martes, 27 de junio de 2017

Cuento breve





Era un hombre de un barrio cualquiera atareado en la tarea de atarearse, convencido hasta el tuétano que todo lo que quisiera obtener dependía de él y nada más que de él. Hasta que un buen día, acabo inmovilizado por un ataque de pánico.

En la vereda de enfrente del mismo barrio, vivía una mujer que mantenía la fuerte y devota creencia de que todo lo que acontecía y anhelaba en su vida estaba únicamente en manos de Dios, hasta que una mañana cualquiera, despertó ahogada en una profunda depresión.

Como es de suponer, nada de esto les ocurrió repentinamente y mucho menos por azar. Ambos, cada cual a su modo, vivía incansablemente para timonear la nave de sus sueños, la que los conduciría al éxito o al paraíso. Pero la naturaleza, implacable como siempre, los zamarreo de orilla a orilla hasta dejarlos despojados de ropa y argumento pero no sin una buena dosis de amor, si es que a la naturaleza le cabe éste sentimiento, diciéndoles: "Tranquilos que tan solo han orientado equivocadamente su brújula y por eso ahora todo está en su justo sitio: No teman que pronto amanecerá. Solo una práctica les sugiero: mediten. Mediten mientras sufren y se lamentan,
Mediten durante  el invierno helado e impenetrable, al fregar los pisos y hasta cuando se queden sin aliento Quizás así comprenderán lo trascendente e irrepetible de éste momento"

Y así sucedió, mientras el mundo seguí su propio curso y el resto del vecindario continuaba deambulando por su largo sueño. el hombre y la mujer se atrevieron a cerrar los ojos y a mirarse por primera vez; cada uno asomado a su pendiente y sin tiempo para deseos superfluos.
Con el transcurrir de los días y aunque les costaba creerlo, algo en ellos se sentía cálido y bello.
Entonces sonrieron como cuando de chicos sonreímos porque sí y sin demorarse salieron de sus casas y en la mitad de la acera se abrazaron, rieron y lloraron en mares de profunda dicha porque llegaron a comprender que con el Universo, Dios o el Tao, se trabaja, se vive, se ama y se muere en equipo.
Que es suficiente con saber desde el corazón lo que de verdad se quiere y simplemente hacerlo.
Luego soltar el mensaje y confiar que, el resto lo hará lo eterno; eso que no se puede nombrar y que también llevamos dentro.

Claudio Daniel Rios

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