Pregunten: ¿Quién quiere lavar el arroz? Y lo que escucharán será un silencio jamás imaginado. Sí, lo sé, lavar el arroz, las legumbres o limpiar las verduras de hoja no es tarea que muchos se atropellen por hacer primero. Sin embargo, en el caso de las semillas, legumbres o el arroz mismo, si no queremos que a la hora de masticarlos, una piedrita no vista en el momento oportuno acabe por mandarnos al dentista, mejor será tomarnos el tiempo y la paciencia de revisarlos para evitar que éstas u otras situaciones le roben sabor a nuestra comida.
Particularmente, me inclino por el arroz integral, ya que, a diferencia del arroz blanco, como comúnmente lo conocemos, guarda todas sus propiedades nutricionales (proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas). Hay personas que no lo eligen porque les resulta un tanto difícil masticarlo; esto se debe a que contiene la cascarilla, el salvado, el almidón y el germen que al arroz blanco se le quita, dejándolo sólo con su almidón o, lo que es peor, se le adicionan vitaminas y minerales sintéticos... Sí, así de absurdo e ignorante, pues, teniendo el arroz todos estos valores por naturaleza, el hombre, interesado en producir más para ganar más, quita lo que la naturaleza provee y adiciona químicos...
Como ya expresé en el texto anterior, la comida no es sólo el placer de digerir lo que nos gusta, sino asegurarnos de que, al mismo tiempo, esté otorgándonos los nutrientes que nuestro cuerpo necesita para desarrollar sus funciones vitales del mejor modo posible.
El arroz integral favorece el buen funcionamiento del hígado, pulmones e intestinos. Su consumo es muy energético y de fácil asimilación.
Existen distintas variedades de arroz integral, siendo los más comunes: de grano corto, medio y largo.
Se puede consumir durante todo el año y en cuanto a cuál suelo usar, les digo: arroz yamaní, porque es equilibrado y el que menos almidón posee.
Pero cualquiera que escojan estará bien.
Cómo prepararloCuando me pongo a lavar el arroz, me viene el recuerdo de una escena de la película “Los siete samuráis”, un clásico del cine de todos los tiempos, del director japonés Akira Kurosawa, en la que un grupo de estos hombres, sacudidos por la miseria y el desabastecimiento, guardan celosamente cada grano de arroz en los sacos, procurando no desperdiciar ni uno.
Sé que probablemente les causará gracia lo que paso a contarles, pero durante el proceso de lavado y hasta que lo coloco en el recipiente en el que lo voy a cocinar, me vuelve nuevamente aquella imagen cinematográfica, y quizá por respeto al valor del alimento y lo duro que fue y es para tanta gente cosecharlo, trato de que no se me caiga ninguno.
Aunque no me crean, un grano de arroz, como un grano de arena, guarda toda la energía del universo.
Tomen el arroz en la siguiente cantidad: un vaso de arroz por tres de agua. Luego calienten la sartén sin aceites y echen el arroz para tostarlo unos breves minutos.
Posteriormente, agreguen el agua y tapen el recipiente con una tapa que ajuste bien o con papel aluminio, y una vez que al agua esté hirviendo dejen que se cocine por unos 25 a 30 minutos a fuego lento hasta que se haya evaporado toda el agua. Si esto ocurre antes que el arroz esté listo, agreguen algo más de agua.
Pueden colocar durante la cocción una hoja de laurel para saborizarlo o cualquier otra hierba aromática. A mí me gusta ponerle ramitas de romero.
Un ingrediente que gusto mucho de usar en el arroz y también en ensaladas, verduras cocidas al vapor o incluso fideos es el gomasio.
“Gomasio” es una palabra japonesa que significa: goma = sésamo; sio = sal.
La preparación es muy simple. Se tuesta el sésamo, en lo posible que sea integral, en una sartén sin aderezos durante unos breves segundos. Una vez listo, se agrega sal marina y se lo muele en un molinillo de café o dentro de un mortero.
El gomasio se lo puede conservar fuera de la heladera.
El arroz, una vez cocido, lo suelo combinar con diferentes verduras (zanahorias, remolachas, chauchas, zapallitos), las que corto normalmente en pedazos pequeños para su mejor cocción. También suelo agregarle, algunas veces, almendras, semillas de girasol o pasas de uva; lo espolvoreo con el gomasio o algas marinas, ricas en minerales y oligoelementos, y lo alineo con aceite de oliva de primera prensada en frío.
Las verduras pueden cocerlas al vapor, de esta manera guardarán más sus componentes esenciales, o saltearlas en un poco de aceite, también de primera prensada en frío.
Otro alimento que uso con frecuencia para comerlo junto con el arroz son los hongos o champiñones, que los hay de muchos tipos. En este caso, dependerá de cómo quiera comer el arroz. Por lo tanto, los puedo comer crudos, al vapor, unidos a la sopa o también salteados con un ajo, cebolla de verdeo y algún ají rojo, verde, amarillo o un poquito de los tres.
Las posibilidades que nos ofrece este milenario grano de cereal son infinitas. Bastará para su buen uso alguna guía inicial, creatividad a la hora de cocinarlo y ganas, muchas ganas de comer sano, práctico y espiritual, como dice el amigo Espe Brown. Que así sea.
Cuento Zen
Un hombre estaba poniendo flores en la tumba de su esposa, cuando vio a un chino poniendo un plato de arroz en la tumba vecina.
El hombre se dirigió al chino y con actitud socarrona preguntó:
- “Disculpe señor... ¿de verdad cree usted que el difunto vendrá a comer el arroz?”
- “Sí”, respondió el chino, “cuando el suyo venga a oler sus flores...”
Publicado por Claudio