domingo, 28 de enero de 2018

Zazen, es una ofrenda





Cuando se nos transmite la práctica de zazen, lo primero que nos señalan es que se trata de una práctica para el bienestar de todos los seres sensibles.
Esto es, cuando hacemos zazen, no buscamos nuestro beneficio personal como sí es muy común de suceder en casi toda actividad física que se ejercite lo cual, en un primer momento tiene lógica ya que, es muy necesario que sepamos hacernos de un tiempo para colaborar con nuestra salud pero, en zazen, el acento está siempre colocado sobre la atención en ofrecer la práctica a los demás.

Por seres sensibles se entiende y se nos recuerda que se habla de todos los que en este momento están vivos, humanos, animales, plantas, árboles, montañas, agua, insectos...y también se ofrece la práctica a todos los que ya no están, padres, abuelos, ancestros... como a los que en un futuro vendrán y nos sucederán, hijos, nietos...

Si nos detenemos sobre éste punto vamos a descubrir algo más que lo evidente de mis palabras y eso es, que aplicando zazen bajo estos términos, aprendemos a considerar una de las leyes elementales a las que estamos sujetos y es, la ley de interrelación o interdependencia que tantas veces mencione pues, no nos sería posible hacer nada sin comprender su trascendencia y reafirmación al aplicarla a través de una disciplina que bien sabe que sin los antecesores, Budas, Maestros o Patriarcas nadie la hubiese conocido y enseñado como también, que sin agua, oxígeno y la presencia del otro a nuestro lado, por ejemplo, tampoco tendríamos acceso a ningún aspecto de la vida.

A modo de ejemplo, cuando vamos a la práctica se colocan en el suelo la totalidad de los zabutones (colchonetas) y sobre ellos los zafus (almohadones redondos) sobre los que nos sentamos aunque ese día se ocupen tan solo una parte de ellos. Esto es una manera de tener presentes a los que no están con lo cual, la práctica de ese día se realiza también por y para ellos.

Algo más. A la hora de servirse el Té u "Ocha", la tasa que se coloca frente a la imagen del Buda que se halla en el altar, es una ofrenda concreta hacia todos los seres sensibles del pasado, presente y futuro, y no un simple simbolismo.

Al ir incorporando este aspecto tan esencial a nuestra vida a partir de participar diaria y activamente en la práctica de zazen, también vamos notando cómo esa cualidad se va volviendo natural en el hacer cotidiano como cuando a la hora de comer no nos servimos más de lo que vamos a ingerir evitando desperdicios.
Este último ejemplo queda bien explícito cuando, durante un retiro de meditación o sesshin, se reparten los alimentos observando que nadie tome más de la cuenta para que a nadie le falte y todos, de ese modo aprendamos a compartir, compartiendonos.
Pregunto, ¿suponen que la mente de quién usa cinturón de seguridad para evitar multas es la misma que la de quién lo usa atento a evitar accidentes que pongan en riesgo su vida y la de los demás?

Es simple, si la mente está enfocada desde uno hacia los demás, estén presentes o no, a los fines de dañar lo mínimo posible cualquiera de esas existencias entonces, estaremos practicando un acto de compasión, generosidad y respeto hacia todas las diversas expresiones de la vida que somos y sin las cuales no estaríamos aquí
Pongo un ejemplo más y lamentablemente cruel por estos tiempos como es, el alto consumo de bienes materiales generando con ello mayor pobreza. basura y contaminación producto de mirar sólo los caprichos de nuestro siempre insaciable egoísmo.

Practicar zazen junto a otras personas y a un Maestro, es la única manera de alcanzar una comprensión correcta de lo que aquí describo pues, y aunque intelectualmente se llegue a entender las palabras estas, nunca acertarán en el centro justo del despertar humano y planetario si no es poniendo el cuerpo en la quietud y la respiración lenta y profunda que se realiza al sentarnos para sentirnos.

Claudio Daniel Rios

miércoles, 24 de enero de 2018

Un árbol...Zen





Si un día
al mirar un árbol ya no lo ves solo
como tu próximo mueble.

Si un día
al mirar un árbol
ya no lo ves sólo
como leña para el asado del domingo.

Si un día
al mirar un árbol
ya no lo ves sólo como un estorbo
para entrar tu auto al garage.

Si un día
al mirar un árbol
ya no lo ves enojado
por tener que barrer a diario
las hojas que caen en otoño.

Si un día
al mirar un árbol
ya no lo ves sólo con el pánico de que sus ramas pudiesen cortarte el cable y salgas corriendo a arrancarlas.

Si un día
al mirar un árbol
ya no lo veas solo
como un simple poste donde clavar un clavo que sostenga
tu bolsa de basura
ni un ocasional adorno navideño
sera porque ese día
ese irrepetible día
habrás aprendido a VER
frente a vos y en vos
a un ser inteligente
sabio y vivo, dando vida.

Y sólo puede VER en un árbol
esas virtudes
un ser humano inteligente
sabio
vivo
y dando vida

Gassho

Claudio Daniel Rios

viernes, 5 de enero de 2018

Las zapatillas de la infancia





¿Quién, en su actual condición de adulto, calzaría las zapatillas de cuando eramos niños? Entonces, ¿por qué nos empeñamos en sostener eso de, "soy así y no voy a cambiar"?
Comprender este asunto es de vital importancia para aprender a decidir cómo vivir nuestra vida, si como seres despiertos o automatizados en una permanente ilusión.

