martes, 29 de septiembre de 2015
Diálogos en el Sueño: DOKUSHÔ VILLALBA ROSHI. Maestro Zen.
Dokusho Villalba es Monje Budista Zen. En esta entrevista nos comenta cómo llevar a la vida cotidiana la práctica y comprensión del Budismo a través de zazen o, Meditación.
Publicado Por Claudio
jueves, 24 de septiembre de 2015
Cerrar los cíclos
Tal vez por estar fuertementen influenciados por la cultura occidental de creer que las cosas o las situaciones sólo suceden en forma lineal (pasado - presente - futuro), es por lo que en muchas ocasiones no podemos apreciar que la naturaleza, en cualquiera de sus formas, se manifiesta de modo circular o cíclico.
Cíclico es el movimiento estacional anual, cíclico es el movimeinto de los días con sus noches y cíclica es la vida en relación con la muerte, por ejemplo. Sin embargo y apesar de poder claramente entender estos conceptos, no dejo de observar lo difícil que se vuelve poder tomar la decisión de concluír un período, terminar un encuentro, o partir hacia otros rumbos dejando en el camino pesados rastros de dolor o sufrimiento. Probablemente, una causa sea lo que mencione más arriba, el ver e interpretar la vida y sus múltiples manifestaciones como una larga y finita línea, en lugar de alcanzar la justa comprensión de que todo y todos, nos movemos en una eterna espiral construída de infinitas pequeñas espirales.
La práctica de la meditación zen o zazen, estar atentos y concentrados a nuestras acciones, palabras o pensamientos, puede ayudarnos a experimentar el órden cíclico de la vida de una manera más práctica o menos traumática si, por ejemplo, observamos ese movimiento en las tareas de la vida diaria.
Comienzo por ejemplificar la cuestión mencionando, rápidamente, la forma en la que accedemos a sentarnos en zazen y cómo al concluír la práctica salimos de ella. Nos detenemos delante de nuestro zafu, almohadón de meditación, haciendo gassho con las manos unidas delante de nuestra naríz, luego nos sentamos con las piernas cruzadas y la columna recta de cara a la pared. Suena una campana tres veces para dar comienzo formal a la práctica , y permanecemos allí durante algunos minutos hasta que la campana vuelve a sonar una vez anunciando el cierre. Paso siguiente, nos estiramos, nos levantamos acomodando el zafu y finalizamos volviendoa a hacer el gesto de las manus unidas (gassho) Es decir, como comenzamos, terminamos.
Ahora bien, y suponiendo que muchos de ustedes no practiquen zazen, ¿cómo pueden hacer conciente el comienzo, desarrollo y final de alguna actividad para que de esa manera se vea y perciba la naturaleza circular de las cosas? Pues bien, podemos usar como ejemplo el acto de tomar una tijera para cortar algún material y luego devolverla a su sitio. También, hecha la lista del supermercado, nos dirijimos hacia allí y, a medida que vamos encontrando lo que buscamos, lo tachamos de la lista. Luego y una vez en casa, el cíclo termina cuando logramos acomodar las cosas compradas en su lugar. Otro ejemplo. Compramos los alimentos, los manipulamos para cocinarlos, los comemos, para lo cual hacemos uso de varios utencillos, ollas o sartenes. Algo después,concluímos la secuencia lavando todo y depositando cada elemento en su lugar. A propósito de éste último ejemplo, hay un momento del día que suelo vivir con mucha intensidad esto de ser parte del ciclo de las cosas y es, precisamente, al terminar de almorzar cuando, luego de lavado todo y acomodado los cacharros en sus estantes, observo complacido y hasta maravillado, que ese final de ciclo dar lugar a otro que es, el comienzo de la tarde, donde el sol se cuela por alguna ventana y el sielncio y la calma dan la bienvenida al sosiego de la siesta; apropósito de estadíos, con la siesta se cierra el almuerzo y con ella el comienzo del final de la tarde.
Algo más cerca y a mano es la respiración pues, al tomar el aire el ciclo inicia y finaliza al soltarlo.
