Qué bueno
es saber que no existe un único alimento, como tampoco recetas universales que
resulten benéficos para todos por igual.
Qué bueno
es saber que no hay una pastilla que posea todos y cada uno de los nutrientes
necesarios para mantenernos sanos y con vida.
Qué bueno
es saber que en la variedad, no sólo está el gusto, sino también la totalidad
de lo que requerimos para sentirnos medianamente estables.
Qué bueno
es saber que una respiración lenta y profunda pero sin esfuerzo ayuda en los
procesos metabólicos eliminando más fácilmente las toxinas acumuladas.
Qué bueno
es saber que estamos compuestos por un alto porcentaje de agua y que a través
de ella se producen comunicaciones electromagnéticas que transmiten todos los
elementos que el organismo necesita para su correcto funcionamiento.
Qué bueno
es saber, a propósito del agua, que necesitamos ingerirla diariamente para no
recalentar o secar el organismo y así prevenirnos de diferentes enfermedades.
Qué bueno
es saber que somos lo que comemos, pues nuestros tejidos están compuestos de
los nutrientes físicos y energéticos que ingerimos en cada bocado.
Qué bueno
es saber que comer no es igual a alimentarnos.
Qué bueno
es saber que no sólo nos nutrimos de lo que entra en la boca, sino de toda
aquella información que atraviesa nuestros oídos, nariz, ojos, tacto,
pensamientos y emociones.
Qué bueno
es saber que si masticamos lentamente, no ingerimos más de la cuenta, si
evitamos hablar demasiado o, peor aún, discutir durante las comidas, respetamos
nuestro cuerpo/mente, brindándole un mejor trato, y él nos responde ejerciendo
sin sobresaltos sus funciones vitales.
Qué bueno
es saber que si evito, hasta donde me sea posible, enfermarme, también ahorro
tiempo, dinero y energía a las personas directa o indirectamente relacionadas
conmigo como con mi salud.
Qué bueno
es saber que alcanza con que nuestra comida diaria contenga variedad de colores
para asegurarnos un buen porcentaje de vitaminas y minerales.
Qué bueno
es saber que cuando comemos acompañados de personas con las que mantenemos
buenos vínculos afectivos, mejor aún es el proceso metabólico de lo que
ingerimos. Recordemos que, “no sólo de pan vive el hombre, y la mujer“.
Qué bueno
es saber que a más productos envasados, más colorantes, más conservantes, más
saborizantes... en fin, más químicos artificiales.
Qué bueno
es saber que una marca impuesta por el marketing, la televisión y una buena
cifra de dinero con el que inclusive se compran actores o personalidades
reconocidas para “garantizarnos su confiabilidad” no es, en todos los casos,
equivalente a buen alimento.
Qué bueno
es saber que moderando las sales y los azúcares evitamos diversidad de
enfermedades, como presión arterial alta, diabetes, colesterol, desmineralización,
problemas articulares, etc.
Qué bueno
es saber que a más natural y menos manipulado el alimento, menos trabajo le
damos a nuestro organismo para digerirlo y más fortalecidos física como anímicamente
nos sentiremos.
Qué bueno
es saber que para la industria alimenticia, cantidad no es sinónimo de calidad
sino de ganancias y, a más ganancias, menor calidad.
Qué bueno
es saber, a propósito de lo anterior, que las manipulaciones genéticas de las
semillas como de otros alimentos, también miden especialmente cuánto se puede
producir y no qué daño potencial hay en ello.
Qué bueno
es saber que en una maceta pueden crecer innumerables plantas culinarias sin la
necesidad de depender total y constantemente de los caprichos y dictámenes de
las empresas productoras de alimentos.
Qué bueno
es saber que lamentablemente no todo el mundo posee la cantidad y calidad de
alimento necesario para que de esa manera, a la hora de comprar los alimentos
como de sentarnos a comerlos, lo hagamos de manera racional, conciente y
moderada para evitar derrochar o desperdiciar más de la cuenta.
Qué bueno
es saber y comprender que habitamos este cuerpo al igual que habitamos un
hogar, pues de esa manera, tomaremos más recaudos para no permitir la entrada
de visitas que pudieran provocarnos cualquier tipo de daño.
Qué bueno
es saber que ese alimento que vamos a degustar llegó hasta nosotros por la
profunda interrelación que existe entre todos los elementos que lo hicieron
posible. El planeta, el agua, la tierra, el sol, otros humamos, etc.
Qué bueno
es saber que al acceder a una información y experiencias adecuadas, nos
convertimos en actores responsables de nuestras acciones y no en simples máquinas
de devorar para luego, a la hora de sentirnos mal, echar las culpas del caso a
cuanto médico o sistema de salud haya a nuestro alrededor.
Qué bueno
es saber que no sabemos cocinar porque de esa manera tendremos una buena
oportunidad de aprender y de involucrarnos creativa y concientemente con
nosotros mismos a través del trato y manipulación de lo que luego vamos a
comer.
Si algo o
mucho de esto no lo sabías, comprobalo con tu propia experiencia y, si hay
dudas, busca ayuda de la mano de profesionales competentes.
Publicado por Claudio
Qué bueno es saber que lamentablemente no todo el mundo posee la cantidad y calidad de alimento necesario para que de esa manera, a la hora de comprar los alimentos como de sentarnos a comerlos, lo hagamos de manera racional, consciente y moderada para evitar derrochar o desperdiciar más de la cuenta.
ResponderEliminarEstas palabras me parecen fundamentales para sentirse agradecidoy comer con mindfulness.
Muchas gracias por la entrada
Gracias a ustedes por vuestro comentario.
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