Del mismo modo que podemos entender que físicamente no habría manera de continuar usando aquel calzado de cuando eramos chicos, es preciso comprender que la transitoriedad es la ley natural de todo el universo como también de nuestra existencia humana, lo que resta entonces, es ponernos a trabajar para alcanzar dicha comprensión.

El mecanismo que nos lleva a creer y luego a crear la idea del "soy así", funciona de la siguiente manera:
Primero surge un pensamiento del que no tenemos registro consciente a partir del cual se genera una acción en consonancia con dicho pensamiento. Esta acción repetidas veces realizada a lo largo de la vida o de buena parte de ella, creara indefectiblemente una realidad específica que llamaremos, "normal".¿Qué es normal?, todo lo que hemos aprendido pero sin observarlo por nosotros mismos y que se fue adhiriendo a nuestra médula determinándola a tal punto que frases como la que señale más arriba se vuelvan "naturales" es decir, "somos así porque así nos lo enseñaron lo que a partir de allí, todo pasa a ser fácilmente justificado.
El proceso continúa a partir de que nuestro cerebro, centrado en repetir esos patrones, ya sea por utilidad o miedo, como si hiciésemos fotocopias de fotocopias, los instala en la memoria o disco rígido a partir del cual toda vez que nos miramos en un espejo, no entra duda alguna de que ese que allí se refleja somos "nosotros".
Un nosotros que perdura mientras dura el enamoramiento que creamos de esa imagen personalista porque, cuando las circunstancias cambian y comenzamos a no gustarnos más o muy poco, es cuando se cuela tanto el pasado al que recurrimos para invocar un rostro más bello, como el futuro al que corremos en busca de una "verdad mejor".
Estas situaciones, bien atendidas suelen ser, justamente, la rendija por la cual podemos aprender a percibir lo real de lo ilusorio lo que en muchos casos para que así suceda, será necesaria la colaboración de algún profesional o práctica que ayude a VER y COMPRENDER.
Dejando por un rato el sentido práctico que ese funcionamiento neurológico tiene, veamos ahora cómo podemos desembarazarnos de lo ilusorio o, al menos, aceptar que éste fue creado como si se tratase de una verdad incontrastable para acceder a una visión correcta de la realidad.

El asunto se aborda a partir de sentir la necesidad de conocer cómo somos en realidad y para ello habremos de buscae herramientas que nos enseñen a dirigir la atención donde hasta ahora rara vez fue que no es otra que hacia nosotros mismos pues, la cultura y la educación se han especializado sólo en enseñarnos a mirar para afuera con la paradoja de ni siquiera percatarse que si hay un afuera que mirar, es porque hay un adentro y sobre todo, un observador para verificar esos espacios los que tras años de práctica se confirmaran como uno solo.

En consecuencia y a medida que vamos aprendiendo técnicas de observación como sucede a través de la práctica diaria de zazen, vamos descubriendo lo siguiente.
A ese primer pensamiento que ahora aprendemos a observar sin juicio, le sigue un segundo pensamiento que es, "sé lo que acabo de pensar y ahora que lo veo funcionar y accionar puedo, de manera consciente, resolver su continuidad o no.
El tercer paso es, precisamente, hacer consciente todo ese proceso mental que nace con ese, no siempre buscado primer pensamiento, para tomar las riendas o la responsabilidad del caso y ver de orientar toda esa tarea a fines correctos para uno y lo que nos rodea, a lo que debemos sumar las diferentes consecuencias que resultaran de toda decisión tomada en acción, palabra o pensamiento..





Por lo tanto, si aprendemos a conocer que no se trata de esforzarnos en abandonar los pensamientos o poner la mente en blanco lo que, en sí mismo sería otro pensamiento, sino, a conocer que si no les damos espacio no crearan ninguna realidad posible porque en sí mismos no tienen esencia propia o cuerpo palpable, en consecuencia, verificar la transitoriedad y cómo los pies van aumentando su tamaño hasta que se vuelve necesario cambiar el cazado o sea, la forma correcta de apreciar la realidad, la vida recuperara su condición natural de "no hay yo" del que podamos asirnos para no caernos nunca y no desaparecer pues, en realidad, no hay alguien en quién podamos confiarnos la eternidad más que a la propia eternidad que siempre e invariablemente estará escapándose de nuestras manos y nosotros, ese que decimos ser, también con ella.

Esto no significa que no existamos, lo que no existe es la idea que creamos a cerca de nosotros mismos la cual a su vez, crea, de creación, la interpretación del mundo que nos rodea es decir, aquello que crea de mi mismo se reflejara en el afuera y lo que creeré estar viendo no será la realidad en sí misma como si, lo que "pienso" que esa realidad es.
Por consiguiente, si de corazón queremos aprender a ver LO QUE ES COMO ES, será necesario que dejemos en el camino las zapatillas de la infancia o de lo contrario, no sólo nos dolerán los pies sin siquiera notar lo que aprieta sino que, también percibiremos la vida casi exclusivamente desde esa incomodidad o sufrimiento permanenciendo en una condición adolescente aunque cronológicamente tengamos muchos años.

Claudio Daniel Rios