martes, 20 de junio de 2017

¿Unir cuerpo y mente?





En casi ventidos años de trabajo no fueron pocas las ocasiones donde esta frase retumbo en el espacio de clases cuando alguien llega a las prácticas convencido de que haciendo chi kung o zazen, podrá unir la mente con el cuerpo, el cuerpo con el alma o similares.

Al observar cómo cada persona va mostrándose a través de su cuerpo lo que aprecio es que lo que les da la impresión de vivir como si estuviesen separados de eso que llamamos alma o espíritu, es la percepción de que la mente, las emociones, o el sostén físico y psicológico según se trate, fueran compartimentos individuales y estancos. Como si pudieran solo remitirse a pensar sin sentir o a desear sin necesidad de lógica o consciencia.
Los humanos funcionamos básicamente en sintonía en tres zonas corporales a saber: La cabeza con su cerebro lógico, racional e intelectual, el pecho donde el corazón y los pulmones que permiten la expresión emocional y el plexo solar que incluye el abdomen y la zona genital como áreas vinculadas a las necesidades básicas de alimento, cobijo y placer.

Cabe aclarar que no hay modo de definir estrictamente una zona del cuerpo para cada capacidad o experiencia sensorial (cuando nos duele la cabeza se refleja en todo el cuerpo, del mismo modo que, cuando sentimos una emoción intensa como alegría o miedo, notamos cómo éstas bañan todas nuestras células). Sin embargo y a los fines de explicar el motivo central de ésta artículo que es indagar en si hay algo verdaderamente separado o no, los invito a indagar en esos sectores cuerpo/mente/corazón para poder acceder con más simpleza el punto en cuestión.

Si la mente con su capacidad de pensar y razonar ocupa el primer lugar, es probable que nos encontremos frente a alguien que le resulte difícil expresar abiertamente sus emociones porque todo debe ser primero sopesado y medido para así sentir que se tiene el control.
Si por el contrario se tratase de alguien predominantemente emocional o como decimos vulgarmente, "no tiene filtro" su hábito sera el de despacharse a gusto sin pensar ni medir las consecuencias.
Ahora, si de vivir por y para el placer se trata, la zona que acumulara mucho más chi o energía será el abdomen y los genitales entendiendo que, si no hay diversión en lo que se hace o se tiene, "no hay vida".

Si observan con detenimiento notarán que en los casos mencionados lo que se mueve y se busca, aunque no siempre a consciencia, son actividades, objetos o relaciones materialistas.
Materialistas porque el que prioriza actuar desde la razón antes que desde los sentimientos o el placer, está buscando suelo o base para sostener su realidad o su "verdad" inquebrantable. Quien arrebata de emoción o sea, de sentimientos descontrolados, también busca suelo, algo así como quién dice: "por acá no pasas" o "así soy yo, si te gusta bien y si no también". Y el tercer caso se puede explicar por ejemplo, en un comprador compulsivo o en los que con todo buscan hacer negocios y obtener ganancias.





Con estos comportamientos lo que se trata de establecer es un sistema de compensación a través del cual se pueda continuar viviendo a riesgo de dislocarse de la realidad la que más tarde o más temprano acabará quebrándose por querer introducir a la fuerza un círculo donde a penas entra cuadrado pues, lo único que obtendrá será frustración o aflicción.
Es justamente cuando nos quebramos o nos agotamos de sostener incansablemente una sola forma de "ser" que aparece en medio de la desazón la pregunta o el deseo presuroso por hallar el modo de unir lo que se concibe y siente como separado de...

Otro ejemplo muy propio de estos tiempos de derrumbes institucionales y humanos.
Cuando por un lado alimentamos demasiado el mundo de los bienes materiales o sea, más allá de lo necesario queriendo siempre más y no cediendo nunca nada y por otro, buscamos proyectos mentales o ilusiones esotéricas prometedoras de un supuesto reino elevado de la mugre mundana, lo único que hallaremos sera caer en la locura aberrante de partirnos por la mitad destrozando la energía primordial de nuestra especie que es, el amor. El amor representado justamente en esa mitad entre el plexo solar y el corazón. Olvidando que, corazón que late manso y decidido, está bien enraizado en la madre tierra y elevado a la creatividad sabia del padre cielo.

Entonces, ¿cómo podemos descubrir la solución frente a la idea de que nos encontramos aislados o escindidos o que, la mente está vaya uno a saber por donde y el cuerpo por acá aunque roto porque sentimos más el dolor que su completud humana? Comenzando por aplicar la atención correcta en cada gesto, palabra o sentimiento que permita hacernos notar dónde hemos creado nuestro centro de comando con la vida, si en la cabeza, el pecho o los genitales.
Por atención correcta se entiende mirar pero no juzgar porque al hacerlo quien dictamine seguirá siendo la mente condicionada a los hábitos acostumbrados generando nuevamente, una visión errada y parcial sobre nuestros comportamientos. Observarse sin ver las partes y sí el todo.
Una vez detectado el núcleo predominante, lo que de seguro requerirá trabajo y dedicación constantes, aplicaremos las herramientas de que pudiésemos disponer para equilibrar la probable carencia de energía en él o los centros menos habitados y menos conocidos hasta aquí.





La tarea a desarrollar es sumamente importante pues la armonía en éstas tres áreas y sus diversas manifestaciones de la vida se hace posible cuando  alcanzamos un diálogo sincero entre lo que sentimos, pensamos y hacemos o decimos porque al vivir en concordancia con un sentimiento genuino, un discernimiento correcto y una acción en consecuencia, es cuando logramos despertar de la desviada percepción de un cuerpo diseccionado y por ende un mundo, cercano o no, visto y vivido de igual modo.

Un ejemplo de cómo ver y conocer éstos tres centros es cuando durante una clase de chi kung practicamos el abrazo del árbol (explicado en una entrada antigua) o la apertura en lo tres Tan Tien, centros de energía que se encuentran justamente en las zonas señaladas.
También la práctica de zazen o meditación zen resulta muchas veces efectiva a este fin al hacer hincapié en estar atentos y concentrados.
La razón es simple, cuando nos exponemos a lo no habitual, se revela lo habitual.

En consecuencia, si la comprobación de que nuestro centro es más cabeza que corazón o más sexo que criterio lógico por ejemplo, una vez que nos ponemos a trabajar para reconocer la importancia de cada médula en sí misma como su vinculación con las demás, la evolución de consciencia espiritual real y concreta quedara realizada en ese mismo acto permitiéndonos reconocer que si, que nada ha estado apartado o tan lejos que precisase unirse con el esfuerzo mental que eso supone porque si cuando decimos "necesito unir el alma con el cuerpo" nos escuchásemos con atención, notaríamos el absurdo pues, ¿quién vio, midió o toco su alma para saber exactamente dónde se encuentra y así volverla a conectar con su cuerpo?. Más aún, ¿cuánto en verdad se sabe del cuerpo como para estar tan seguro de que no tiene alma o espíritu o se perdió por algún vericueto que requiera de un valeroso guerrero para rescatarla?





En rigor de verdad, si hace falta una actitud de guerrero pero para ir bien adentro y hasta el fondo de uno mismo, del abismo para verlo recordando que él también nos mirara, parafraseando a Nietzsche.
Ver, conocer, comprender, aceptar y crecer pero, esto ya lo explique muchas veces, ¿no?
Lo importante no es lo que hagas ni cómo lo hagas menos aún el resultado, lo importante es que lo que hagas y cómo lo hagas, sea verdadero.
Cuando es lo verdadero lo que se expresa, eso mismo, es unidad.

Claudio Daniel Rios

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