sábado, 9 de octubre de 2010

¿Carne o proteínas?

Primera parte

Tanto nos afanamos por mirar el árbol que no vemos el bosque. Ésta es la frase que todos hemos escuchado o dicho repetidas veces. ¿No?
Me adueño de ella por un ratito para decir algo similar: Tanto mirar el churrasco que nos perdemos de ver y conocer las verduras, legumbres, frutas... En pocas palabras, la diversidad.

Como tantos otros seres nacidos en la Argentina, me crié alimentado a base de carne: el asadito del domingo, el bife de chorizo, las milanesas. Tras este panorama, no es raro esperar que la idea de modificar el hábito carnívoro nos resulte poco menos que pavorosa.
La relación dependiente con la carne es tal que cuando se propone dejarla no tardan en escucharse preguntas tales como: ¿y si no como carne, qué como?, ¿si dejo la carne, no terminaré anémico?, ¿si dejo de comer carne, no perderé fuerzas o vitalidad? Nada más erróneo e injustificado.
El primer dato que debemos conocer para aclarar la situación es que lo que debemos ingerir son proteínas, no carne. ¿Por qué? Porque no es la carne el único medio por el que obtenemos proteínas. Por lo tanto, si podemos acceder a ellas de otros modos, lo que queda es conocer cuáles son estos y hacer un uso criterioso y consciente a la hora de alimentarnos de lo que nuestro organismo precisa.

La palabra “proteína” tiene su origen etimológico en la lengua griega y significa “prothos” (primero). Por lo tanto, se convierte en un elemento indispensable para nuestra vida, sin el cual no podríamos sostenerla. Muchas veces se hace un paralelismo entre las proteínas y los ladrillos de una casa, para observar su importancia. Las proteínas cumplen, entre otras funciones, la de crear o regenerar tejidos (músculos, piel, huesos, etc.).
Prestemos atención a lo siguiente: las proteínas provienen de las plantas y de la función de fotosíntesis que ellas cumplen. Las hojas de las plantas absorben a través de sus poros el anhídrido carbónico de la atmósfera, descomponiéndolo en carbono y oxígeno. La planta retiene el carbono y elimina el oxígeno hacia el exterior, aumentando así la atmósfera respiratoria. Por otro lado, la planta a través de sus raíces absorbe el agua de la tierra y la combina con el carbono formando los hidratos de carbono (azúcares).
Los carbohidratos son combinaciones de oxígeno, hidrógeno, carbono, más el nitrógeno extraído del suelo.

Ahora bien, y considerando la información anterior, sólo cabe usar el sentido común. Los animales que nosotros comemos son herbívoros, es decir que toman las proteínas de lo vegetales de los cuales se alimentan, para luego consumirlas nosotros al comernos la carne de esos animales.
Con dicha acción incurrimos en lo que podría llamarse “ingesta de segunda mano”. ¿Por qué? Porque estamos incorporando proteínas a través de la carne en lugar de consumirlas de primera mano, o sea, directamente de los vegetales. No se olviden, no estoy hablando de qué nos gusta más comer, sino de qué nos alimenta sanamente.

¿De dónde proviene, entonces, el error de considerar de mejor calidad la proteína animal que la vegetal? Ocurre que la proteína humana se asemeja más a la del animal que a la vegetal. Pero esto es sólo en apariencia, ya que el organismo no utiliza las proteínas tal cual ingresan en el organismo, sino que debe degradarlas hasta transformarlas en aminoácidos, que son los que sí nuestro organismo puede asimilar. Así el organismo utiliza los aminoácidos para construir las proteínas que necesita.

En síntesis, tanto los animales como el ser humano, sólo pueden obtener proteínas del reino vegetal. Por lo tanto, vale subrayar que todos los alimentos contienen proteínas y que sólo varían en la cantidad. Lo que se concluye de esto es que, para asegurarnos una alimentación balanceada, se deberá comer una variedad de productos de manera que podamos garantizarnos los nutrientes indispensables.

En términos energéticos, vale decir y con justa razón que a nuestro cuerpo lo vitalizará mucho más la ingesta de proteína viva, como la de los vegetales, legumbres y frutas, que la proteína muerta que incorporamos al comer carne. Nosotros somos seres vitales que gastamos dicha energía, de tal modo que tendremos que asegurarnos de reponerla; por lo tanto, si lo que gasto es energía viva, lo más recomendable será incluir en nuestra dieta energía viva para que aumente dicha vida y evolucione hacia aspectos humanos y espirituales más trascendentes, lo que difícilmente se conseguirá si nuestra alimentación está basada en energía muerta. El ejemplo más claro sucede con el agua de la que estamos formados en un 75% y que también se libera del cuerpo teniendo que recuperarla tomando la cantidad de agua que cada persona requiera o, de lo contrario, estaremos expuestos a daños importantes en nuestra salud.

Nos convertimos en lo que comemos, literalmente, por lo tanto, si estamos parados en la vida con una postura “muerta”, es lógico que veamos la muerte como alimento. Pero si nuestra postura cuerpo-mente ante la vida es VIDA, así, con mayúsculas, no cabrá duda de cuál será nuestro alimento, en todo sentido.
Publicado por Claudio

1 comentario:

  1. y qué pasa con que la proteína de origen vegetal no tiene todos los aminoácidos esenciales?

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