viernes, 27 de enero de 2012

Almazen

Cuando era chico me fascinaba ir al almacén del barrio a comprar queso, gaseosas o cualquier otro producto, sobre todo si podía hacerme de alguna golosina. Ahora que estoy recordando ese momento, siento que lo que en realidad me gustaba era mirar esos enormes frascos de vidrio donde se conservaban los fideos, las semillas y granos; las heladeras revestidas en madera, como las que mi abuelo tenía en su carnicería y también los estantes que nacían al ras del suelo y se extendían hasta casi tocar el cielo raso poblados de botellas. Las latas de dulces y las de galletitas que dejándose ver por detrás de un vidrio redondo eran toda una tentación.
Cada rincón mostraba su particular geografía. Todo estaba ahí, a la vista; generosamente expuesto. El reino de los comestibles, el de los artículos de limpieza y otros enseres, tenía su monarca, el almacenero. Ese hombre confiable, campechano, siempre con una sonrisa, interesado en saber de la familia y asegurándose de que a los chicos no nos faltase nada. Esa especie de tío postizo que durante los meses de ajustar el cinturón que, dicho sea de paso los hubo por largo tiempo, no dudaba un segundo en fiarnos con un... “vaya tranquila, señora, después me lo paga, no se preocupe”. Y cómo esperar menos de alguien que sabía de penurias cuando la guerra poco menos que lo había empujado a cañonazos de su tierra.




Cierta tarde, pero bastante más acá en el tiempo, reflexionaba sobre el modo correcto de llevar adelante mi profesión, cuando volvieron a mí esas imágenes y, más que nada, aquella actitud honrosa de saber servir que aquel hombre tenía con sus clientes casi amigos, podría decir. Entonces, reparé en el hecho de que como servir es también mi ocupación al dictar mis clases de chi-kung y meditación, contar con el privilegio de poder hacerlo se torna una oportunidad inapreciable para aprender a practicar la generosidad, la amabilidad, la gratitud y hasta la compasión si me es posible.
Cierto es que realizar esta tarea requiere recorrer un camino hacia uno mismo para corroborar la existencia de tales cualidades. Virtudes muchas veces subordinadas a actitudes mezquinas, testarudas, temerosas, o enojosas por las cuales también hay que aprender a transitar, a ver, a aceptar para poder trascenderlas, soltarlas y dar permiso para que asome la claridad. Claridad de acción, pensamiento y palabra.

Ser un samurai, un servidor, tal es su significado, precisa de saber lo que se quiere, de decisión, voluntad, paciencia, mucho trabajo, entrega, equivocarse, remediar (volver al medio, al equilibrio) y continuar sin dejarse vencer, dispuesto a lo que se cuadre y teniendo presente esa condición que el maestro Shunryu Suzuki denominaba: “mente de principiante”. Principiante porque aunque ya “sepamos” hacer las cosas, cada vez que volvemos a repetirlas se vuelve casi como la primera vez; repetición que requiere de esa atención sobre la que tanto machaca el zen y sin la cual difícilmente se pueda tomar conciencia acerca de cómo realmente están sucediendo las cosas para poder adaptarse a ellas. Porque pregunto, ¿acaso porque ya sepamos caminar es que nunca más tendremos un traspié? O, ¿porque sepamos cómo llevarnos un bocado a la boca es que nunca más se nos volcará el alimento?
La atención plena en lo cotidiano nos regresa al presente, al único tiempo real.

Saber que aquí estoy, sirviendo, dando, que es también darse, para que aquel que lo necesite pueda tomar la clase respetando los tiempos de aprendizaje, respirando para vivir a pleno y no lo contrario, intimando cuidadosamente consigo mismo y así, paso a paso, ir utilizando correctamente las herramientas brindadas que permitan redescubrir sus atributos.
Singularidades que beneficien su existencia y la de los otros, hasta el día en que él o ella decidan retirarse sin que por mi parte medie ni la más ínfima intervención, pues cada quién deberá aprender a usar la libertad de que disponga tanto para saber cómo vivir en el espacio escogido, dentro del ordenamiento otorgado y compartiéndolo con los demás respetuosamente, como para un día retirarse al igual que nos retiramos del mercado luego de adquirir lo necesario.




Aprender, gozar y servir, para eso tenemos que vivir, me recuerda un amigo al final de un correo. Y al observar las tres palabras, y sobre todo al ir practicándolas, encuentro algunos puntos en común: dar, entregarse, confianza, espontaneidad, soltura, vacío, el vacío de no saber y no ahogarse por ello y estar abierto a los otros, al momento y a sus circunstancias.
Aprender a comprender la impermanencia de toda forma, lo que permite revalorizar este irrepetible instante, la interdependencia, el otro y yo nos necesitamos; familiarizarme con la incertidumbre, disfrutar del milagro de estar vivo concientemente, servir brindándome desde el corazón, desde el amor, por aquello de que el amor lo cura todo, para que decline el desamor, porque detrás está la vida.

