viernes, 18 de noviembre de 2011

Nuestro reloj biológico



Somos energía. Energía que se mueve, respira, habla, piensa, siente. Energía que a su vez interactúa con el entorno, con el cosmos. De ese intercambio, nuestra relación con los alimentos juega un papel fundamental. Por esta razón, es preciso señalar que ser moderados en nuestros hábitos alimenticios es esencial para preservar la salud. Ir hacia dicho equilibrio precisa, entre otras cosas, comprender cómo funciona nuestro reloj biológico.

Muchos habrán notado que hay momentos del día en que nos sentimos más activos, como por ejemplo durante la mañana, o menos propensos a realizar actividades como sucede por la noche. Sin embargo, sé que algunos dudarán de esto al argumentar lo contrario, que por la mañana resulta más dificultoso hacer cosas y que por las noches tienen más “pilas”.
Sin desacreditar el modo particular en que la energía se manifiesta en cada ser humano, lo cierto es que hay veces en que esto sucede así por alimentarnos incorrectamente, alto consumo de medicamentos, no descansar lo suficiente e ingerir poca cantidad de líquido, agua más que nada, como la exposición a la polución ambiental, entre muchas otras causas.

Toda la actividad del ser humano está signada por los ritmos. El tiempo de actividad-reposo, el ritmo en el funcionamiento de cada órgano, esto es, apropiación del alimento, asimilación y eliminación, ritmo de vigilia y sueño, etc.
Por ejemplo, la medicina tradicional china nos cuenta que los pulmones tienen, al igual que el resto de los órganos y vísceras, horarios donde su funcionamiento energético es más activo. En el caso de estos, es entre las 3 y 5 de la madrugada. Observemos que cuando los pulmones están trabajando con una respiración calmada y profunda, del mismo modo será el sueño que mantengamos; por el contrario, cuando nos despabilamos, que suele ser justamente dentro de ese horario, puede estar significando que la energía en los pulmones no está circulando correctamente.
Entre las 5 y 7 horas de la mañana, el meridiano de mayor actividad es el del intestino grueso, permitiendo la eliminación de toxinas de nuestro cuerpo. Por esta razón, se sugiere que el desayuno contenga principalmente frutas de estación, jugos y cereales para ayudar con la eliminación. Es más, observen que en muchas ocasiones nos levantamos con la necesidad de comer algo específico y, esto es así, porque el cerebro y nuestro organismo están atravesando una situación energética por la cual precisa de un alimento particular para así regular sus funciones vitales.
Del mismo modo cabe esta interpretación para cada órgano. Muchas veces hemos sabido de ataques de asma por la madrugada o problemas cardíacos en horas del medio día, que es cuando ese meridiano, el del corazón, está en circulación, o no poder parar la ansiedad que se presenta a última hora del día, producto de un hígado hiperactivo, cuyo horario principal es de 23 a 1hs, impidiendo así la relajación y el buen dormir.

Hoy, damos más importancia al reloj de pulsera que al biológico, al punto de sentarnos a comer más porque el reloj lo indica que porque tenemos hambre. Tampoco nos levantamos al alba ni nos acostamos al caer la noche, con lo cual acabamos estableciendo un lógico desequilibrio que trae, como consecuencia, diversidad de desarreglos y enfermedades. Otra comprobación del funcionamiento de dicho reloj biológico se da cuando viajamos a países lejanos y nos encontramos al comienzo de la experiencia, desorientados, confusos y con cierto agotamiento; o, cuando se modifica el uso horario adelantando o retrasando el reloj por causas de ahorro energético. Si nos vemos afectados por alguno de estos hechos, notamos que cada uno requerirá de un tiempo de adaptabilidad hasta poder moverse con naturalidad.