Por el contrario, cuando no concluímos los hechos o cosas, y vamos relegando el compromiso asumido, tarde o temprano tendremos que volver sobre nuestros pasos para darle un cierre al asunto, verdad? Pero lo que suele suceder es que regresamos sobre las cosas no terminadas con un dejo de fastidio y un agregado extra de energía con el que sera preciso contar para poder acabar con el trabajo. Para mi, al menos, esto supone un desperdicio de tiempo y energía que, por otra parte, tampoco me ayuda a lidear con mi ego, ya que si todo debe ser hecho únicamente a mi antojo, un buen día acabaré por tener que saldar una deuda más grande aún de la que supone dar por finalizado lo que en algún momento comence a su tiempo y forma correctos.
Un viejo monje explico estos asuntos diciendo: Una cosa después de la otra. Uno, luego dos, después tres..." Esa es la práctica del camino Budista que se haya justo aquí donde estamos.
No serán pocas las veces en las que queramos cerrar una puerta pra abrir otra producto de que las circunstancias no nos serán favorables. En esos casos se me ocurre que podemos aprovechar para practicar un par de virtudes; por un lado la paciencia, para saber esperar a que todo se acomode y pueda continuar con su rumbo y por otro, la humildad al comprobar como no siempre las cosas cuadran según lo planeado quedando sujetos a nuestro entorno.
A lo dicho, pueden ustedes sumar la cantidad de situaciones que se les ocurra, por supuesto pero, siempre que tratemos de aprovechar cada instante para volver a involucrarnos con nuestra naturaleza siempre activa, aún en la quietud, y siempre cambiante, ya que al hacerlo, quizás, podamos aprender a transitar con menos angustia los cambios profundos que suponen una separación, un despido laboral, una mudanza o la muerte de algún ser querido. Esas circunstancias, aunque porpias de la condición humana, solemos vivirlas con suma trascendencia al considerarlas hechos extraordinarios que conmocionan nuestra rutina adormecida de hábitos mecánicos y poco corazón. Si bien coincido en que muchas veces nos vemos desbordados por algún episodio de éste tipo, no dejo de pensar que, probablemente, una causa sea el no permitirnos ver cómo lo magno se presenta en lo mínimo y visceversa. Y es que si podemos ver que en la nimiedades lo ciclíco está siempre presente, también lo podremos ver y vivir con algo menos de pesar en lo relevante.
En palabras del Maestro Zen Dogen, la cuestión puede resumirse diciendo: "Dejar la cocina como si nunca hubiesemos pasado por allí" Gassho
Publicado por Claudio
Cíclico es el movimiento estacional anual, cíclico es el movimeinto de los días con sus noches y cíclica es la vida en relación con la muerte, por ejemplo. Sin embargo y apesar de poder claramente entender estos conceptos, no dejo de observar lo difícil que se vuelve poder tomar la decisión de concluír un período, terminar un encuentro, o partir hacia otros rumbos dejando en el camino pesados rastros de dolor o sufrimiento. Probablemente, una causa sea lo que mencione más arriba, el ver e interpretar la vida y sus múltiples manifestaciones como una larga y finita línea, en lugar de alcanzar la justa comprensión de que todo y todos, nos movemos en una eterna espiral construída de infinitas pequeñas espirales.
La práctica de la meditación zen o zazen, estar atentos y concentrados a nuestras acciones, palabras o pensamientos, puede ayudarnos a experimentar el órden cíclico de la vida de una manera más práctica o menos traumática si, por ejemplo, observamos ese movimiento en las tareas de la vida diaria.
Comienzo por ejemplificar la cuestión mencionando, rápidamente, la forma en la que accedemos a sentarnos en zazen y cómo al concluír la práctica salimos de ella. Nos detenemos delante de nuestro zafu, almohadón de meditación, haciendo gassho con las manos unidas delante de nuestra naríz, luego nos sentamos con las piernas cruzadas y la columna recta de cara a la pared. Suena una campana tres veces para dar comienzo formal a la práctica , y permanecemos allí durante algunos minutos hasta que la campana vuelve a sonar una vez anunciando el cierre. Paso siguiente, nos estiramos, nos levantamos acomodando el zafu y finalizamos volviendoa a hacer el gesto de las manus unidas (gassho) Es decir, como comenzamos, terminamos.
