domingo, 15 de agosto de 2010

El señor de las semillas



Mientras releía uno de mis libros de preferencia, Yoga del Agua del autor Carmelo Ríos, reparé en un capítulo dedicado a hombres y mujeres comprometidos de diversas maneras en ayudas humanas y planetarias, entre los que se destacaba un tal Masanobu Fukuoka. Coincidentemente por estos días, una amiga muy querida, que lleva varios años radicada en España, me envió por Internet un boletín sobre Vegetarianismo en el que también aparecía un artículo sobre el señor Fukuoka.
Atendiendo a estas señales, nada casuales para mí, decidí dedicarle al Sensei Masanobu Fukuoka unas cuantas líneas en mi blog para que ustedes también conozcan un poco de la vida de este casi nonagenario japonés, que desde hace cincuenta años lleva adelante la tarea de “sembrar de semillas el mundo”.

Poeta, filósofo, escritor y científico de profesión, Masanobu Fukuoka, un buen día decidió abandonar su función gubernamental como científico e inspector en el Departamento Agrícola de su país, quizás por notar espantado cómo los humanos íbamos cayendo en tan dramática desnaturalización, y recluirse en su pequeña granja con la intención de “Estar aquí, cuidando un pedazo de tierra, en plena posesión de la libertad y plenitud de cada día”, como él dice.

Su amor incondicional, universal, tierno y compasivo hacia la naturaleza hizo que transformara montañas yermas en verdaderos jardines de plantas, flores y bosques.
Un edén que ha construido con sus propias manos, sin recursos, sin productos químicos, a prueba y error, logrando reverdecer, como digo, zonas inhóspitas.
Fukuoka explica: “Hace más de cincuenta años planté las primeras semillas, al año siguiente traje pájaros y animales. Dios se ocupó de hacer lo demás”.

Masanobu Fukuoka piensa que la clave de la regeneración de la vida en el planeta Tierra se encuentra en las semillas. En efecto, las semillas que tanto ama son portadoras de un KI (energía) muy poderosa (en excavaciones arqueológicas se han encontrado granos de maíz y trigo datadas hace miles de años, que han visto germinar en laboratorios), capaz de almacenar la información genética y del secreto designio del universo.
La difusión de esporas o semillas es el sistema más comúnmente utilizado por la Madre Naturaleza, ya se trate de un fruto, de un ser vivo de cualquier especie o de un cometa. Los cometas, como espermatozoides gigantescos, sembrando las semillas de la vida a través del útero cósmico.

Son muchos los seguidores de la sencilla doctrina del maestro Fukuoka.
Esta doctrina proclama: “Hacerse a un lado, abrir la puerta, dejar entrar el milagro de la vida en nosotros mismos, en cuanto nos rodea. Sólo dejar obrar a la fuerza misteriosa de la naturaleza. Las hierbas y las malezas han sido mis maestros. Ellos me han enseñado esta forma natural de plantar y cultivar”, afirma.

Hace años, Fukuoka hizo un genial descubrimiento, que él minimiza diciendo que “sólo me ocupé de imitar a la naturaleza”. Simplemente mezcló semillas con arcilla, primero a mano y luego con la ayuda de una hormigonera, hasta convertirlas en bolitas de vida que arrojaba a los cuatro vientos. De esta manera, evitaba que las semillas fueran comidas por los pájaros. Luego la lluvia hacía el resto de la tarea deshaciendo la arcilla y enterrando la semilla.
Lo que parece una manera revolucionaria de sembrar es, en realidad, el haber tenido la sensibilidad y observación suficientes para notar cómo la naturaleza hace su trabajo y simplemente, seguir el mismo curso.
Esto lo llevo a sus Cinco Principios de Cultivo Natural.

Primero: No labranza, no voltear la tierra. Ella se cultiva a sí misma por medio de las raíces de ciertas plantas, microorganismos y lombrices.

