viernes, 22 de abril de 2011
El Chi Kung y las fuerzas elementales
Dada la prolífica información digital e impresa a la que hoy podemos acceder acerca de esta disciplina, es por lo que me tomaré la licencia de pasar por alto algunos detalles sobre su historia, escuelas y metodologías, para ir directo a comentar el motivo central que da título a esta nota.
Hace algunas semanas, mientras practicaba posturas de Chi Kung, cuyo significado es “trabajar con la energía”, caí en la cuenta de cuánto su práctica puede ayudarnos a recuperar la memoria de que somos seres naturales. Organismos de agua, fuego, tierra y aire o sus equivalentes, carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno.
Que los humanos en una cantidad considerable hayamos ido dejando atrás los campos, la montaña o la orilla del mar para aglomerarnos en las grandes ciudades no representa el único fundamento de mi reflexión acerca de lo que la práctica del Chi Kung puede proporcionarnos en materia de volver a las fuentes. Es, más que nada, el observar cómo ese paso masivo del campo a la ciudad, entre otras causas y condiciones, dio lugar a un quiebre traumático en nuestra humanidad al provocarnos desde hace varias generaciones un severo divorcio de nosotros mismos.
Esta relación en tercera persona que mantenemos con nosotros, incluso en el lenguaje – el brazo, el hígado, los ojos – no ha hecho más que maltratar la saludable relación cuerpo-mente que toda vida equilibrada necesita, prevaleciendo en su lugar una lógica sorda de corazón y sentimiento, colocando a la materia como verdad indiscutible y enclaustrando al alma y a las emociones al mundo de la superstición, la debilidad de carácter o la fantasía.
La buena noticia, en todo caso, es que hoy asistimos al encuentro de un número cada vez más amplio de neurocientíficos, psicólogos, educadores, meditadores de larga experiencia y personas anónimas, profundamente comprometidos en aunar experiencias y conocimientos que ayuden a recuperar el valor sagrado de la vida.
Las emociones (energía en movimiento), a mi entender, son el eje de la cuestión. Para referirnos a ellas y saber de qué estamos hablando, sugiero considerarlas más allá de las denominaciones habituales, tales como: enojo, angustia, alegría, etc., pues muchas veces la sobre estimación de los conceptos aplicados nos impide distinguir lo real de lo ilusorio.
Cuando nos ponemos en contacto con esta energía en movimiento desde la visión abarcativa que nos brinda la práctica del Chi Kung, se la llega a experimentar de un modo muy similar a como nuestro planeta lo hace con los ciclos estacionales. Es decir, en forma de sucesos que se repiten año tras año naciendo, creciendo, madurando para luego morir o transformarse y volver a empezar. Dicho simplemente, después del verano, viene el invierno. O sea, todo se encuentra interactuando, pasando, transitando y volviéndose a repetir fluida y consecuentemente. En nuestro cuerpo, lo que sucede cuando nuestras fuerzas elementales se presentan, no es muy distinto.
Así que, aceptémoslo, emocionarnos es normal, pues, somos seres emocionales. En todo caso, la diferencia sustancial entre la naturaleza allí “afuera” y la que experimentamos en nuestro cuerpo, es que muchas veces ésta última está, como marcaba en el párrafo anterior, sobre dimensionada por una serie automática de dictados y conductas cristalizadas (cultura) que, lejos de poner luz sobre los hechos y situaciones, los oscurecen perturbando la posibilidad de vislumbrar lo que en realidad nuestra naturaleza bajo el nombre de llanto, risa, temor o ira viene a enseñarnos.
Se trata entonces de comprender qué prejuicios le adicionamos a esas emociones porque es ahí cuando se genera el problema que puede conducirnos directamente hacia las enfermedades. ¿Por qué? Porque al interpretarlas desde nuestros pensamientos condicionados, sólo obtenemos represión de lo que sentimos por un lado o explosiones abruptas por otro. En cualquier caso, estaremos abriendo las puertas hacia nuestro propio mal estar o mal vivir.
Por el contrario, la existencia, representada en sus múltiples formas, al no verse perturbada por todo ello, sólo hace lo que tiene que hacer: los ríos bajar hacia el mar, el sol calentar, la lluvia caer y el viento sacudir las ramas de los árboles.
