martes, 26 de diciembre de 2017

Espejismo





Inhalo
y un deseo flota en la atmósfera de la mente
tan aparentemente sólido y de cuerpo entero
que hasta no puedo evitar el gesto de rozarlo.

Exhalo
y el aliento que llega desde la intimidad de la montaña
lo sacude
lo descubre espejismo
y cae por la ladera
no sin antes
echar mano de otro deseo que lo ayude
a permanecer y perpetuarse pero, es inútil...
Se desliza y comienza a planear;
le sonrío mientras
sigue su vuelo
a veces manso
a veces turbulento.

Desciende por entre valles y bosques
que comienzan a desperezarse
al amanecer que no espera y reluce
devolviendo a su sitio las siluetas
los contornos, los colores y las formas
luego de la oscuridad maestra
donde toda forma resulta inconcebible.

Insiste el deseo
tentándome las entrañas
y sin embargo
cuanto más sonrío y libero
más inverosímil y deshuesado se torna
hasta desvanecerse
en las profundidades del lago
donde un hombre serenamente pesca
en las redes de la fugacidad eterna.

NOTA. Ningún deseo es bueno o malo en sí mismo, después de todo, quién no desea vivir en paz o gozar de buena salud, por ejemplo. 
El deseo cuando no surge del corazón y el discernimiento y sí de la idea falsa de que no soy si no hago o tengo, llevándonos a una instancia de apego y avidez, convierte la vida en una cárcel creada incoscientemente por la personalidad o ego que nos mantiene en un sueño eterno de insatisfacción o sufrimiento.
El deseo de ayudar a todos los seres sin buscar en ello beneficio personal, es en sí mismo, el despertar.
Es el deseo que se brinda porque abunda.

Claudio Daniel Rios

viernes, 22 de diciembre de 2017

Madre memoria




La memoria va despuntando como el sol en una mañana cualquiera; de esas mañanas que solo nacen a los ojos de quien espera a una novia dulce y bella.
La memoria que vuelve desde el océano o desde antes de todo lo que se pueda narrar.
La memoria que somos y desde la que vuelvo en un oscuro silencio vivo.
Lloro, grito y pataleo hasta rendirme a los brazos de la eternidad.
Arena la piel, simiente los pies, cielo los ojos, sangre mi sangre de todos los que  mueren de amor, bala o hambre.
Cuerpo lacerado, crucificado sobre maderos de ignorancia y renacido de completa felicidad en tu cuerpo, siempre.

Vuelvo a recobrar el aliento de los guerreros que nada buscaban, nada pedían pero, que siempre señalaban no el camino de la valentía como si, el de la compasión.
Retorno al vientre húmedo de la  madre tierra desde las cenizas de los pueblos violentados que como una flor en el desierto más cruel, renace.
Rescato y lavo las historias de la carne abandonada tras largos inviernos al pánico y el acero.
Soy Jesús y soy Buda porque también he sido aquel brutal asesino.
Soy el que ahora torpemente transcribe signos o letras apresuradas por decir lo que no puede explicarse y por raro que parezca, también soy el que nunca ha escrito nada que a la memoria cósmica no permanezca.

La memoria que veo llegar en sandalias y sin prisa es la memoria que no se puede pintar en ninguna tela, la que no se puede escribir en ningún poema, la memoria que no se puede cantar siquiera, y que de nada se oculta ni de la que nadie es ajena.
La memoria de la que hablo, no es el recuerdo inquieto que se pegotea y maquilla para que no duela.
Esta memoria duele, como duele parir, despedirse para nunca regresar por mucho que no se quiera.
Es la memoria que me despierta con un beso en la frente para que comprenda que en realidad no hay a donde ir, no  hay a donde llegar porque siempre, siempre estamos donde no se ha inventado el tiempo ni el espacio que nos pueda acorralar.





Está la memoria madre en una ameba, en el árbol, en las abejas, en los ojos del tigre, en la fina hierba, en las nubes que ciegan la montaña y en la montaña también.
Por eso no se va y sin embargo vuelve, siempre vuelve como vuelven las aguas luego de un milenio a su manantial.
Mientras tanto, mientras parece que no está o no existe siquiera, porque entretenidos en poseer lo inasible no se siente todavía la nada que sofoca, menos aún las mariposas que danzan buscando la purificación sobre el fuego que arde, alumbra y quema; mientras la memoria nos juega a las escondidas, uno queda agarrotado de cemento y desamparo; boyando en el naufragio de una consciencia débil que no entiende cómo es posible esta vida cuyo principio no rememoro y cuyo final por no comprendido aterra
Pese a todo vaticinio funesto y vil calma, que la memoria sigue aquí, en las tinieblas de la ignorancia como en la inevitable incertidumbre de la inocencia.
La memoria que cabalga mutante y eterna, hasta que el pecho se quiebra y caemos desde el alma a los abismos de su bendita omnipresencia.
Luego y, pasado el vendaval, reconocemos que hemos aprendido como sonreirle al amor, como abrazar la pena resucitando del odio y la condena.

La memoria que ya no necesita ser señalada porque no hay hacia donde apuntar el dedo, porque tampoco quedan dedos ni preguntas, es la memoria donde mueren todas las palabras porque ya se volvió toda palabra posible, memoria.

