Tener ilusiones significa estar dominado por la situación"
Kodo Sawaki, Maestro Zen
Que en algo haya que creer suena poco menos que a un tipo de normativa impuesta y aceptada como quien agacha la cabeza y obedece sin más a lo que tal vez poco o nada se comprenda en su justa medida y es que, la necesidad de creer nace de un lugar oscuro de nuestra psiquis que solo en ocasiones se deja ver a plena luz de la realidad y es, por un lado, el miedo a morir y por otro, la falta de comprensión de que la vida es sólo incertidumbre y probabilidades.
Quedar de cara a la imposibilidad de prevenir lo que fuese a suceder es casi como sentir el vértigo de estar al borde de un precipicio como única salida y saber que por mucho que nos resistamos, sólo queda saltar pero, como el miedo no es sonso, para evitar el supuesto dolor de lo impredecible, trae a nuestro rescate la creencia. La creencia de que algo o alguien nos sostendrá y hará menos traumática la caída o, probablemente nos la evite cuando el reloj toque la campana a la hora exacta y nos saque de este round antes de que nos cuenten hasta diez.
En consecuencia, la creencia se instala a los fines de que cualquier deseo de ser felices y evitar el sufrimiento ocurra y sobre todo, sea duradero. De ahí emergen todo tipo de elucubraciones como por ejemplo, "de esto nunca voy a enfermar" o "de éste trabajo nunca me van a echar", "si gano tanto dinero seré feliz" Como también; "mis hijos me cuidaran cuando llegue a viejo" o, "Dios me protege para que nada me falte o dañe"
Frases agarradas con una fuerte convicción, propia de la parálisis que el miedo genera, aunque sostenidas por un débil hilo que más tarde o no, derrumbara el castillo de naipes cuando la realidad, siempre implacable, deje al descubierto la desilución y entonces se oiga: "nunca pensé que esto me fuera a pasar a mi, ¿qué hice para merecer éste castigo? o, "yo, que siempre creí que..." con lo cual, el miedo usara ahora el escape hacia toda justificación posible a los fines de seguir negando las raíces ancestrales que causan tanto la ilusión como su contrapartida. Después de todo, no existe ninguna moneda que cuente con una sola cara.
Detengámonos y apreciemos cómo la ilusión hace de la creencia el sostén de todo o mucho de lo habitualmente creado por nuestra condición humana.
El miedo mencionado impulsa a cambiarlo por la creencia de que si ciertos factores conspiran para obtener algún tipo de "felicidad estable y segura", nada malo nos pasara jamás con la esperanza de que en un futuro todo lucirá según lo planeado y en consecuencia, comenzamos a buscar "garantías" con las que poder erigir nuestro castillo de fantasías con todo aquello que la ilusión, como materia prima central posee que es, aceptar o rechazar únicamente todas aquellas ideas a cerca de nosotros y el mundo que, nos asegure mantener el orden institucionalizado por dicha creencia, a los efectos de que nada se corrompa y, mientras las cosas se mantengan más o menos en un cierto "control", control que creemos poseer inalterablemente entonces si, nos sentaremos a respirar tranquilos porque de nada habrá que preocuparse porque nada nos quitara el aliento...
Si la ilusión es la cal, la arena y el cemento que recubren las paredes de la ficción creada sobre la realidad, los ladrillos, colocados a nuestro al rededor hasta quedar cercados por la ensoñación, son todo aquello que encaje con lo que imperiosamente precisamos creer siendo esta actitud siempre parcial y discriminatoria puesto que sólo dejamos pasar lo que vibre en la misma frecuencia energética mental y emocional impidiendo que se conozca de forma objetiva lo que constituye la película completa de la realidad pues, "creemos" que, con una o dos fotografías que retraten tan solo lo que nos conviene, sentiremos que será suficiente para mantener la ilusión intacta hacia el fin deseado. En pocas palabras, las cosas a nuestro modo y no, como son.
Me parece necesario detenerme un instante para dejar en claro dos o tres aspectos para luego proseguir y llegar a una conclusión, no como verdad última sino, como invitación a practicar el modo correcto de atender la realidad respecto de la ilusión.
Todos deseamos ser felices y evitar el sufrimiento, como mencione párrafos antes, por lo que no se halla allí el conflicto sino, en la dificultad de no poder ver, comprender y aceptar el ver las cosas como son las que, por mucho que nos pese o duela, son así y así hay que aprender a apreciarlas para luego saber cómo atenderlas sabiamente.
En segundo lugar lo que quiero señalar es, no confundir creer con confiar debido a que, para creer alcanza con la palabra o el pensamiento pero, para confiar, es necesario poner el cuerpo y comprobar, trabajo mediante, aquello en lo que se deposita dicha confianza ejemplo: "te amare por siempre" bien, una vez convencidos de esa creencia, nos apoltronamos para ver netflix y engordar sin remordimientos porque total, con la creencia "alcanza". Pues no, la confianza sólo se activa cuando, asumido el compromiso nos ponemos a construir esa relación amorosa cotidianamente.
Es por eso que, la confianza se vuelve indispensable a la hora de aprender la forma correcta de abordar las ilusiones o esperanzas sujetas a la negación de la realidad.
Por último, comprendamos que la capacidad de desear es propia de la naturaleza humana sino, como explicaríamos el mundo en el que vivimos; por lo tanto, no es el deseo per se la base de las insatisfacciones o sufrimientos sino, toda acción desmedida proclive a empujar el deseo para que la vida sólo nos sonría siempre.
