A cerca de la confianza en el zen
Bien sabemos que tanto podemos confiar en personas, ideas, creencias, lugares, situaciones o cosas es decir, en lo exterior, como en uno mismo a lo cual llamamos auto estima.
Cuando decimos: "confío en vos", lo que con ello ocasionamos es el acto de estar apoyándonos en un otro creando dualidad y dependencia por no notar que, ese tipo de confianza no implica por nuestra parte ningún esfuerzo al ser el otro quien debe elaborar su confianza para poder entregarla. Esencialmente, la confianza es un trabajo que cada quien ha de aprender con sigo mismo a partir de de dejar ir los miedos. Por miedos me refiero a lo que sucede imaginariamente en la mente y no a un peligro concreto.
En consecuencia si establecemos únicamente este tipo de contrato, por así llamarlo, no alcanzaremos a comprender el valor profundo de esta trascendente virtud y mucho menos el hecho de ver que cuando se confía bajo esas premisas, lo que estamos construyendo es un puente hacia un futuro siempre ilusorio debido a crear la creencia de que con el primer acto de confianza recibido sera suficiente para esperar lo mismo en adelante.
Todo acto de cristalización de la vida la vuelve muerta y anti natural porque obliga a establecer en ese otro ser una acción de constante e inalterable fiabilidad descomponiendo su condición natural y falible en una mera automatización.
La confianza cómoda es precisamente el dejar en los demás toda ocupación de la que no queremos hacernos cargo, aunque nos corresponda asumirla para lo cual, debe previamente establecerse una suerte de condicionamiento de, "no somos capaces o no es para nosotros " sin habernos puesto siquiera a prueba producto de permanecer fuertemente ganados por miedos ancestrales y culturas acostumbradas a no comprender que la tarea en conjunto requiere de la responsabilidad de cada integrante como también, el saber atender los imprevistos excepto que quedemos fagocitados por un "pobre de mi que no puedo...,como de su contra parte, "mejor que yo no lo hace nadie".
La confianza sale a la luz cuando cada uno atiende su juego y en interacción con los demás, para poder aprender a conocer potenciales y limitaciones a ser verificadas y corregidas según causas y circunstancias mediante, en el único tiempo real que no es otro que el presente.
Con la práctica de zazen, vamos aprendiendo a asumir la responsabilidad de nuestra decisiones en la vida ya que vivir plenamente implica fundirse con todo nuestro ser en aquello con lo que estemos comprometidos por ser la responsabilidad tomada el acto de confianza en si mismo y aplicada en la tarea emprendida, aún sin saber a ciencia cierta si estamos errados o no pero, sin que eso nos impida continuar implicados pues no son los resultados el punto de interés central sino, la presencia atenta en el proceso de realización.
No olvidemos que responsabilidad significa, capacidad de dar respuesta, acertada o no, por parte de quienes buscamos aprender. Aprendizaje que en el zen conlleva el no cuestionar (dividir con objeciones de manera egocéntrica la transmisión recibida) para que de ese modo vayamos al encuentro con el sí mismo. Confiamos siempre que estemos dispuestos a abrirnos y a entregarnos a tal fin, como resultado de haber podido soltar los miedos.
Toda dualidad se desvanece cuando aprendemos a soltar tanto el apego como los rechazos
es decir, la opiniones que crean división y le sueltan la mano a la responsabilidad señalada alejándonos de la condición indispensable de aprendices que en el zen se transmite de maestro a discípulo y de manera sostenida a lo largo de los años de práctica.
Si no comprendemos lo trascendente de atravesar las contradicciones, quedaremos presos de un "yo" empobrecido , casi siempre descontento, donde los triunfos serán siempre nuestros y las derrotas asunto de alguien más que deberá solucionarlas.
En resumidas cuentas, dentro de la práctica del zen y más allá de las diferentes formas de confianza que cada quien establezca, esta no depende de nada exterior o interior sino, de la actitud despierta de zazen al no posarnos en ningún fenómeno del cual aferrarnos indefinidamente para ir de lleno al contacto con nuestra naturaleza original pues, donde no hay obstáculo, no hay tampoco lugar o situación a donde ir o atender que no nos sea posible de recorrer.
Como un andariego, el practicante anda por la vida sin casa propia refugiado (confiando) en Buda, Dharma y Shanga.
Shodo Rios