jueves, 28 de septiembre de 2017

Zazen bus






Terminaba de tomar unos mates cuando caí en la cuenta de que si no me iba pronto llegaría tarde a mi práctica de zazen. Salí de casa y me dirigí a tomar el colectivo que me llevaría hasta el centro subiendo a uno que hace menos paradas para evitar demorarme más de la cuenta.
Al ascender  note que el conductor, quien respondió a mi saludo con una sonrisa, conducía sin ninguna prisa como si fuese un domingo de pleno sol y paseo.
Mi cabeza, al notar la lentitud con la que nos trasladábamos, comenzó a elucubrar nefastos finales del tipo: "hoy me pierdo la práctica", "si no se apura no llego", etc.
Mi impaciencia no hacia mas que buscar trasladar mi error de cálculo al chofer quien, después de todo, solo hacia su trabajo.

Un instante después me detuve a ver esos pensamientos observando su inconsistencia pues, se trataba solo de suposiciones, de profecías que no se cumplirían por sí mismas si tan solo las dejaba seguir de largo y me atenía a hacer lo único que se puede hacer una vez que ya estamos viajando hacia nuestro destino, esperar.
Permanecí sentado y respirando tranquilo mientras mi mirada se percataba de cómo el sol jugaba a las escondidas entre enormes nubarrones y se perdía al final del riachuelo; o el verde intenso en los árboles luego de la lluvia del día anterior. Hasta me traslade por unos segundos a un  pasado no tan remoto de una ciudad que aún cobija cúpulas hermosas, plantadas de cara al cielo y bien dispuestas a no desaparecer aunque muchos ni siquiera noten su presencia.

Como corolario, cuando me levante para descender del colectivo, la puerta se abrió con suma lentitud lo que provoco que sonriera diciéndome: zazen completo.
Baje y aunque apresure un poco el paso llegue a mi práctica a horario para adentrarme en ella junto a mis compañeros y al sensei Senpo Oshiro.

No hay en este relato más secreto, por así decirlo, que el hecho de observar cómo la mayoría de las veces quedamos atrapados en un enjambre de ideas, pensamientos o recuerdos que en sí mismos carecen de toda sustancialidad o realidad pero que de tanto atenderlos y estimularlos se acumulan, crecen, cobran vida moldeando la nuestra quedando sujetos a lo que no es verdadero mientras que lo que ES, sucede sin que muchas veces nos demos cuenta.

Practicar zazen formalmente en un grupo de práctica semanal, ayuda para que luego, en la vida de todos los días, podamos también realizar zazen y aprender a reconocer en ello lo muy valioso que se torna estar presentes y vivos en lugar de apesadumbrados por fantasmas y a penas subsistiendo.

Claudio Daniel Rios


2 comentarios:

  1. Comparto experiencias similares. Antes me agobiaba con pensmaientos negativos que solo me llevaban a la disconformidad y amargura. Ahora, intento aceptar y tomar distancia para captar el todo

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