Llegado hasta aquí imagino que se preguntarán qué hacemos entonces con las ilusiones sin son ellas la causa de vivir penando o padeciendo, y contesto, verlas como lo que son, ilusiones y nada más.
No querer hacer con ellas otra cosa que verlas al desnudo y sin agregados, como tampoco buscar quitarlas, ni evitarlas, solo verlas al descubierto y en su contexto justo será suficiente para que, una vez reveladas no puedan influir negativamente en nuestra humanidad ni en la de las demás formas de vida.
Se me ocurre ejemplificar esto último con algo en lo que seguramente coincidiremos y es, lo que sentimos cuando vemos una película. ¿Qué sucede cuando frente a una pantalla nos vemos de pronto asaltados por alguna emoción? ¿A qué obedece esa respuesta si lo que estamos viendo no es real? Simple, porque lo creemos y con ello alcanza para que el cerebro, basado en esa creencia, responda neurológicamente brindando respuestas emocionales producto de sentir en todo el cuerpo que la película que se nos proyecta es real y sucede justo aquí y ahora.
Por supuesto, al tratarse de una filmación que vemos en complicidad con los protagonistas, donde juntos establecemos que por el lapso de dos horas " nos dejaremos engañar" por simple diversión, no sucederá gran cosa, excepto que alguna escena provoque un infarto, por lo que de nada tendremos que preocuparnos más que por el hecho de vivir los efectos propios de un momento de simple ilusión por puro disfrute o diversión..
Como la vida no es una película a pesar que respondemos a ella bajo el influjo seductor de las ilusiones como si lo fuera, los resultados de vivir aislados en nuestro propio y cómodo mundo de quimera permanente, si no deriva en locura al menos, nos augurara un viaje directo a la desilusión, la sorpresa o la defraudación debido a que como en el cine, hemos firmado con ella un pacto de ingenuidad o perversión que no podrá ofrecernos más que el sacudón necesario para que de una buena vez abramos los ojos y el corazón a lo que es y así, aceptemos que no hay otro camino posible hacia una evolución humana y espiritual sostenida, que no sea a base de transformaciones e interdependencia, incertidumbres y la única certeza de la muerte.. De sucesos que se concretan dependiendo de causas y condiciones y que cuando dichas causas y condiciones se modifican, también lo hace lo manifestado.
Antes que alguien lo señale como un error de comprensión digo: las ilusiones también están sometidas a causas y condiciones pero, a diferencia de lo que es real, nos mantienen en un estado de adormecimiento producto de dedicar más tiempo, espacio y energía al futuro que no existe o al pasado que ya dejo de existir que a lo que ahora tenemos frente a nuestras narices.
Antes o después de cualquier acontecimiento concreto, habremos de saber distinguir entre el paisaje y el espejismo o quedaremos sumidos en una serie eterna de mentiras y ambiciones tan absurdas como que existe "el secreto de atracción" con el cual tendremos asegurado nuestro "bien merecido porvenir" solo porque lo decretamos.
En consecuencia, es necesario detenernos, hacer silencio y saber la forma justa de aplicar la atención plena sobre lo que se manifiesta en acciones, palabras o pensamientos evitando adjetivaciones o críticas que distorsionen lo que ES de lo que "queremos que sea"
Para practicar esa atención plena, es menester aprender a aquietar el cuerpo y regular con calma la respiración en el acto de sentar en zazen para que en esa postura podamos percibir lo que en ese exacto momento acontece en la mente en forma de imágenes, pensamientos o palabras, de modo de ir reconociendo lo real de lo que no lo es, es decir, los pensamientos sujetos al pasado o proyectados al futuro artífices centrales en la construcción de toda ilusión producto de alimentarlos y naturalizarlos como hábitos adquiridos pero cerrados a una perspectiva amplia y completa sobre lo real.
Atrevernos a ver un hecho desde más de un punto de vista es posible cuando, producto de la práctica asidua de zazen, vamos descartando de esos hábitos aprehendidos, todos los que nublan una correcta comprensión de lo que llamamos la realidad y, como antes mencionaba, no se trata de pelearnos con las ilusiones o negar todo acceso sino, diferenciarlas a partir de atender mucho más asertivamente el camino y los pasos que vamos dando hacia nuestro objetivo que vivir pendientes de alcanzarlo.
En conclusión, los miedos no atravesados ni bien comprendidos, generan el instinto de huida o de estancamiento donde la necesidad de creer se activa en busca de algo o alguien que tenga la capacidad de otorgarnos la felicidad anhelada lease, dar el poder a otro u otros e ingenuamente aguardar a que lo prometido se cumpla, para lo cual, entenderemos necesario sumar ideas, materiales y acciones a tal fin sin poder notar cómo vamos cercenando toda verdadera libertad que no es otra que la capacidad de saber responder a lo que sucede y a sus posibles resultados.
El camino al despertar es solitario pero, se hace en compañia de todo lo demás.
Creer es crear y todo lo creado en base a ilusiones o esperanzas vanas, nos esclaviza producto del aferramiento, el apego y la ignorancia.
Ser, es saber. El saber libera y este saber se logra sumergiendo el cuerpo y alma en lo que sucede, agradable o no.
Shodo Rios