viernes, 11 de febrero de 2011

Crisis Depurativas

La flor de loto está asociada desde muy antiguo con pureza, divinidad, riqueza, fertilidad y longevidad, entre otras cosas.
Haciendo un paralelismo con nuestra condición humana, podríamos decir que, así como ella emerge de la oscuridad de las aguas pantanosas, irguiéndose a través de su tallo hasta alcanzar la belleza que claramente se observa en sus pétalos, nosotros, humanos, también podemos alcanzar ese estado reconociendo nuestra verdadera naturaleza yaciendo en las profundidades de nuestra ignorancia o impureza egótica, pues, como la flor de loto, también poseemos tal condición verdadera, o para mejor decir, eso es lo que en realidad somos.
Purificarnos, acceder al redescubrimiento de nuestra naturaleza esencial requiere una guía competente, interés, decisión, perseverancia, paciencia, capacidad de observación sin crítica o juicio, entre otras virtudes. Por lo tanto, podemos comenzar por ocuparnos en quitar o desaprender aquellos hábitos rígidos y caducos que entorpecen el camino.

Cuando las enquistadas costumbres van siendo removidas, es importante prestar atención a lo que ocurre durante esos períodos de depuración promovidos tanto por los cambios en nuestra alimentación, esto es, pasar de una dieta principalmente cárnica a una vegetariana, como en las primeras fases de alguna actividad o disciplina física luego de mucho tiempo de sedentarismo.
Por lo que nos será aconsejable saber y no olvidar que seguramente vamos a encontrarnos con algunas crisis depurativas. La cantidad, duración e intensidad de las mismas dependerán de muchos factores. Veamos primero qué quiere decir eso de crisis depurativas.

Cuando una persona ha comido durante muchos años “como todo el mundo”, es decir, le ha introducido a su organismo toda clase de toxinas. Cuando, además, ha consumido fármacos cada vez que se sentía enferma, o inclusive ha movido su cuerpo apenas para lo esencial y rutinario, su vitalidad ha ido mermando poco a poco y su cuerpo ha reaccionado con síntomas diversos (fiebre, catarro, cansancio, nerviosismo, etc.) que se han abortado, se han curado, sin prestar atención a las causas que los producían.

Al cambiar su alimentación y sus hábitos de vida, al dejar de consumir fármacos al menor síntoma, e incluir actividad física, su organismo aumenta su vitalidad, su energía.

Dicha energía vital el cuerpo la va a emplear en restaurar sus órganos, aparatos y sistemas. Lo primero que se produce es una movida de los tóxicos que se van a ir desincrustando de donde se encontraban para buscar las vías de salida mediante alguno de los canales de excreción del cuerpo. Esto puede producir síntomas de malestar, fiebre, cansancio, nerviosismo, dolor de cabeza, catarro, etc., que indicarán que la sabiduría interna del propio organismo está haciendo su trabajo de restauración, de ajuste, de regeneración. Si comprende esto, el neófito no se asustará, ni pensará que se siente mal porque le falta la carne o está mal alimentado, o que el ejercicio “no me sirve”, sino que le ayudará a su cuerpo en dicho trabajo, no interfiriéndolo, con más descanso, menos alimento y, sobre todo, con la seguridad y confianza en sus propias fuerzas regeneradoras.

Aprenderá a no ver la enfermedad como algo malo contra lo que hay que luchar, sino como un aviso para tomar conciencia de que es necesario cambiar, ya sea física o psíquicamente.

Si la persona persiste en una buena conducta emprendida, el vigor irá cada vez en aumento y su energía vital será cada vez mayor. Eso no le permitirá volver a sus malos hábitos impunemente, sino que, si da un paso atrás, su naturaleza le avisará con diferentes síntomas o crisis. Si resiste en cuidarse cada vez más y mejor, en el momento en que baje en su interior el nivel de tóxicos, de vez en cuando o cada vez que el nivel tienda a aumentar, tendrá algunas crisis depurativas que le ayudarán a “quemar” o eliminar dichas toxinas. De esta forma natural en que irá reaccionando su cuerpo, tendrá, cuando éste lo crea necesario, crisis agudas, pero se liberará de las crónicas, las degenerantes.

Las enfermedades crónicas son el resultado de haber ido abortando, paralizando o curando diversas enfermedades agudas.
Al haber sido, una y otra vez, suprimidas con fármacos, el organismo cede, se da por vencido, no le quedan fuerzas para desencadenar procesos agudos que le ayudarían a liberarse de sus venenos, y se habitúa a vivir con ellos, es decir, queda establecida la enfermedad crónica. Enfermedad que ya no será capaz de eliminar ninguna clase de medicamentos, pero que puede regenerarse si la energía del paciente no está demasiado mermada.

Todo lo concerniente al proceso de cambio y depuración por el que transite la persona será redituable siempre y cuando exista o se vaya construyendo una mentalidad paciente, tolerante y perseverante, luego de que el practicante de una vida saludable haya podido aprender que para llegar de la salud a la enfermedad crónica, pasó por la enfermedad aguda. Y que ahora el proceso será el contrario: pasará de la enfermedad crónica a la salud, pero atravesando, inevitablemente, procesos agudos. Si esto lo ha comprendido, no se asustará cuando llegue la crisis, el cambio, sino todo lo contrario, se pondrá contento al comprobar que su organismo ya tiene suficiente energía como para poder provocar crisis depurativas.

Suele suceder que las primeras veces que la persona hace monodietas (sólo frutas, verduras, jugos, agua) o pequeños ayunos de sólo 24 a 36 hs., aparezcan pequeñas crisis depurativas que le pueden producir náuseas, cefaleas u otro malestar. En la medida en que se persista en tan benéfica práctica, dichas molestias no sólo desaparecerán, sino que ese día se experimentará un bienestar desconocido hasta entonces.

Si bien mi interés en esta nota es hacer hincapié en la depuración alimenticia, vale mencionar que ocurre mucho de lo aquí expresado cuando nos proponemos realizar actividades físicas. No ahondaré en la cuestión, pero sí quiero señalar que los síntomas habituales de: dolor de cabeza, tensión, cansancio, etc., pueden verse aumentados en los primeros días de la práctica como consecuencia de una resistencia que el cuerpo experimenta ante el cambio que queremos lograr a causa del exceso de toxinas acumuladas durante meses o incluso años.
De ahí que suelo sugerir que cada persona organice equilibradamente y con buen asesoramiento los pasos a seguir en los cambios que se desean hacer, tanto en lo concerniente a la alimentación como a la actividad física. A todo esto es indispensable sumarle una tercera parte a la cuestión como es el descanso, tema que abordaré en otro artículo.

Por último, tengamos en cuenta que tanto podemos ser personas que sólo quieren curarse, o sea, que otro se ocupe de nuestra salud a base de medicamentos, o por el contrario, ser seres humanos sanadores, es decir, hacernos cargo por nosotros mismos de todo aquello que contribuya con un verdadero, responsable, maduro y sostenido bienestar.

La flor de loto surge de la inmundicia, de la profunda oscuridad, recordando la condición del hombre: hecho de material corrompible, su ser puede elevarse hacia planos sublimes.

Fuente consultada: Carmen Caraballo Ortega
Publicado por Claudio

1 comentario:

  1. siempre me llamó la atención la flor que aparece en la nada más árida, es parte de cada minuto de mi vida esa imagen tan alentadora. Con este elemento y el conocimiento de que podemos depurar nuestro cuerpo sin lamentar lo que se nos desprende simultaneamente pretendo caminar, andar, transitar la senda que diariamente yo elija.

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