lunes, 19 de diciembre de 2022

El principio de separación en las relaciones, como posibilidad de reencuentro



¿Quién, al comienzo de una relación o, cuando esta ya lleva un tiempo de cierta estabilidad emocional y de convivencia, pensaría en la posibilidad de separarse? Evidentemente, nadie. Nadie repararía en el hecho de que un día, por razones de desamor o muerte, esa relación podría finalizar, y es que lo que aún prevalece, es ese sentimiento de sentirse unidos al otro, ya sea por empatía, sentimientos inexplicables, apego, necesidad de no sentirse solos, por costumbre, es decir, no por amor sino, por la idea de amor que se cultiva, no conscientemente, basada más, en un instinto de supervivencia que de amor, si entendemos el amor como la libertad de simplemente ser lo que se es sin segundas intenciones, sin requerimientos, deseos, esperanzas o proyecciones dirigidas a un futuro que no existe y que de tanto imaginarlo, para "bien" o para "mal", no se termina de caer enel hecho de que, con lo único que ahora y sólo ahora se cuenta es con el tiempo presente y lo que en él, está vibrando, sucediendo, nos agrade o no.

Lo que ahora hay y sucede, amén de si se logra verlo en su totalidad, plenamente, o no, es la realidad que la mente, turbada por sus adherencias dogmáticas, rara vez contempla pues, como todo dogma, es a partir de esa "visión" compartimentada que ve lo que llama, "realidad".cuando en verdad se trata, nada más que de una interpretación no siempre real.

Por eso traigo al rescate de la relación, de una verdadera relación de amor, el principio de separación que no es otra cosa que, ser la conciencia de una ley universal a la que todo y todos estamos sujetos como es, la impermanencia.



Todo se encuentra en permanente cambio, transformación. Por lo cual, si lo que vivimos en una relación, pretendemos que sea en el seno del amor, del amor como energía y no simplemente como instinto de supervivencia, como señalo más arriba, entonces, es indispensable considerar lo superlativo de la impermanencia pues, al hacerlo, lograremos VER, así, con mayúsculas, lo que ahora hay y es. El instante presente donde yace la eternidad, el espacio del propio cuerpo finito, donde mora lo infinito.

Al lograr considerar lo impermanente, osea, la vida misma, con sus incertidumbres y probabilidades, inhalando y exhalando, podremos comprender que es esa misma impermanencia lo que realza la posibilidad de vivir en el amor y no, para amar o ser amado como algo que debo tener y guardar de manera egoísta y temerosa a los efectos de sentirnos seguros pues, nada resulta en mayor dolor que la falsa idea de seguridad y control, como cuando la vida nos pone de revés y nos muestra la cara que tanto nos esforzamos por ocultar, la de la impermanencia, la de, todo pasa y pasa, porque eso somos, energía y tiempo, pasando y que da nada ni de nadie, nos podemos adueñar.

De lo expuesto surge, el rostro de la verdad cruda y llana, sólo hay este ahora, sólo hay este lugar, por lo tanto, celebremos. Celebremos en cuerpo y alma, totalmente. Celebremos sin que haya necesidad de días y lugares especiales, porque especial, son este dia y lugar, ¿qué otro? Y es que si nada más hay que, este aquí y ahora, ¿qué mejor ocasión para celebrar y dejar que sea la vida la que nos acune en su infinito y eterno instante presente de absoluto amor y gozo?



En resumidas cuentas, que el principio de separación, la conciencia de lo impermanente, lo fugaz de la divina esencia cósmica danzando en nuestros cuerpos, nos convoque a celebrar el reencuentro; La capacidad de redescubrirnos cada uno en el otro, en ese ser que, entre tantos miles de millones,, coincidió en nuestro camino, como nosotros en el suyo. 

Es volver a la inocencia de como cuando niños, los ojos nos saltaban de las órbitas en un intento por querer atrapar el mundo en un puño. Es celebrar que hoy y aquí, renacemos al dejar ir las etiquetas, las ideas  o creencias para, al fin, ver lo que ese otro ser es en verdad  y observar en ese bello espejo, al que somos.

Daniel Shodo