Segundo: No al uso de fertilizantes químicos-sintéticos o incluso composta preparada. Si a la tierra no se la explota, el suelo tiende a mantener naturalmente su fertilidad.

Tercero: No desyerbar por labranza o herbicidas. Las “malas yerbas” no existen; lo que hay es un mal uso de las plantas, pues las hierbas juegan un papel importante en la fertilidad y balance de la comunidad biológica.

Cuarto: No usar pesticidas químicos-sintéticos porque estos matan indiscriminadamente la
riqueza biológica del suelo, aire y flora. Las plagas son producto de monocultivo y suelo artificial sin humus.

Quinto: No podar. Los árboles y plantas deben seguir su propia forma natural y eso evitará la necesidad de poda.
Fukuoka sostiene: “No necesitamos dinero ni organizaciones, sólo sembrar con el alma para que crezcan mejor. Cuando sembramos, somos como Dios”.

Para Masanobu Fukuoka, la naturaleza es una unidad. No hay principio ni final. Sólo flujo interminable y una metamorfosis continua de todas las cosas. “Hay que observar actuar a la naturaleza a distancia, sin intervenir, y regresaremos a ella porque también somos parte de ella”.
Por debajo de esta sencilla doctrina, se esconde una verdad estremecedora: desposeerse de uno mismo, purificarse, retornar a la suprema sencillez, no interponerse, dejar hacer.
Su experiencia en el terreno científico lo colocó en una postura sumamente crítica ante la manipulación genética de los alimentos, la clonación y otros “avances” científicos, por estar estos en manos de seres humanos con escasa capacidad moral para comprenderlo y utilizarlo según la suprema ley de la armonía que rige el universo. “La ironía es que la ciencia ha servido solamente para demostrar cuán pequeño es el conocimiento humano”, sentencia.

Fukuoka vive básicamente de la venta de sus frutas y verduras orgánicas, cultivadas en su huerta, la cual consiste en media hectárea para el cultivo de arroz, cinco para naranjas y mandarinas, flores, plantas medicinales y de olor, verduras creciendo entre los árboles, hierbas silvestres y frutales.

Leyendo todo esto, puedo trazar un paralelismo con mis actividades, Chi Kung, Shiatzu, Reiki, Meditación... que a la hora de aplicarlos, como Fukuoka sus semillas, trato de hacer lo que hay que hacer sin interferencias para que sea el propio cuerpo quién tras la vivencia o estimulo recibido, haga su particular proceso, hasta alcanzar el flujo armonioso de su circulación energética.
Al ver cómo esto se genera, también me surgen estas preguntas: ¿qué otras trascendentes semillas podríamos sembrar adecuada y concientemente y, al igual que Fukuoka, hacerlo sin forzar a la naturaleza a sumirse a nuestros caprichos inseguros y temerosos? ¿Semillas de odio, ira e ignorancia, o de amor, tolerancia, y compasión? Que cada uno nos sintamos responsables y libres de optar lo que deseemos sembrar, sabiendo que eso cosecharemos.

Por último, les dejo estas palabras del Maestro, mientras arroja semillas, arropado a la usanza del campesino japonés, sonriente, de barba blanca y con su sombrero de paja: “Deberías esparcir la tierra de semillas y después danzar y tocar el tambor, para atraer la lluvia”.



Fuentes consultadas:
Libro: Yoga del agua – autor Carmelo Ríos de Ediciones Gaia.
Página web: www.tierramor.org

Publicado por Claudio

1 comentario:

  1. La arcilla(natural) que envuelve la semilla es quien la guarda hasta ser esparcida a los cuatro vientos y asi esparcida germine a distancia una de otra sabiendo que son la misma energia.
    Las semillas del amor,tolerancia y compaion, cuidadas en nuestro interior, solo envueltas en nuestro ser natural sin corazas artificiales podran salir a la luz si dejamos nuestro ego y teniendo fe en nuestra propia naturaleza celebrar que siempre habra buena cosecha. ADRIANA

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