Ahora bien, y suponiendo que muchos de ustedes no practiquen zazen, ¿cómo pueden hacer conciente el comienzo, desarrollo y final de alguna actividad para que de esa manera se vea y perciba la naturaleza circular de las cosas? Pues bien, podemos usar como ejemplo el acto de tomar una tijera para cortar algún material y luego devolverla a su sitio. También, hecha la lista del supermercado, nos dirijimos hacia allí y, a medida que vamos encontrando lo que buscamos, lo tachamos de la lista. Luego y una vez en casa, el cíclo termina cuando logramos acomodar las cosas compradas en su lugar. Otro ejemplo. Compramos los alimentos, los manipulamos para cocinarlos, los comemos, para lo cual hacemos uso de varios utencillos, ollas o sartenes. Algo después,concluímos la secuencia lavando todo y depositando cada elemento en su lugar. A propósito de éste último ejemplo, hay un momento del día que suelo vivir con mucha intensidad esto de ser parte del ciclo de las cosas y es, precisamente, al terminar de almorzar cuando, luego de lavado todo y acomodado los cacharros en sus estantes, observo complacido y hasta maravillado, que ese final de ciclo dar lugar a otro que es, el comienzo de la tarde, donde el sol se cuela por alguna ventana y el sielncio y la calma dan la bienvenida al sosiego de la siesta; apropósito de estadíos, con la siesta se cierra el almuerzo y con ella el comienzo del final de la tarde.
Algo más cerca y a mano es la respiración pues, al tomar el aire el ciclo inicia y finaliza al soltarlo.
Por el contrario, cuando no concluímos los hechos o cosas, y vamos relegando el compromiso asumido, tarde o temprano tendremos que volver sobre nuestros pasos para darle un cierre al asunto, verdad? Pero lo que suele suceder es que regresamos sobre las cosas no terminadas con un dejo de fastidio y un agregado extra de energía con el que sera preciso contar para poder acabar con el trabajo. Para mi, al menos, esto supone un desperdicio de tiempo y energía que, por otra parte, tampoco me ayuda a lidear con mi ego, ya que si todo debe ser hecho únicamente a mi antojo, un buen día acabaré por tener que saldar una deuda más grande aún de la que supone dar por finalizado lo que en algún momento comence a su tiempo y forma correctos.
Un viejo monje explico estos asuntos diciendo: Una cosa después de la otra. Uno, luego dos, después tres..." Esa es la práctica del camino Budista que se haya justo aquí donde estamos.
No serán pocas las veces en las que queramos cerrar una puerta pra abrir otra producto de que las circunstancias no nos serán favorables. En esos casos se me ocurre que podemos aprovechar para practicar un par de virtudes; por un lado la paciencia, para saber esperar a que todo se acomode y pueda continuar con su rumbo y por otro, la humildad al comprobar como no siempre las cosas cuadran según lo planeado quedando sujetos a nuestro entorno.
A lo dicho, pueden ustedes sumar la cantidad de situaciones que se les ocurra, por supuesto pero, siempre que tratemos de aprovechar cada instante para volver a involucrarnos con nuestra naturaleza siempre activa, aún en la quietud, y siempre cambiante, ya que al hacerlo, quizás, podamos aprender a transitar con menos angustia los cambios profundos que suponen una separación, un despido laboral, una mudanza o la muerte de algún ser querido. Esas circunstancias, aunque porpias de la condición humana, solemos vivirlas con suma trascendencia al considerarlas hechos extraordinarios que conmocionan nuestra rutina adormecida de hábitos mecánicos y poco corazón. Si bien coincido en que muchas veces nos vemos desbordados por algún episodio de éste tipo, no dejo de pensar que, probablemente, una causa sea el no permitirnos ver cómo lo magno se presenta en lo mínimo y visceversa. Y es que si podemos ver que en la nimiedades lo ciclíco está siempre presente, también lo podremos ver y vivir con algo menos de pesar en lo relevante.
