viernes, 29 de abril de 2011
Zazen con escoba
Barriendo las hojas, repasando los muebles, o colocando algo de ropa a lavar, noto mi mente en calma y sin rastros de fastidio o mérito por hacer el trabajo. Todo está siendo hecho a un ritmo sostenido y despojado de objetivo. Sólo haciendo la tarea por la tarea misma. O como dicen los maestros: “llevando el corazón de zazen a la actividad cotidiana”.
Los monjes Zen de China y Japón trabajaban en la cocina, en el campo y cultivaban comida en los huertos y jardines, cosa que hizo que los monasterios fueran en cierta medida autosuficientes y menos dependientes de donaciones de los legos y del gobierno. Este fue un factor de sobrevivencia del Zen durante la persecución del budismo en China, durante los siglos XI y XII. En el Budismo Zen, el trabajo no solamente era permitido para los monjes, sino que era visto como un vehículo para la práctica y como uno de sus elementos característicos.
Durante los períodos de sesshin o retiros de práctica intensiva de zazen, se establece, luego de las primeras sentadas y el desayuno, un horario para la limpieza de todos los espacios utilizados (cocina, baños, dormitorios, el zazendo o sala de meditación). Organizados en grupos, todos colaboramos con esta otra forma de práctica meditativa que, al igual que durante zazen, se realiza en silencio.
Las actividades, como un espejo, reflejarán, tarde o temprano, nuestro habitual comportamiento, carácter, apegos o rechazos, por lo cual “hacer samu” – concentración en las tareas generales – adquiere importancia sobre nuestro desarrollo mental y corporal, aprendiendo a despojarnos de aversiones o placeres, sin que por ello se convierta en algo especial, pues... ¿qué puede haber de especial en secar platos o fregar pisos…? Hasta que esto se comprende, lo primero que escuchamos es a nuestra mente que, al no poder hablar con los otros, lo hace consigo misma preguntándose: ¿Cuál es el sentido de todo esto? ¿Vine hasta acá para hacer lo mismo que hago en casa? ¿Yo tengo que limpiar los baños? O cosas por el estilo.
Hay un viejo proverbio chino que dice: “cuando el zapato ajusta bien, el pie se olvida”. Pero esto no se realiza hasta no haber sido conscientes de nuestras preferencias o disgustos, los cuales producen división y conflicto al ubicar la tarea por un lado y a nosotros por el otro.
Lo mejor será no intentar detener los pensamientos y ocuparnos de lo que hay que hacer. Una cosa después del otra, sin deseo de logro; ejecutarlo sólo porque es nuestra responsabilidad. Con esta conciencia, podemos convertir cada circunstancia y lugar en un Dojo de práctica colocando la atención en lo que sea que estemos ejerciendo.
Cuando la tarea se realiza atentamente, sin pensamientos dualistas, podemos olvidarnos de ella y continuar.
Philip Kapleau, monje Budista zen, explica: “¿Cuál es el significado de este trabajo en términos del entrenamiento zen? “Primero, muestra que el zazen no sólo es una forma de adquirir la capacidad de concentrarse y enfocar la mente al sentarse, sino que en el sentido más amplio involucra la movilización y la utilización dinámica del poder generado por el zazen en cada acto”. Y agrega: “Samu, como un tipo de zazen móvil, también ofrece la oportunidad de acallar, profundizar y concentrar la mente a través de la actividad, así como fortalecer el cuerpo y, por tanto, dar energía a la mente”.
Tras largos años de continua práctica, los maestros nos han trasmitido que: “La limpieza no importa por sí misma. No es quitar la suciedad. En realidad, consiste en limpiar tu corazón. Simplemente barrer tus temores y preocupaciones”. Incluso: “Si acabas de limpiar y entra un gato que con sus patas sucias mancha el suelo, de nada servirá enojarse o protestar, ya que el gato no tiene conciencia de que acabamos de limpiar; por lo tanto habrá que comenzar de nuevo”. “La tarea corriente es también iluminación, sin principio ni final”.
Poder estar presentes, aquí y ahora, es revelar la eternidad de la existencia en un instante.
Publicado por Claudio
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yo hoy opté por barrer, en todo sentido, y de prestar toda la atención a cada hecho cotidiano, muy cotidiano, es magnífico lo que se logra sentir, las comunicación que se entabla, aunque a veces sin darme cuenta aparece una lágrima. Paula Andrea
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