miércoles, 12 de agosto de 2015
El gesto justo
Gassho: Esta palabra de origen japonés, designa el gesto de unir las manos delante de la nariz con los codos paralelos al suelo, los pies juntos para luego inclinarnos en un acto de respeto hacia uno mismo como hacia las demás formas de la existencia. Dirige el espíritu por encima del ego y de las consideraciones personales. Gassho crea armonía entre los seres, por muy diferentes que sean. Cuando la acción es justa, el mundo se vuelve justo.
La posición de las manos influyen en el cerebro. La mano derecha está en relación con el mundo conceptual racional y masculino, mientras que la mano izquierda corresponde al mundo de la intuición, la creatividad, lo femenino. De este modo, al hacer gassho unimos ambos lados y hemisferios en un intento de recobrar la conciencia de unidad.
En un principio puede que su práctica nos resulte un tanto mecánica por no estar familiarizados con ella pero, si nos damos el tiempo de practicarla, descubriremos cómo nos puede ayudar a pulir nuestras asperezas; nos vuelve más íntegros y dóciles con nosotros y el universo.
Tanto a la hora de sentarnos en zazen, como al comienzo y al final de mis clases de Chi Kung, practicamos este gesto. Un gesto que, aunque nos encontremos en otras muy diversas ocasiones, podemos practicar aunque no lo exterioricemos. Bastara con sentir que estamos dándonos desde el corazón si gassho es lo que motiva dicho saludo.
En palabras del maestro Taisen Deshimaru: "Esta postura revela y pone de manifiesto la actitud original del ser humano ante el universo. cuando el ser humano ve de verdad la gran tierra sobre la que camina, cuando la lluvia y la tormenta le traen agua, cuando el sol le ofrece calor y cuando el viento transporta las nubes, siente el mayor respeto hacia todo lo que lo rodea.
Esta postura despierta naturalmente el comportamiento inicial del ser humano frente a la naturaleza de todas las cosas".
Gassho, de hecho, es lo más importante que existe en nosotros, que se dirige a lo más respetable que existe en el otro.
Publicado por Claudio
miércoles, 5 de agosto de 2015
Aprender es desaprender
La práctica diaria de zazen nos enseña que aprender es desaprender, despojarse o dejar ir. Pese a ello, estamos muy condicionados a que, aprender sea, casi el único camino. Como si la luz pudiese existir sin crear su sombra.
Pasamos buena parte de la vida acumulando cosas, conocimientos, experiencias, relaciones...Es tanto lo que metemos dentro nuestro que llega un día en el que ya no podemos distinguir el que somos del que hemos construido, también llamado "yo" o personalidad.
Aprender y desaprender no son contradictorios, sino, complementarios. Aprender requiere de estar vacíos de todo conocimiento o claridad, de ahí que solemos denominarnos alumnos, el que aún no está iluminado.
Aprender es una buena oportunidad para practicar la humildad y dejarnos llevar por la incertidumbre del, no sé. Una aventura que requiere el coraje de dejar atrás todo lo hasta ese momento conocido.
Pese a todo y a medida que vamos adentrandonos en la práctica de la meditación zen o, zazen, vamos reconociendo que, en realidad, cada paso dado o cada comprensión alcanzada, se da sólo cuando aprendemos a desaprender, a soltar. Soltamos aquello que ya no necesitamos, lo que a caducado como conducta, idea, creencia, o postura.
Entonces, es ahí cuando la conocida frase de, "el maestro llega cuando el alumno está preparado" se concreta. El maestro aparece para guiarnos, acompañarnos. Él camina a nuestro lado enseñándonos sin enseñar, haciendo sin hacer osea, sin metas o expectativas de logro alguno. El está allí, delante nuestro, para que aprendamos a vernos reflejados en su rostro, en su silencio, en su acción justa y precisa. Por lo tanto, no es él quien debe ser visto, observado o indagado, somos nosotros a través de su enseñanza.
Como alumnos o practicantes, abiertos a recibir dicha enseñanza, vamos transitando el camino que yace bajo nuestros pies pero que sólo nosotros podemos trazar y caminar.
Aprendemos andando y desandando; cortando y pegando, tomando para luego soltar, riendo y llorando, perturbados y calmados. Como diría el maestro Dogen, abrazar las contradicciones es el camino de la vía de Buda.
Publicado por Claudio
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