jueves, 12 de enero de 2017
Vida delivery o vivir en serio
No puedo evitar observar cómo buena parte de la humanidad a declinado y desestimado su poder y capacidad creadora y amorosa en aras de una "comodidad" extrema, debilitante y, en ocasiones, perversa la que, paradojicamente y lejos de proveernos bien estar, nos está hundiendo sistemáticamente en nuestra propia extinción y con ella, la del planeta.
En los millones de años de evolución que el ser humano lleva sobre nuestra tierra, si comparásemos ese tiempo en el transcurso de un día de veinticuatro horas, nuestra especie recién aparecería a la hora veintitrés y cincuenta y nueve minutos con escasos segundos. Es decir que, en ese corto lapso, el ser humano fue capaz de inventar lenguajes, millones de herramientas, de ciencias, tecnologías, de filosofías, de religiones, de expresiones artísticas, de medicinas, de reglas sociales, políticas, económicas, y también de tiranías, inquisiciones religiosas, exterminios masivos de humanos y especies naturales provocando miseria, hambre, analfabetismo, y, finalmente, las guerras que solo benefician a las grandes multinacionales, bancos, corporaciones y naciones del llamado primer mundo.
Guerras, cada vez más sofisticadas y cobardemente anónimas capaces de terminar en minutos con la obra maestra de la vida en la tierra..
Sin embargo, es justo señalar que también, en ese período extremadamente breve de nuestra evolución, hemos visto aparecer a visionarios como Bruno, Leonardo, Miguel Ängel, Galileo, Einstein, Gandhi, Ramkrishna, Vivekananda, Mozart, Beethoven, Rumi o Krishnamurti. Sócretes, Platón, Homero o Shakespeare,
Como hay Yin hay Yang, y por ello no podemos desviar la mirada de haber erigido a seres despreciables como Hitler, Stalin, o la cofradía de capitalismo salvaje que ha encabezado los Estados Unidos desde finales de la segunda guerra mundial hasta la fecha, como tampoco los desmanes dictatoriales en latino américa o áfrica o, el despilfarro económico de las potencias europeas y la hegemonía china, propiciando el calentamiento global con su consecuente cambio climático, para que tan solo el uno por ciento de la humanidad se vea beneficiada de más del ochenta por ciento de las riquezas económicas y recursos naturales, en desmedro de una cifra millonaria de devastación, indigencia y hambre cuando, a decir verdad, los bienes planetarios aunque cada vez más escasos, bien podrían satisfacer ampliamente las necesidades básicas de todos los que habitamos esta casa.
Con el ánimo puesto en rescatar lo mejor de nuestra condición humana me pregunto: ¿Cómo justificar con una simple teoría evolutiva, la construcción de la Capilla Sixtina, el Taj Mahal, la Gioconda o El David? ¿El Réquiem, La novena sinfonía o la Pasión de San Mateo?
¿El vehículo diamantino del mahayana, el catarísmo, el amor cortés de los trovadores accitanos, el sufismo o el vedanta? y, ¿de dónde procederían Sidharta Gautama Buda, Jesús el Cristo o Mahoma?
Sobre todo lo expuesto como de nuestra bella y no menos valiosa humanidad, a lo que podríamos agregar multitud de ejemplos más, yace inminente la amenaza de destrucción masiva por parte de un arsenal que podría hacer estallar la tierra innumerables veces, acabando con la que podría ser, quizás, la única expresión de vida que jamás haya existido y existirá.
En esos minúsculos espacios del reloj que marca los tiempos de evolución como de duración fugaz e impermanente, hemos acallado por varios siglos las voces de hombres y mujeres de gran sabiduría que anhelaron una comunidad basada en el amor y la confraternidad, a cambio de superfluos placeres materiales que al cabo de unos instantes de tenerlos en nuestras manos, pasan a engrosar las filas de una montaña interminable de basura, donde también depositamos, muchas veces sin saberlo, nuestra integridad y capacidad creativa con la que bien podríamos hacer realidad aquello del paraíso en la tierra.
