jueves, 3 de mayo de 2018

Maestro, gracias.






"Deberías prestar atención  al echo de que inclusive el Buda Sakyammuni tuvo que practica zazen por seis años. Se dice también que Bodhidharma practicó zazen en el templo ShaolÍn durante nueve años para poder llegar a transmitir el espíritu de Buda. Puesto que estos antiguos sabios fueron tan diligentes, ¿cómo pueden los practicantes de hoy dispensarse de la práctica de zazen? Deberías tratar de dejar de perseguir palabras y aprender a retirarte y reflexionar sobre tí mismo".
Estas palabras, incluidas en el texto Fukanzazengi, fueron escritas por el maestro Eihei Dogen, fundador de la escuela soto zen, en el año 1227 de nuestra era en japón y que hoy retomo a los fines de actualizarlas pues, las siento como si en realidad hubiesen sido escritas ayer mismo.

Sucede que vivimos bajo una cultura muy alejada de aquella que siempre a sabido cultivar y comprender la injerencia relevante que existe entre un maestro y sus discípulos o alumnos aunque, al mismo tiempo y como el texto lo verifica, en la misma cuna donde se fundaron estos principios, no faltaban las dificultades propias de quienes lejos estaban de comprender dicha relación con lo cual, daré por descartado estos factores como impedimentos para establecer lazos entre Maestro y aprendiz.

Un maestro usa la palabra justa, el silencio correcto y la acción necesaria basado en sus largos años de experiencia lo cual le permite ver objetivamente al alumno y así indicarle asertivamente lo que en cada caso fuese necesario.
El alumno por su parte, ira transitando el aprendizaje de error en error, de observación en observación en una mezcla de confusión y claridad hasta ir perdiendo gradualmente toda idea de sí mismo; esas mismas ideas con las que un buen día llegamos a la práctica y que como un espejo, nos va mostrando el "yo" y el no yo es decir, el que somos del que creíamos ser. En ese momento el discípulo tras aprender a caminar al lado de su maestro a sabiendas, dolores o frustraciones mediante que, de todos modos hay que andar solo y sin bastones, ira aprendiendo a tejer la trama correcta que no es otra más que dar lo recibido recordando que no se ha llegado a ningún lugar, solo se ha atravesado una puerta más de muchas, muchas más que se continuarán cruzando pero, sin la necesidad del sobre esfuerzo o el apego a los espacios o situaciones que se van dejando atrás ¿por qué? porque la barca en la que se traslada será la confianza y la fe y tendrá por timón la compasión, el único sentimiento que nace en uno cuando todo deseo de logro o provecho propio declino. Donde toda diferenciación queda sujeta únicamente a lo cotidiano y práctico que permite reconocer el veneno del remedio pero que en términos espirituales, no mira otra cosa que la comprensión del vacío, la impermanencia y la interdependencia como la propia naturaleza de todo ser vivo razón por la cual, es posible ver a todo ser sensible como una extensión de si mismo.





Alguien preguntara quizás, ¿cómo se vuelve uno aprendiz o discípulo? Aprendiendo a reconocerse como un ser ganado por el consumismo. ¿consumismo? Si, consumidores de culpas, justificaciones, odios, objetos, placeres constantes, apegos, relaciones dependientes y todo aquello que sustente la personalidad o el "yo" que elaboramos pieza por pieza, respiración a respiración y que de tanto crecer bajo esa creencia, se vuelve materialmente sólido y tenaz que hasta nos parece verdadero e interminable. De todos modos y cuando luego de tanto escaparnos de nosotros mismos a pura distracción u ocultamiento, nos topamos con que el asunto se reducía a sólo detenemos y sentarnos, aquietando el cuerpo y la respiración dispuestos a observarnos para descubrir que ese "yo" tan aparentemente impenetrable es tan siquiera un fantasma, un niño herido, un ser ´íntegro cubierto de fango que necesitaba limpiarse de toda ilusión y que, cuando en medio de la tormenta alza la mirada recién allí ve por primera vez al maestro tendiéndole una mano para que se ponga de pie y ande bajo la tutela de su propia responsabilidad  en el metro cuadrado que su cuerpo ocupa durante zazen sentado o de pie y se eleve sin perder nunca la consciencia de que no existe si no como expresión cabal de un universo completo y vacío también.





Y me digo entonces, ¿ cómo no llegar temprano a la práctica cuando es él quien lo hace primero? ¿cómo hacerme el distraído al ver a mi maestro de rodillas y con un trapo en las manos para limpiar el suelo y no acompañarlo? ¿cómo, al observarlo con su kesa o su samu-e, no vestir la ropa apropiada y el rakusu para compartir la práctica juntos? ¿Cómo no callar cuando dice tanto su silencio y, cómo no escuchar sin apropiarme de nada cuando sus palabras sacuden el alma como una invitación para adentrarme en ella y continuar aprendiendo? ¿Cómo no decirle gracias sin abrir la boca mientras junto mis manos en ruego frente a mi nariz y me inclino luego, si después de todo es a la vida pulsando en el cuerpo de ese hombre como en el mío, a quien le ofrezco este sampai por enseñarme a vivir a pura sinceridad y respeto?

El maestro aparece cuando el alumno está entregado a aprender y juntos colaboran en actualizar a todos los Maestros que lo antecedieron sin los cuales, no sería posible aprender, disfrutar, comprender, aceptar, servir y soltar.

Nota: El Maestro, es todo aquel ser sensible en el que puedas animarte a ver tu propio reflejo.

Gassho Shodo Rios

Kesa: Abito del monje Budista
Rakusu: Pequeño kesa utilizado por monjes y laicos
Samu-e: Ropa de trabajo
Sampai: Posternación que se realiza a modo de veneración y respeto.

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