de nuestros dedos Pero, una vez obtenido lo que se buscaba, y tras un breve lapso de euforia, lo que sigue es un declive pronunciado de dicha ansiedad tras lo cual, llegara el momento en el que lo que tanto "necesitábamos conseguir" se volverá, la nada misma. Por consiguiente, comenzaremos, una vez más, la carrera por tener o hacer lo que sea con tal de llenar ese vacío tan temido.

Ahora bien, ¿que nos impulsa a participar casi cotidianamente de ésta maratón muchas veces interminable? La creencia de que somos personas carentes y que dicha carencia se resuelve únicamente haciendo o teniendo. Sin embargo y mientras persista esa creencia, la búsqueda, no tendrá fin. Más aún, ¿que hay detrás de la fuerte creencia de que "no tengo" e que "siempre hace falta algo más"? miedo a la muerte. Si, miedo a la muerte pero, no únicamente a la muerte definitiva sino, a una muerte más ¿dolorosa, quizás? que se basa en la firme convicción de que somos lo que hacemos o lo que tenemos. Es decir, la personalidad, ego o carácter que vamos construyendo a lo largo de nuestras vidas cobra tal realidad y consistencia que, no podemos imaginarnos siendo otra cosa que eso que construimos y llamamos "yo mismo". Pese a tamaña aseveración, lo que sí es cierto es que quién en verdad somos, se haya por debajo de quién decimos ser pues, ¿cómo se podría tener o hacer si, primeramente, no existimos?
De tal modo que a lo que en realidad tememos es a la falsa idea de que dejaremos de "ser" si soltamos al "yo", al menos un ratito pero, aunque ahora no lo veas ni lo creas, ya sos y no te hace falta nada. Comprobalo, si te parece, quedándote un poco quieto, en silencio y escuchando tu respiración. ¿Estás ahí? ¿que estás sintiendo?' Tal vez que la compulsión por alcanzar gozo absoluto es una completa pero inevitable ilusión que te lleva a convencerte que, mientras hagas y tengas..."no te vas a morir nunca"






Vayamos un poquito atrás en el tiempo, a cuando eramos lactantes. Se dice que el bebe o beba, siente un enorme placer a la hora de mamar la teta de su madre. Ese acto que conlleva nutrición material y afectiva, carga, también con la satisfacción de estar haciendo algo verdaderamente placentero.
Hasta acá perfecto pero, ¿que sucede cuando ya adultos continuamos "tomando la teta", por decirlo así o sea, cuando nos la pasamos buscando sólo el placer y nada más que placer? acaso, ¿no continuamos siendo esa criatura que aún hoy no quiere o no puede soltar la teta?
El acto de solo buscar contentarnos, cae en un error profundo, nos vuelve sumamente egoístas pues, el que solo quiere conseguir su propio regocijo, no está considerando al otro o a lo otro, es decir, a la fuente del placer, al dador. Entonces, ¿puede una persona que está sometida a tamaña individualidad, practicar una convivencia saludable basada en el respeto, la gratitud el amor y la compasión con su entorno, cuando de lo único a lo que está atento es a llenar su vacuidad y sin medir las consecuencias de ello?





Para ir cerrando, voy a rescatar una palabra del párrafo anterior que es, de alguna manera, "la cura" del placer compulsivo: "Gratitud" Desde tiempos inmemoriales, los sabios de todas las épocas, culturas, filosofías y prácticas espirituales, han sabido que, la verdadera, amorosa y compasiva forma de acceder a lo que deseamos es, dando las gracias por lo que ya tenemos y hacemos. Al agradecer, inclusive lo que todavía no obtengo, lo atraigo porque el lugar desde el que pedimos, no es la carencia sino, la abundancia; y es que lo que en realidad motiva la concreción de anhelos es la intención con la que estos se piden o se salen a buscar, por lo tanto, si deseo desde la carencia, tendré carencia pero, si no se pide nada, partiendo por agradecer amorosamente, lo que vendrá ¿que será?

Final. La frase," si ves a Buda, matalo" hace alusión a que, lo que en verdad hay que ir matando toda vez que se pueda, es a todas aquellas ideas que tenemos a cerca de nosotros mismos como de los demás. Después de todo, las ideas mientras no se las concrete, son solo eso, ideas que no permiten acceder a ver la realidad tal cual es. Entonces, ¿Cómo se hace? Practicando zazen, aquí y ahora.

Publicado por Claudio

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