En el video
que subí a este mismo blog semanas atrás bajo el título “Las siete maravillas
del mundo budista”, hubo un comentario, vertido por uno de los entrevistados,
que llamó mi atención y motivó este escrito. Fue el que hacía referencia a lo
que en lengua sánscrita se denomina “samsara” o círculo de nacimiento, muerte y
reencarnación del que Buda habló y enseñó, cuando explicó cómo, al igual que el
hámster en su rueda, nuestros deseos permanentes nos mantienen dando vueltas una
y otra vez sobre la misma situación, vida tras vida.
La mujer
entrevistada da su apreciación sobre el tema diciendo: “Para mí, samsara no sólo
refiere al círculo de nacer, envejecer y morir para luego reencarnar. Para mí,
tiene que ver con el estado de la mente también”.
Y concluye:
“Por eso, uno tiene que trabajar con las malas emociones o emociones negativas,
porque si continúan una y otra vez, no encuentras la verdadera paz ni la
felicidad”.
¿Cómo
detener la rueda? ¿Cómo no seguir comportándonos como esos pequeños roedores
que giran incansablemente sobre sí mismos?
La atención
plena sobre nuestros pensamientos y los mecanismos mentales es lo que puede
permitir parar o cortar con ese ciclo autodestructivo. La atención debe ir
desde esos objetos mentales hacia la respiración, por ejemplo, o hacia lo que
en ese momento estamos haciendo. Así es como se les va quitando peso, poder,
identidad.
Recordemos
que nos convertimos en lo que pensamos y, si lo que pensamos es siempre lo
mismo, acabaremos por hacer realidad esos pensamientos con las consecuencias
que estos acarreen tanto para nosotros como para los demás.
Nuevamente,
el Budismo vuelve a mostrarnos su pragmatismo, pues no necesitamos morirnos
para comprobar cómo funciona este samsara.
Observar
nuestra forma y modo de vida, esta vida que ahora palpita en cada latido, en
cada gesto, es suficiente.
Veámoslo de
este modo, el hoy es el resultado del ayer y la semilla de eso que llamamos mañana
o futuro. Entonces, comprender el hoy nos permite entender mejor cómo ha venido
siendo ese pasado y por consiguiente, cómo puede, probablemente, ser el futuro.
Dicha
comprensión nos deja ver que somos nosotros quienes ponemos en marcha el motor
que hace girar la rueda. La rueda que nos ata al sufrimiento, la ansiedad o la
ilusión.
La buena
noticia es que, a diferencia del hámster, también yace en nosotros el botoncito
que puede detenerla.
Parar,
sentarnos, respirar, meditar, volvernos conscientes, son todas acciones prácticas,
posibles y humanas. Ese es el botón del que hablo.
Para que
quede claro, no se trata de parar la mente, sino lo que agregamos en ella. Los
objetos del pensamiento que van acumulándose como acumulamos basura en un depósito.
Para el
practicante Budista, la mente en su origen es clara y por ello a través de esa
claridad es que alcanzamos a ver el fondo, lo que es, sin mácula. Sin embargo,
basta un solo pensamiento retenido y machacado para que perdamos esa
perspectiva, para que ya no podamos ver y saber cómo es la realidad, para que
la rueda del samsara no se detenga.
PUblicado por Claudio