La era de la comunicación no podía ser más elocuentemente incomunicada pues, adictos a la tecnología y encerrados en nuestras cuatro paredes, donde aumentamos la creencia de que se ha vuelto el único lugar seguro para vivir, (así lo machacan y sostienen incansablemente esos medios de ¿comunicación? ), confiando en extraños mediáticos pagados para sostener un sistema enraizado en el miedo y la superficialidad, dejándolos entrar hasta adueñarse de nuestra casa, cuerpo, mente y corazón, para creer más en lo que nos dicen y muestran que en nuestra propia capacidad de sentir, pensar, reflexionar, dialogar y crear,
Amputados de pensamiento crítico vamos desmembrando y desnutriendo el lenguaje y con ello, el poder extraordinario de la oración, del mantra cósmico que haga realidad la intención y la compasión de sanar el alma y el cuerpo de nuestra vulnerable existencia y la de cada ser con el que compartimos este mundo, aplicados a la sola tarea de que todo nos sea dado y hecho con la menor intervención posible y convencidos de "saberlo todo" porque..."la televisión no miente" cuando la gran mayoría ni siquiera pasa de leer un mero título periodístico.
Tecnologías que bien ayudan y acrecientan las posibilidades de acceder a una mejor calidad de vida, siempre que sepamos reconocer su uso adecuado y medido y no el adormecimiento mental que cada dia aumenta en la mayoría de los mortales que parecen vivir por y para su celular como si en ello les fuera la vida.
Se me ocurre subrayar que muchos avances generados por el ser humano como la penicilina, los rayos x, el baypass, las medicinas preventivas milenarias o el trasplante de órganos, bien pueden ubicarse dentro de ese mejor vivir más, como el haber podido mejorar las condiciones higiénicas de una buena parte de la población siendo esto último, el aporte más destacado en áreas de salud.
En tiempos de delivery, de quererlo todo para ayer, de nada o poco me importa el otro, de miedo por lo que no pasa o sí sucede pero, como no alcanza lo que es para llenar la cuota de adicción necesaria, la aumentamos o exageramos para tener a mano excusas varias para no ocuparnos en tomar nota de la responsabilidad que no asumimos pues, mal que le pese a alguno, si estamos todos en esta gran casa madre, nadie por poco que le parezca, queda fuera de ser partícipe activo de su accionar planetario el cual multiplicado por miles de millones de acciones similares, alcanzaría para comprender por qué y cómo llegamos hasta aquí.
Muy a mi pesar como al de muchos más, debemos también contabilizar que no nos enseñaron cual es el amor de verdad y quizás por ello, tampoco llegamos a comprender cual es el miedo cierto y concreto, y por eso lo confundimos con un amor chiquito, miedoso y egocéntrico que a estas alturas, no puede continuar prevaleciendo y ni falta hace explicar las razones porque bien están a la vista de quién quiera y se permita ver.
Hablo de amor/miedo que no te deja ver que alimentas a esos hijos que decís amar con comida chatarra, Con pocas y mezquinas horas de atención y afecto y si demasiado aparato y actividades que la mayoría de ellos detesta porque siente que lo que de verdad quieren es saber que los amas y que nada ni nadie es más importante para vos.
Ese amor/miedo que confunde los términos y cree más en los mandatos y en las obligaciones impuestas que en la propia capacidad de construir un mundo para todos donde ese hijo que decís amar, vuele, se caiga y retome el vuelo a su modo confiado y tranquilo porque sabe que puede retornar a casa donde te va a encontrar para que lo mires como a un ser único, libre e imperfectamente humano, al que ya no se le pregunte ¿qué querés ser cuando seas grande? sino y porque ya ES, solo se le permita hacer lo que mejor le quepa en el cuerpo porque cuando se hace desde el SER no solo la vida se alza plena y completa en y hacia todas las existencias sino que, también, mucho se disminuyen las probabilidades de desviarse en desvalorización de sí mismo y de los demás con la consecuente violencia y agresión que tanto nos duele y vemos a diario.
Una vida masticada y hasta digerida que aumenta el colesterol, la obesidad, la presión arterial, el estres, la depresión, el consumo de psicofármacos (como las arcas de empresas farmacéuticas solo destinadas a que nunca te sanes) pánico o adicciones, no puede tener la arrogancia de llamarse vida.