Ahora bien, ¿qué aporte nos proporciona la práctica del Chi Kung, para que podamos comprender nuestras emociones y atenderlas tratando, toda vez que nos sea posible, de que tanto el fuego, el agua como los demás elementos, puedan expresarse por las vías naturales evitando padecer, la mayoría de las veces, enfermedades o problemas de salud diversos?
El Chi Kung, al igual que la Medicina Tradicional China, sostiene la existencia de una energía o Chi de la cual estamos hechos y la que a su vez contiene, da forma y dirección a todo y todos, lo percibamos o no. Tanto es así que cualquier médico en esta especialidad, maestro o instructor en artes marciales, dirían: “Cuando respiramos, sólo una porción es oxígeno, lo demás es Chi”.
El Chi que tomamos del cielo (oxígeno) y de la tierra (alimentos) ingresa a nuestro organismo activando el Chi circundante en los llamados meridianos, denominación dada en correlación a los meridianos terrestres, para dirigirse hacia cada uno de nuestros órganos, vísceras, células, sangre, sistema nervioso, etc., procurando establecer una relación ecuánime de energía vital en la totalidad de nuestro cuerpo.
Los movimientos corporales, ejercicios respiratorios, visualizaciones, masajes, como la meditación, ponen en marcha una serie compleja de mecanismos que afectan tanto al plano mental y emocional, como al corporal y orgánico. Cuando esto sucede, los elementos circulan más evidentemente permitiéndonos atender, comprender y tomar conciencia de ello. Por consiguiente, pasamos de la ignorancia a la sabiduría al reconocer con qué energía/emoción se acciona la maravillosa vida en nuestro cuerpo. Vaya como ejemplo lo siguiente:
La energía del Hígado es la pulsión, que se muestra en el movimiento muscular con el que está asociado. Si no hay movimiento, no hay vida. La alegría es el combustible natural del corazón, permitiéndole a este noble órgano bombear cantidad y, sobre todo, calidad de sangre a cada célula. La reflexión es la energía de nuestros órganos digestivos a través de la cual aprendemos a digerir los acontecimientos de nuestra vida. La tristeza es el Chi de los pulmones, pues cuando logramos una respiración profunda y calmada, así también pasa a vivirse nuestra vida: profunda y calmadamente. Por último, el miedo. La energía de los riñones que nos invita a preservar lo acumulado para luego hacer un uso adecuado y generoso de todo nuestro potencial humano.
En el Chi Kung, existe una serie numerosa de posturas con las cuales podemos estimular la circulación de las fuerzas elementales por y a través del cuerpo y sus meridianos. Estas variables son producto de la experiencia de cada maestro o profesor creando cada quién su personal estilo de enseñanza sin que por ello se desvirtúen los fundamentos de la disciplina.
En la medida que se es consecuente con la práctica, nos tornamos más concientes de cómo estos elementos (agua-fuego-tierra-aire) constitutivos y constituyentes son tan vitales para mantener una vida armoniosa.
Aunque nos suene un tanto obvio, es imperioso preguntarnos si podemos mantener mucho tiempo y en buena forma nuestra vida sin agua, sin oxígeno, luz o alimentos. Aunque la lógica respuesta sea “no”, sería conveniente, de tanto en tanto, repasar estas obviedades para no tener que arrepentirnos cuando sea demasiado tarde, ¿no les parece?
Somos energía que consume y gasta energía, por lo tanto, habrá que ocuparse de recuperarla.
De manera que, si la realización de esta técnica milenaria nos invita a reencontrarnos con el discurrir del agua nutriendo cada célula, con el calor purificador del fuego, la amplitud de vida que aporta una respiración serena, y el sostén de la tierra bajo nuestros pies, no podremos menos que aceptar nuestra responsable participación en las decisiones personales y planetarias, producto de habernos animado a hacernos cargo madura y sinceramente de por qué, para qué y cómo pensamos, actuamos y hablamos, plasmando en el diario vivir una comunión coherente entre nuestra mente y nuestro corazón.
Publicado por Claudio
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quisiera poder oir cada invitación para permanecer en salud constantemente y dejar de desviar mi energia aunque sepa que debo volver
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