Escuchar a nuestro cuerpo se ha vuelto poco habitual. Actuamos mecánicamente atendiendo más aquello que el médico nos dice que lo que el cuerpo expresa. No son pocas las personas que suelen decir: “tengo que tomar dos litros de agua por día porque el médico me lo recetó”, en lugar de reparar en el hecho de que el cuerpo, compuesto de agua en un 75%, nos pide recuperar el gasto que se produce a lo largo del día a través de la orina, la respiración, como al hablar.
La energía y la sangre se hallan constantemente en todas las partes del organismo. Lo que varía es la cantidad y la calidad. El ritmo de la circulación no admite pactos, no es aleatoria sino que está en función de la actividad biológica del ser humano y de su relación con la naturaleza.
En este sentido, somos responsables de haber alterado y destruido ese ritmo, manipulando la naturaleza a nuestra conveniencia y sin medir los resultados a corto, mediano o largo plazo. Como antes indicaba, no nos levantamos con el sol ni nos acostamos entrada la noche; se come por gula, ansiedad o vicio y en estados mentales alterados, cuando no acompañando la comida con la lectura del diario, la netbook o mirando el noticiero, más que por entender lo vital de una nutrición saludable. Nutrición saludable que incluye comer en un clima de tranquilidad, silencio, música agradable o rodeados de personas con las que se pueda mantener un diálogo afable y ameno.
En los últimos tiempos, ha aumentado, por lo menos aquí en la Argentina, la cantidad de gente que come por la calle, en el tren o el ómnibus, sumándole a todo esto lo desnaturalizado de una buena parte de dichos alimentos (colorantes, conservantes, edulcorantes, etc.).




Una ayudita para poner en hora nuestro reloj biológico

Por la mañana, es importante higienizar bien la boca, la cara y los órganos genitales, si es posible con agua fría, ya que así estaremos ayudando a incrementar la energía circundante. Tomar agua natural en ayunas favorece el movimiento peristáltico en los intestinos e hidrata el cuerpo luego de las horas de sueño. Si nuestro desayuno es acompañado por tisanas, que éstas sean tonificantes – los té sedantes se recomiendan para la noche.
Desde el mediodía y durante las primeras horas de la tarde, lo aconsejable es tener una dieta proteica – legumbres, huevos, pescado, siempre frutas y verduras – y, a medida que nos acercamos a las horas nocturnas, reducir las cantidades de alimentos para darle lugar al hígado a que realice el proceso de purificación de las toxinas acumuladas y así obtener un mejor descanso. A propósito, recordaba aquello de: “en la variedad está el gusto” y también, parafraseando, vale decir que en la variedad se encuentran todos los componentes nutricios que precisamos para establecer una correcta alimentación (hidratos de carbono, proteínas, vitaminas, minerales, grasas insaturadas, agua). Escuchar el cuerpo requiere del aprendizaje de su lenguaje sensorial y así, cada vez tener más claro lo que nos está contando y necesitando para poder acompañar su “tic-tac” más naturalmente.

Nuestro reloj biológico se ha roto, pero siento que todavía no es demasiado tarde para tratar de recomponerlo; habrá que cambiar las piezas nacidas de una mentalidad separatista y materialista de vincularnos con la vida por una mente amorosa, comprensiva y compasiva, en síntesis, integradora. Lograrlo depende de nuestro sincero y genuino interés en ocuparnos de ello.
Hoy contamos con mucha más información, medios y herramientas que pueden ayudarnos a ir encontrando nuestro justo medio, como se dice en el budismo; un justo medio que no alcanzaremos si no incluimos en la tarea la consideración hacia los demás seres sintientes con quienes cohabitamos.

Fuente consultada: Silvana Ridner – Nueva alimentación, nueva vida - Edicol


Publicado por Claudio

1 comentario:

  1. Claudio, excelente la nota! GRACIAS por compartir tanta sabiduría. Noto que desde que me convertí en homo-informaticus se fueron manifestando varios de estos desórdenes y cada vez se fueron incrementando más. Ahora que estoy desandando el camino, estos conceptos me resultan fundamentales. El resto, te lo comento personalmente. Es para charlar largo y tendido. Un fuerte abrazo, Andrés.

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