En palabras del Maestro Zen Dogen, la cuestión puede resumirse diciendo: "Dejar la cocina como si nunca hubiesemos pasado por allí" Gassho
Publicado por Claudio
martes, 8 de septiembre de 2015
El maestro
El maestro Zen es el amigo espiritual que te ayuda a descubrir lo esencial en ti mismo, que te guía por los vericuetos de tu propia mente y te enseña a plantar en tu conciencia las semillas de una realización espiritual que te permita descubrir por ti mismo tu auténtica naturaleza.
En Japón, en China, Europa o América, aquellos que quieren estudiarse a sí mismos siguiendo la Vía del Zen, siempre han buscado un maestro, un amigo espiritual. Un maestro Zen es como un guía de montaña que se conoce la ruta por que ha subido y bajado muchas veces por ella. te ahorra tiempo, te ayuda en los momentos de desaliento y te alerta sobre los pasajes difíciles.
Estudiar con un maestro Zen no significa renegar de la propia responsabilidad en la práctica de la Vía de Buda. El estudiante debe practicar por él mismo, siguiendo las indicaciones de su maestro.El maestro es el dedo que señala la luna, pero es el alumno quien debe mirar la luna. El estudiante debe experimentar la enseñanza del maestro de lo contrario esta enseñanza se vuelve inútil.
La relación con el maestro la podemos enfocar de dos puntos de vista:
A) Como simple practicante. Es decir, sin crear fuertes vínculos personales con él, oyendo sus enseñanzas y consejos e intentando seguirlo como cuando se oye un profesor de universidad. El estudiante recibe una enseñanza objetiva, la técnica de la meditación zen o zazen, los principios Budistas Zen. Al no haber creado un fuerte lazo personal con el maestro, el estudiante no corrobora su comprensión con la comprensión del maestro quedando sujeto a su sola interpretación. Esto es como cuando entablamos una relación informal con alguien sin compromiso ni reglas.
B) Como practicante discípulo. Existe un acto íntimo en el cual el practicante solicita al maestro ser aceptado como discípulo. A partir de aquí la relación comienza a volverse más profunda. El estudiante no espera ya una enseñanza teórica, sino, una educación plena de sus potencialidades intelectuales, emocionales, existenciales, etc.
La relación Maestro-discípulo se vuelve mucho más íntima, más profunda, más comprometida. El discípulo acepta que el maestro meta los dedos en sus tripas.
Existen reglas de buen hacer, normas de comportamiento en la relación Maestro-discípulo. El maestro deja de ser profesor de Zen, su enseñanza no se limita ya a los momentos de práctica en la sala de meditación, sino, que continúa en todas las circunstancias de la vida cotidiana: en la calle, en el bar, en la mesa, en el trabajo,en el descanso, etc.
Lo importante cuando se quiere practicar con la actitud de discípulo es cultivar la receptividad hacia el maestro y permanecer a su lado el mayor tiempo posible, practicando, trabajando, riendo, llorando con él. de esta manera, el espíritu del discípulo se impregna naturalmente, inconscientemente del espíritu del maestro; ambos se convierten en dos vasos comunicantes: Si entramos en una habitación impregnada de aroma a rosa, nuestra ropa se impregnara también sin saber cómo.
En el Zen un verdadero maestro es aquel que ha recibido la transmisión del Dharma de otro verdadero maestro Zen quién a su vez también lo ha recibido de otro verdadero maestro Zen y así, remontando hasta llegar al propio Buda Sakiamuni. Así pues, no es uno mismo quién se proclama maestro Zen.
Palabras del Maestro de la escuela soto Zen Dokusho Villalba.
Nota: En mi recorrido por la práctica de la meditación zen o, zazen, contar con la presencia de un maestro Ricardo Dokyu y una maestra, no quiero olvidar a Adriana Etusho con quién he transitado la costura del Rakusu para la toma de preceptos en el año 2011, es un privilegio que no se puede mensurar. Solo puedo decirle a ambos: Gassho, de mi corazón al de ellos por lo que me han transmitido siempre.
Publicado por Claudio
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