Hace algún
tiempo, mi buen amigo Carlos, me sugirió que leyese el libro: “Nubes
locas, rebeldes del Zen” y, como
siempre supo guiarme muy bien por los caminos literarios del zen, no dude en
comprarlo y una vez que lo comencé, no puede detenerme pues, encontré en las
historias que narraba, una fuente rica de inspiración para hacer de esta
práctica Budista, un camino más abierto, vivo y presto a poder acceder a uno de
sus aspectos frecuentemente mencionados a cerca de cómo estar más presentes en
el aquí ahora, sin que para ello fuese necesario contar con la solemnidad que
supone el uso de un kesa como de los muchos rituales que bien se realizan
dentro de un templo zen.
Pese a esto
que señalo y, si lo pensamos un poquito, poder ser guía de uno mismo luego de
haber tenido la ocasión de contar con la compasiva ayuda de un maestro, lejos
de suponer una tarea sencilla y hasta anárquica si se quiere, nos desafía a
caminar con mayor rigurosidad y conciencia al igual que deduzco debe hacerlo un
equilibrista sin red.
No contar
más que con la conciencia de nuestra propia conciencia, nos vuelve mucho más
protagonistas de cada respiración, de cada palabra, acción o pensamiento de lo
que podemos esperar a diferencia de cuando las condiciones de la práctica
quedan sujetas a la mirada del otro y a cada gesto de la liturgia tradicional
del zen.
Quiero
compartir con ustedes el siguiente pasaje de dicho libro.
Páng Yung
(740 – 808) fue el único Maestro laico reconocido por el Zen en China durante
el período T´ang.
Páng Yung
paseando de aldea en aldea, paso sus días improvisando su espiritualidad. Libre
del paso de las reglas monásticas y de las obligaciones jerárquicas, osó
desafiar a los mejores y más destacados maestros de aquellos tiempos.
Cierta vez,
en la sala de conferencias de una aldea, donde oradores profesionales daban
sermones y discursos sobre la doctrina Budista, se detuvo a escuchar una charla
sobre el Sutra del Diamante.
Cuando el
orador llego al momento de expresar las palabras: “no hay yo, no hay persona”,
Páng Yung, desde la audiencia, pregunto: Maestro, ¿ya que no hay yo ni persona?
¿quién está hablando, quién está escuchando? El orador quedo sin respuesta y
Páng Yung prosiguió “a pesar de que soy un hombre ordinario, conozco algo a
cerca de la fe”.
Ante el
pedido del orador de que los ilustrara, Páng Yung respondió con un poema:
No hay yo
ni persona.
¿por qué
entonces el pariente y el extraño?
Les ruego,
dejen de ir de conferencia en conferencia,
Es mejor
buscar la verdad directamente.
La
naturaleza de la sabiduría del Diamante
excluye
toda mota de polvo.
Desde “esto
he escuchado”, hasta “esto es lo que creo”.
Sólo un
conjunto de nombres irreales.
(lo único
que el orador pudo expresar fue un profundo suspiro)
A un buscador
de la perfección, Páng Yung aconseja:
El pasado
ya a pasado
no intentes
recuperarlo.
El presente
no perdura,
no intentes
apresarlo momento a momento.
El futuro
no ha llegado
no pienses
en él con anterioridad.
Aparezca lo
que aparezca
déjalo ser.
No hay
mandamientos que seguir.
no hay
impurezas que purificar.
Penetrando
verdaderamente la mente vacía,
Los Dharmas
carecen de vida.
Si puedes
ser así, habrás alcanzado el último de los logros.
Libro:
Nubes locas, rebeldes del zen.
Autores:
Perle Besserman, Manfred Steger
Editorial Troquel - Argentina
Publicado por Claudio
Hola Claudio, felicitaciones por el blog, me resultaron muy interesantes tus publicaciones.
ResponderEliminarCecilia
Hola Cecilia
EliminarTe agradezco mucho tu comentario y te envié un correo para agradecerte que te sumaras como seguidora de mi blog
Abrazos
Claudio
Los monjes zen que apoyaban a los anarquistas en japón, eran llamados nubes locas
ResponderEliminar