Frases como: "Comer cuando se tiene hambre" o, "dormir cuando se tiene sueño", son modos de ejemplificar, dentro de las prácticas de zazen, cómo ha de funcionar la mente natural.
La mente natural o naturaleza de Buda que todos ya somos pero que aún no todos hemos alcanzado a vislumbrar y comprender, es en sí misma la práctica de saber estar aquí y ahora con lo que en verdad sucede y sin que haya necesidad de sumar o restar nada que nos aleje de lo que ES.
Lo adquirido como hábito dista mucho de estos conceptos porque como todos bien podemos comprender, a lo que estamos más acostumbrados es a que las cosas, lugares, situaciones o personas, queden sujetas bajo nuestro entero control sin notar que, cuanto más control buscamos ejercer, más esclavizados terminamos por esa misma acción siendo que, si nos animásemos a soltar el control... ¡lo controlaríamos todo!
¿Que cómo es que eso sucede? Simple, si tan solo nos atenemos a lo que tenga que ser hecho de vez en vez sin interferir forzando las cosas para que quepan donde, como y cuando lo queremos sin medir nada más que nuestro apego a controlar, todo se realizara en su justa medida y al tiempo de maduración indicado por la propia esencia o naturaleza de la cosa en sí.
Veamoslo de ésta manera. Desear que la vida nos sonría, que la salud no se deteriore,como tampoco nuestro nivel de vida laboral o económico, son algunos de los deseos que bien podemos denominar saludables sin embargo, si no caemos en la cuenta que mucho de lo que puede hacer posible o no que dichos deseos se concreten no depende únicamente de nosotros sino, de leyes propias a un universo que nunca, pero nunca se mueve impulsado por, "bueno", "malo", "lindo o "feo" y si por lo que ES es decir, el fuego sube y calienta y el agua baja y enfría, el sufrimiento será el destino marcado que esa falta de comprensión acarreara.
Me detengo aquí, en la falta de visión clara que no permite VER cómo es que mi verdadera naturaleza pulsa por seguir sus propias leyes, al tiempo que me esfuerzo por lograr que todo suceda según lo planeado; en consecuencia y si me prestan un poquito de su atención, es muy probable que logren notar cómo el acto mismo de resistir y por ende de luchar para llegar a la meta, acaba siendo en sí mismo una oportunidad para dejar de controlar y soltar. ¿Por qué digo que es una oportunidad? Porque si observamos con cuidado el denodado sacrificio y consecuente sufrimiento que conlleva el querer amarrarlo todo, podremos descubrir cómo debajo de esa batalla feroz, se haya una naturaleza poderosa asomando para que una vez sentida en todo el cuerpo, nos podamos sentir íntegros y en paz con la vida tal cual se presenta con la etiqueta apropiada a ese momento perecedero, trascendente e irrepetible.
¿Qué hacer? Dos preguntas: ¿quién resiste y lucha? y, ¿a qué resistimos en realidad? No voy a contestar la primera, esa la dejo para que cada quién haga su tarea. La segunda, a qué resistimos, la explico así;:resistimos a nuestra verdadera naturaleza. A nuestro capital humano. A nuestro entero potencial. Ese que tarde o temprano se hará presente, mal que le pese a alguno, para que desde esa matriz nuestra vida siga el curso que vino a completar. ¿Por qué si podemos ser felices nos resistimos tanto? Por que no conocemos otra cosa que lo condicionado, lo viejo conocido y que de tantas veces repetido se nos hizo cayo.Tanto así, que terminamos convencidos de que hay que defender dicha identidad a lo que de lugar porque de lo contrario dejaríamos de "ser", de pertenecer...
Dejar ir toda resistencia y permitir que el propio cuerpo nos muestre de qué estamos hechos ya que cuando lo descubramos, notaremos que es mucho más importante cómo hacemos que el por qué o el para qué pues, el cómo del que hablo no sabe de estatus social, religión, color de piel o ideología; el que somos sabe que cada momento en el que nos encontremos ya sea barriendo, manejando, dirigiendo una empresa, atendiendo un kiosco, haciendo un masaje o cualquier otra actividad a través de la cual podamos ganarnos decentemente la vida, será tan siquiera un medio para que a partir de el lo que de verdad se construya, se eleve y se potencie, sean nuestras virtudes, se aprecien nuestras sombras y se pueda ir más allá de toda dualidad haciendo de la acción un fin en sí mismo para bien propio y el de todas y cada una de las criaturas del planeta.
Para decirlo más clarito: si nos toca limpiar un baño, traer al mundo un hijo, o dar de comer al perro, que sea con amor, respeto y gratitud porque lo demás, se hace solo y lo que tenga que venir, sucederá por la acción amorosa misma y nada más.
Entonces, cada vez que nos veamos resistiendo y controlando, recordemos que ese hecho en sí mismo, nos está dando la ocasión de ver qué hay debajo para que la atención se dirija allí, hacia nuestra naturaleza intrínseca y la dejemos SER.
Claudio Daniel Rios