Al servir, y aún no encontrándome detrás de un mostrador, me abro a ese otro que, igual a muchos, es también distinto y único. Un holograma del resto de la humanidad, del planeta y hasta del universo. Todo un desafío, si me preguntan, y al mismo tiempo, una maravillosa ocasión de reconocerme en ese otro ser delante de mí. Presencia que me ayuda a redimir mis faltas, a sanarnos, a compartirnos, y aprender a escuchar.
Aquí, en esta vida y como el almacenero de mi barrio, que pueda yo recibirlos con una sonrisa, con un abrazo de corazón a corazón, que sepa servirlos en lo que esté a mi alcance y por favor, que puedan ustedes disculpar si algunas veces por exceso de entusiasmo, estupidez o ignorancia me despisto un rato del camino correcto. Pero eso sí, cuando ello suceda, que valga el derrape para aprender lo que de mí mismo muestre la banquina, los extremos y luego, amorosamente, volver al sendero para junto con ustedes continuar aprendiendo, disfrutando y sirviendo.

Hola, ¿en qué puedo servirle?

Publicado por Claudio

viernes, 20 de enero de 2012

Que la verdulería sea tu farmacia



Que la verdulería sea tu farmacia o, lo que sería lo mismo, que tu alimento sea tu medicina.
Sin pretender desestimar el uso de remedios cuando sea muy necesario, lo que intento mostrar con estas frases, muchas veces oídas o leídas, es la posibilidad que tenemos de tomar los alimentos con una actitud preventiva, amén de nutricia y placentera. Para que esto se pueda realizar, permítanme sugerirles algunas recomendaciones.

1. Comer sólo cuando se tenga hambre y beber sólo cuando se tenga sed. Es una buena manera de evitar carencias o excesos.

2. Evitar el desperdicio de alimentos y líquidos. Consumir sólo lo que se va a comer es una manera de ser solidarios con los que menos tienen.

3. Evitar, en lo posible, los alimentos contaminados con colorantes, conservantes, edulcorantes o aquellos que tienen insecticidas. Estos aditivos se encuentran en frutas y verduras no orgánicas, embutidos, conservas, gaseosas, aderezos, enlatados y en todo producto envasado.

4. Consumir alimentos siempre frescos y preferentemente orgánicos: frutas y vegetales de estación; vale que siempre recuerdes la estación en la que están disponibles cada uno para evitar ingerir alimentos madurados artificialmente. *

5. No ingerir alimentos ni demasiado fríos ni demasiado calientes; eso provoca malas digestiones.

6. Hacer las 4 comidas diarias; el índice más claro de una alimentación correcta está en no sentir hambre de 4 a 8 horas después de cada comida.

7. Cenar liviano, recordando la frase que dice “desayunar como reyes, almorzar como burgueses y cenar como mendigos”.

8. Caminar después de comer; eso ayuda a la digestión y, sobre todo, por la noche. Si no nos es posible caminar, tratar de cenar dos o tres horas antes de irnos a dormir.

9. Masticar lenta y cuidadosamente cada bocado es el primer paso para lograr una buena digestión. No olvidemos que los alimentos comienzan su proceso de metabolización en la boca a través de la insalivación.

10. Evitar los nervios y el estrés a la hora de las comidas que, por ejemplo, nos provocan los noticieros o las discusiones; sólo concentrarse en la comida y disfrutarla.






Un exceso que podemos tratar de evitar es no querer hacer todo lo que aquí les escribo a un mismo tiempo porque, como es de esperar, resultará dificultoso. Por lo que les propongo elegir un punto de la lista y arrancar por ahí, dándose el tiempo suficiente para que se pueda realizar la elección tomada y luego, seguramente, se podrá ir agregando lo restante e incluso, aplicando nuestra creatividad, sumar otras actitudes también saludables.

Si bien cada quien debe medir su propio ingreso económico a la hora de comprar, es bueno recordar que se es más inteligente, si por inteligencia entendemos hacernos y hacer el menor daño posible, que al momento de gastar lo hagamos pensando en productos de óptima procedencia, calidad y sustentabilidad ecológica y no acabar derivando lo ahorrado en medicamentos y tratamientos médicos más costosos aún.

La cantidad, calidad y forma de alimentarnos es una tarea que podemos realizar con respeto y concientemente. Elegir los alimentos, prepararlos, ofrecerlos a nuestros seres queridos o a nosotros mismos con igual amor y agradecimiento, teniendo presente que nuestro cuerpo se construye a partir de ese alimento, tanto por sus componentes biológicos como por el agregado afectivo con el que los manipulamos y cocinamos.

* Leer en este mismo Blog en: Cocina Zen: Dieta vegetariana.

Publicado por Claudio

viernes, 13 de enero de 2012

Anatomía de una respiración



Deseo abrir el año nuevo dándome un respiro y, como de respirar se trata, volver sobre la importancia fundamental que tiene una correcta respiración durante nuestra práctica.
La diferencia con otros escritos sobre el tema es que, en esta oportunidad, quiero subrayar algunos aspectos anatómicos que permitan comprender mejor por qué se hace tanto hincapié sobre la manera correcta de colocar nuestro cuerpo al momento de sentarnos durante zazen.