No puedo aceptarse con tanta liviandad y naturalidad que se diga "vida normal"cuando una persona desbordada de dinero y poder con los que bien podría vivir muchas vidas más sin moverse de su casa, continúe actuando con el único fin de seguir teniendo cada día más, en detrimento de quienes tienen cada día menos. Sobre esto último, y sin importar de quién se trate, me permito invitar a la Organización Mundial de la Salud a que sume en su lista de enfermedades psiquiátricas a todo aquel que actúe bajo la condición mencionada, porque solo quién muestre una conducta de ambición desmedida y enajenada de toda empatía y respeto por la vida humana y planetaria, no debería ser considerado un ser sano aunque si con derecho a ser tratado.
La vida, aunque por lógica incluya lo que menos nos guste de ella o si no nos estaríamos engañando, se siembra desde una conciencia que alcance a comprender que el bien estar, no puede sostenerse solo en la individualidad como si, en el compromiso que incluya a los demás como a toda la naturaleza.
La vida es la capacidad de comprender que los ritmos no los podemos continuar imponiendo nosotros, sino aceptando los que le son inherentes a la naturaleza en su conjunto.
Que el consumo guarda el dilema de que no hemos conocido hasta aquí un método que permita suministrar de bienes a la humanidad sin depredar y desbastar el planeta por lo que, hasta que ese día sea posible, alcanzaría con adquirir una mente comprometida con ajustar los gastos y la producción a lo que de verdad se necesite ocasionando así, el menor daño posible a los humanos y su entorno.
La vida es el lugar donde nos podemos y precisamos urgentemente encontrar a partir de asumir la responsabilidad de actos, palabras y pensamientos con los que sellamos nuestro destino, hasta ahora más en nuestra contra, para sellarlo a favor de todos.
Marcar el rumbo acorde con la sinfonía de la vida, es también, aprender a escucharnos, a restarle atención y espacio a los ruidos ajenos para poder encontrar en ese silencio lleno de vida y luz que, lo que necesitamos para elevar la mente y el alma, ya se encuentra en cada uno y que, cuanto mucho, hará falta que cada quién se ocupe de encontrar los instrumentos propios a sus facultades para que ellos los ayuden a acceder al mayor descubrimiento que el hombre aún no ha alcanzado salvo, contadas excepciones que es, el amor. Y cuando ese amor real, sin límites y sin segundas intenciones se abra se conectara sin esfuerzo con el de los demás y podrá quizás, alcanzar a una buena parte de todas las formas de vida, del mismo modo que vemos aumentada la separación, el mal trato y el pánico, porque esa es la energía que más alimentamos y de la que nos hemos vuelto adictos.
La vida y el respeto por ella y hacia ella, y no una simple filosofía de bohemios trasnochados o brujos pasados de psicodélicos brebajes; la vida y el respeto por ella está imprimida en la vida misma, siendo como es un organismo vital de increíble inteligencia y acción integradora donde nunca sus partes pueden o buscan actuar fuera del todo pues, cuando así sucede y esto no se logra detener a tiempo ese sistema colapsa produciendo cambios muchas veces irreversibles.
No soy partidario de esperar milagros, cambios masivos de conciencia o a que la presencia de algún ser terrenal o celestial haga posible una verdadera transformación, como si sostengo la práctica en una completa revisión de nuestro ser a través de una meditación profunda y sostenida donde nos atrevamos a vernos la cara de nuestra verdadera cara. Donde cada quién según sus propias posibilidades y circunstancias, acceda a conocer su potencial humano y se avenga a la tarea diaria y sin desmayos de rescatarse del abandono, la vulgaridad o la desidia hacia una práctica de vida donde el amor/miedo deje lugar al amor verdadero y sentido capaz de producir la metamorfosis necesaria hacia una elevada conciencia planetaria.
Quién aún tiembla frente a una cascada, montaña o mar, quién se embelese de cara a una luna enorme como la que en este momento abarca buena parte del cielo; quién siente la necesidad de abrazar sus heridas y amarlas como amaría a un hijo. Quién se deja bailar desde el alma por las músicas eternas. Quien enmudece frente a las palabras del poeta. Quien al mirar las estrellas se apiada de su infinita pequeñez. Quien sabe que no sabe nada y todo lo ve pro primera vez, quien se sienta sereno en la alegría de existir, está llamado a sanar la vida donde la vida esté.
Claudio Daniel Rios
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