El alma desciende al cuerpo físico sabiendo a qué viene: a aprender experimentando aquello que aún no sabe o no comprende.
En el camino, se las verá con la personalidad o el ego, esa construcción hecha por la crianza, la escuela y la sociedad, pero, sobre todo, por la forma en que esos vínculos hayan impactado en nuestra psique.
Ese ego también buscará hacer todo aquello que el sistema de creencias le dice que tiene que hacer para ser aceptado en este mundo. Lo que aún desconoce, es que no es él el que elige sino que lo hace a través de los mandatos, doctrinas y dogmas impuestos.
Hay en nosotros, más vidas ajenas que propias llevando el timón.
El alma, por su parte, posee la consciencia de aquello a lo que ha venido, y hará cuanto esté a su alcance para lograrlo y continuar el camino de regreso de la materia, al mundo de lo sutil. Para eso, necesita que el humano donde se halla, despierte del adormecimiento social, educativo, político, religioso, familiar o cultural que lo ata y condiciona para "ser", lo que debe ser y encaje a los intereses del sistema productivo.
Mientras tanto, si el ego queda demasiado prendado de esos paradigmas imperantes que toda institución se ocupa de instalar y controlar, mayormente por ignorancia y miedo de sí mismo, el alma, entonces, dejará ese cuerpo y se ocupará de habitar otro, a los fines de continuar con su aprendizaje.
Por lo tanto, no hay nada que podamos llamar libre albedrío. Esto ha sido una falacia más del sistema para hacer creer que se escoge a voluntad e independientemente de cuánto nos rodea siendo verdad lo contrario. Por un lado, impide ese acto de "libertad", lo que aquí manifiesto, es decir el predeterminismo del alma. Por otra parte, cada vez que tomamos o desechamos un camino, este es sólo posible en relación a causas y circunstancias osea, elementos ya existentes de entre los cuales aceptamos unos y rechazamos otros.
Esto quiere decir que, por mucho que no queramos admitirlo, siempre e indefectiblemente, estaremos ligados a múltiples causas preexistentes sin las cuales lo que elegimos o despreciamos, no sería posible.
En el mejor de los casos, cuando elegimos, si hay una observación clara y objetiva al hacerlo, podremos ser conscientes de ese predeterminismo del alma (algo que por lo general ocurre crisis mediante) y, en ese caso, la vida que la persona lleve adelante, se verá ligada a esa alma para hacer y tener pero ahora, desde esa condición y no, de los mandatos adquiridos.
Dicho de otro modo, hecha la experiencia con, por ejemplo, un tipo de alimentación y reconocer el daño que esto nos provoca, elegiremos, de entre todo el amplio espectro de alimentos disponibles, aquellos que mejor acompañan el buen funcionamiento del cuerpo y la mente para que el alma, en un cuerpo sano, (condición sine qua non para crecer en todo sentido) pueda echar manos en todo cuanto ha venido a vivir para evolucionar y continuar viaje.
Llegado a este punto, confirmaremos la existencia de esa alma, cuando ya nos no limitemos a escoger entre lo malo y lo bueno sino, entre lo bueno y lo mejor de nosotros mismos y nuestras circunstancias inmediatas.
Daniel Shodo
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