Al ingresar en un zendo, nos mostrarán la postura corporal, indicarán la manera de ejecutar la respiración y señalarán aspectos de la actitud mental, pero tengamos presente que los tres puntos –postura, respiración, pensamientos- no están en absoluto separados.
Tampoco se trata de ir logrando primero uno y luego lo otro, puesto que se van perfeccionando simultáneamente.
La postura exacta de zazen es la que permite al aliento ir y venir libremente.
La actitud durante zazen de estar atentos a lo que ocurre sin caer en juicios o valoraciones facilita el desarrollo respiratorio, obteniendo un ritmo que ayuda a dejar pasar los pensamientos y, a su vez, endereza y fortalece el cuerpo.

Hagamos ahora un repaso anatómico y funcional de algunos puntos de la postura para una correcta respiración durante la práctica.



Posición de las piernas: Siempre comenzamos por asegurarnos que las rodillas, al cruzar las piernas, estén en contacto con el suelo y los glúteos sobre el “zafu” (almohadón de meditación), para que de esta forma la columna se encuentre bien sostenida.

La lengua y la mandíbula: La punta de la lengua debe descansar apoyada en la raíz de los dientes superiores sin presión pues, si la lengua permanece apretada, esta tensión bajará por la garganta, cerrándola parcialmente y disminuyendo el paso del oxígeno a todo el cuerpo. Por la misma razón, la boca se mantiene cerrada pero sin que los dientes se presionen exageradamente entre sí.

La columna vertebral: Entre las vértebras cervicales sexta y séptima nacen las raíces del nervio frénico, el cual irradia y permite el movimiento del principal músculo de la respiración, el diafragma. Por tanto, el gesto tantas veces repetido en la práctica de zazen de “recoger el mentón” lo que hace es enderezar la columna a esa altura y liberar esta inervación permitiendo, por tanto, un mejor funcionamiento autónomo del diafragma.
Mantener en línea la totalidad de la columna, evitando que se encorve cayendo hacia delante, se incline hacia un costado o se halle rígida, es esencial para el buen paso del aire y el movimiento relajado de los músculos respiratorios-intercostales, serratos, etc.

Las caderas: Al tener las piernas cruzadas, éstas se posicionan en rotación externa y anterversión de la pelvis, con lo cual se marca la lordosis lumbar normal, dando lugar a que el abdomen se encuentre suelto de cualquier tensión posible, pues si esto no ocurre, la respiración encontrará allí otro obstáculo, porque el diafragma se verá impedido de realizar su natural movimiento de ascenso y descenso. La obturación del “hara” (abdomen) condiciona la totalidad de la postura, alterando el modo correcto de respirar y provocando que la mente se distraiga más fácilmente con cualquier pensamiento o idea.
Por el contrario, si dejamos el abdomen liberado, el diafragma, que separa la cavidad torácica de la abdominal, asentándose en las costillas y la columna vertebral dorso-lumbar, se vuelve el motor del movimiento respiratorio.
La conexión respiratoria con el hara crea un movimiento circular que proporciona fuerza y estabilidad a la postura, estando esto íntimamente ligado al estado de “no ego”, como nos lo recuerda el maestro Taisen Deshimaru.






La respiración ha de efectuarse siempre por la nariz, de manera cuidadosa, casi imperceptible, sin retener el aire ni interrumpiéndolo abruptamente, dejando que la inspiración se funda con la espiración.
Durante la espiración, el diafragma sube a la vez que empuja a los pulmones, forzando la salida del aire. En la inspiración, el diafragma desciende, empujando los músculos abdominales hacia fuera, como un globo al inflarse, permitiendo el ingreso del aire.
Este es el modo natural de respiración. Una vez interiorizado, se busca que al momento de exhalar, los músculos abdominales ejerzan una leve y equilibrada presión de descenso, produciendo así una espiración más prolongada y continua. Este es un punto crucial que invita al abandono, al soltar sin actuar tanto desde la propia voluntad, sino observando qué pasa y dejándolo pasar.

En definitiva, y como escribí en los primeros párrafos, la postura, la respiración y la mente se vuelven una sola, llevando la experiencia de zazen a olvidar toda técnica y a dejarse “ser respirado” por el universo entero.

Publicado por Claudio

viernes, 6 de enero de 2012

Shakuhachi

La flauta Shakuhachi realizada en caña de bambú que se utiliza en la actualidad se deriva del instrumento aparecido a comienzos del período Edo (1603 - 1868) en manos de los monjes itinerantes de la secta Fuke del Budismo Zen. Estos monjes dentro de su entrenamiento tenían tres prácticas principales: la meditación o zazen, la interpretación de la flauta Shakuhachi, y en algunas ocasiones la práctica de algún arte marcial, debido al peligro que representaba viajar por algunas zonas de Japón en la época.

En la interpretación de esta flauta los monjes buscaban básicamente dos cosas: la emisión de sonidos ásperos o "sucios", - ya que creían que a través de estos podrían purificar su espíritu-, y el control de la respiración.


Publicado por Claudio