domingo, 1 de abril de 2018

Imagina que...





Imagina que sos dueño de una Ferrari roja, impecable y último modelo con la que podes viajar a alta velocidad y a donde quieras.
Imagina que posees una gran casa a orillas de un mar azul. De ventanas generosas abiertas al horizonte, al sol y a las noches de luna llena.
Imagina que Armani confecciona para vos un vestido o traje de absoluta exclusividad, tanto que, sería imposible hallar otro siquiera parecido.
Imagina que sostenés entre ambas manos un diamante de tal belleza y brillantes como hasta ahora no se a encontrado.

Bien, ¿sabías que ya posees todo eso? Claro, no literalmente pero, si, sos dueño de una mente pura e inconmensurable más veloz que la velocidad de la luz y con la cual podes construir lo que desees o, destruirlo todo, también.
Tenés un cuerpo, la primera casa que habitamos al nacer cuyas ventanas, los sentidos, pueden  elevarte hasta lo fantasioso e ilusorio o, ver y sentir a través de él, de la casa/cuerpo, la vida latiendo exactamente como ES.
Nadie en todo el planeta luce como vos ahora porque como vos, ahora y siempre, sos y serás auténticamente único e irreemplazable. A propósito, ¡qué elegante se te percibe! ¿Aún no lo notaste?
¿Y el diamante? El diamante es quien en verdad somos construido de tres facetas que lo contienen todo, compasión, ofrenda o desapego y sabiduría.

¿Y entonces? Entonces, queda que te atrevas a observar sin agregar o quitar nada de lo que percibas y lo dejes pasar todo, absolutamente todo; algo así como cuando viajamos por la ruta a y el paisaje va quedando rezagado como si se tratase de una pintura y, alcances a comprender que ninguna joya es o será más extraordinariamente maravillosa como la vida misma y la existencia toda de la que somos parte, más allá de toda idea, concepto, creencia o ideología pues, lo que ES no puede diseñarse, construirse o confeccionarse menos aún explicarse porque todo ya ES. Sólo queda que lo descubras, que te descubras y navegues más allá de más allá hacia el satori o despertar que acontece justamente en el momento y lugar donde, sentado en zazen te encuentres, el Dojo de práctica, echado sobre el pasto o el mercado.

Shodo Rios.

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