jueves, 15 de julio de 2021

¿Desde dónde?

 


¿Desde dónde esta vida es? ¿Desde dónde estos pensmientos se originan? ¿Desde dónde estas palabras provienen? ¿Desde dónde estos gestos surgen? ¿Desde dónde el cuerpo se mueve?

Embarullados en las marañas cotidianas, solemos dar por sentado el hecho mismo de existir sin recaer o, regresar, hacia el origen, al génesis desde el cual todo ha sido y es posible eternamente, sin principio ni final. Probablemente porque ni siquiera ha habido aún, algo que nos detenga del correr, el desear, el esperar, el reclamar, para ir hacia el silencio, la quietud y el vacío inconmensurable del Ser, del Eso. El desde dónde somos, hacemos, decimos, interactuamos o, por defecto, todo lo contrario.

El desde dónde es una señal en clave inaudible para el resto del mundo, sólo es para uno y para cuando ya no queda más nada que escuchar que a uno mismo, porque todo cuanto hemos contribuído en hacer para, sin saberlo, deshacernos, se ha agotado; Dijo basta. ¿Y ahora? ¿Qué queda por Ver, por saber?

Me siento con las piernas cruzadas fuertemente arraigadas a la tierra como testigo del ser vivo que soy, enderezo la columna, relajo el abdomen, alineo la cabeza con el cielo del que soy hijo y sonrío. Luego, me dejo respirar por, ¿Dios, la vida, el Tao? Y ahí voy, hacia el, desde dónde,sin destino fijado, sin expectativas, tan sólo voy, me dejo ir. Algo despúes, las preguntas resuenan pero, no me ocupo en responder, las invito a pasar, les sirvo un té hasta que se acomoden o se marchen. 

Las preguntas emergen como prueba de que algo en lo que creíamos, comienza a flaquear, ya se trate de ideologías, religiones, atractivos culturales o familiares convencionales y ajustados a evitar el miedo de "no ser"; la arrogancia de instalar conclusiones, las pretensiones de "ser alguien", lo que sea a lo que nos mantenemos amarrados y que de tanta inmovilidad contra natura, comienza a oler rancio, feo. 

¿Desde dónde soy, hago, siento, pienso, digo, callo, vivo, muero? ¿Muero? Esa es la invitación, el llamado para volver al hogar, a la naturaleza intrínseca del Ser, entonces, ¿Quién se atreve? ¿Quien dejará caer la máscara, el personaje y se animará (de alma) a Ser, a pertenecer a Dios, a la vida, al Tao? Bueno, en verdad, es a lo que siempre hemos pertenecido, queda entonces, recordarlo, justamente, volver al corazón porque es allí que la claridad de consciencia se recupera de la ilusión del "yo". Es cuando se muere a eso y se nace, por segunda vez a lo verdaderamente vivo, a lo que no precisa ser nombrado porque Es, en sí mismo, lo que Es.

Daniel Shodo

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