domingo, 9 de diciembre de 2018

La voz del corazón





Tras finalizar la práctica de zazen, y la ceremonia en conmemoración al despertar del Buda, mi maestro hizo mención a un texto titulado, "La voz del corazón". El escrito era una invitación a poder practicar una vida basada en la sinceridad del buen hacer, decir o pensar. Al concluir y dejando el libro a un lado pregunto: ¿Cuando escuchan hablar a su corazón, qué escuchan? Acto seguido agrego: la gente, ante esta pregunta, suele responder a cuestiones basadas en sentimientos, anhelos o emociones relativas a ese preciado órgano como a lo que simbólicamente representa para el ser humano. Sin embargo, continuo explicando, se equivocan pues, la pregunta alude a algo más concreto y sustancial como... pu pum, pu pum, pu pum expreso en un tono vivo y claro, al tiempo que percutía con su puño el suelo de madera. Su sonrisa evoco la nuestra al caer en  "la trampa" de suponer que nos hablaba de aquello que se siente, se trate de amor u odio, por ejemplo. Pero no, se refería a algo más simple y cercano como es el latido constante y certero del corazón palpitando con su verdadera voz. La voz profunda e inconfundible con la que el bebe se mece, la que galopa ante el miedo, la excitación o el asombro y que, durante zazen, bien podemos percibir, solo si nos encontremos en un profundo silencio. Era tan siquiera, atender lo real. Aquello que ahora está sucediendo sin proponer ningún análisis filosófico o religioso. Lo que ES en estado puro.

Después de todo, la práctica de zaen es sentir. Es constatar el roce del aire atravesando la nariz o, el agua de lluvia sobre la piel. Es la práctica de sentarnos para sentirnos y quizás, descubrir cuánto de lo complejo que hemos vuelto nuestro vivir, se puede tornar simple y llano. Como cuando el Maestro dice: "si ya terminaste de comer, lava los platos". Aunque para ello haga falta re aprender a escuchar la voz del corazón y algo menos, la del ego.

Shodo Rios

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