Claudio Daniel Rios

lunes, 18 de diciembre de 2017

Frente al mar - (Cuento breve)





Dos hombres se encontraban a orillas del mar con sus pies hundidos en la arena cuando el agua y la espuma los bañaba de inmensidad.
La brisa los envolvía mientras el sol, que se ocultaba en el horizonte, iba tiñendo el paisaje de rosas, naranjas y azules noche que por momentos resultaba difícil diferenciar el cielo del mar.
La luna asomaba como pidiendo espacio y las luces en el pueblo comenzaban a tintinear levemente.
Un grupo de gaviotas volaba sobre los botes de pesca a la espera de que la buena fortuna cerrara el vuelo con algún manjar, mientras los pescadores recogían las redes presurosos para volver al hogar.

Una tarde más como cualquier otra, dijo uno de ellos. Y agrego: voy partiendo que llego tarde y se marcho con un gesto vulgar.
El otro, se sentó sobre la arena y con una leve sonrisa murmuro: todo se mueve y gira pero a su vez, permanece en calma. Cada quién cumple su parte y así las partes se desvanecen en una espiral de incansable tránsito hacia la oscuridad desde donde algo después la luz, volverá. Unió sus manos en ruego y agradeció lo que veía aunque era ciego de nacimiento.

Comentario: Aunque la realidad esté justo delante de nuestras narices, sólo la vera quien tras larga práctica de zazen, haya aprendido a reconocer sus extremos mentales y sus límites humanos viviendo en ellos, muriendo en ellos, hasta comprender e ir más allá de toda discriminación, crítica o juicio. 
Para ello, no se necesitan de los ojos de ver sino, de la oscuridad donde el alma atiende sus penas y las restablece para su bien y el de los demás.

Gassho

Claudio Daniel Rios

sábado, 2 de diciembre de 2017

Tango Zen

Dice: "Primero hay que saber sufrir
          después amar
          después partir
          y al fin andar sin pensamientos"...






Esta estrofa pertenece a un hermoso tango llamado "Naranjo en Flor" que los hermanos Espósito (Virgilio, a quien tuve ocasión de conocer y conversar sobre poesía, y Homero) compusieron hace algunas décadas y que bastantes años atrás y luego de haberlo escuchado repetidas veces, caí en la cuenta de la profundidad de su contenido poético y espiritual y que hoy retomo al punto de atreverme a relacionar esas cuatro líneas con las cuatro nobles verdades o leyes que el Buda Sakyamuni sabiamente transmitió en su tiempo a saber: "Existe el sufrimiento, sus causas, la cesación de ellas y un camino óctuple capaz de ayudarnos a no volver sobre dicho sufrimiento".

Veamos. "Primero hay que saber sufrir":Bien podría verse como el acto primordial de aceptación a cerca del hecho mismo de estar atravesando un momento así o de lo contrario, qué podríamos atender si no, ¿verdad? Aceptado el hecho de estar sufriendo, ya sea por lo que aún no tenemos o por lo que poseemos y tememos perder, por ejemplo, es entonces cuando podemos afrontar la situación para poder remontarla y continuar evolucionando.
Es importante considerar el acto de sufrir como un proceso de orden mental y psicológico a diferencia del dolor corporal que de acuerdo a sus características, bien puede producir sufrimiento cuando comenzamos a considerar hechos que no suceden más que en el imaginario personal al punto de creerlos mucho más reales que lo que en sí y en tiempo presente este sucediendo. Dicho en un lenguaje más propio del tango, "darnos manija".

"Después amar": Amar es para mi, la entrega, la confianza en cuerpo y alma abocados a la tarea de reconocer las causas del sufrimiento o, ¿lamernos la herida propia? que llegaron allí no porque intencionalmente queramos estar o sentirnos abrumados sino, porque no supimos VER lo que íbamos construyendo de ilusorio al rededor de la realidad misma, y entonces, abrigados de ese amor animarse a soltarlas o erradicarlas precisamente, a manos de un amor genuino que no es el que el común de la gente anida o sea, el del "me, mi, mío conmigo" sino, el de amar sin esperar nada. Siendo ese amor la verdad desde donde comenzamos a encontrarnos con nosotros mismos. Amar sin mirar atrás, sin esperar premios o recompensas, como digo.

"Después partir": Partir aquí lo leo como el acto propio del desapego. Desapego al haber comprendido que ese es precisamente el medio a partir del cual el sufrimiento se debilita pues, comprendimos que todo es naturalmente transitorio, perecedero e interrelacionado o sin sustancia propia, lo que resta en consecuencia es pasar como la vida que somos, por cada situación o experiencia sin dejar huella o llevarnos nada pues, nada es posible de ser llevado a lugar alguno. Solo atreverse a SER con el momento presente pleno y vivo, como ahora soy este que escribe, como minutos antes fui el que se calentó el agua para cebarse unos mates.

Por último: "Y al fin andar sin pensamientos" El óctuple sendero o la cuarta noble verdad, propone entre sus ocho posibilidades de camino, hacer o andar correctamente estos es, que cada acción, palabra, pensamiento, esfuerzo y acto meditativo sean atendidos y realizados de modo que evitemos, hasta donde nos sea posible, dañar nuestra vida como la de los demás en consecuencia, andar sin pensamientos es, justamente, haber aprendido a dejar pasar todos aquellos pensamientos o recuerdos que no suceden o sucedieron y ya son parte del pasado pero, sin el esfuerzo de pensar en no pensar. Tan sólo permitir que los pensamientos sigan su curso natural transitando el sendero de una atención plena para poder vivir en lo que ocurre aunados con la realidad, hasta que el próximo compás tardío y desafinado nos vuelva a invitar ir a su encuentro para continuar andando y andando, aprendiendo, disfrutado y sirviendo sin expectativas de logro o meta alguna; solo seguir andando y silbando bajito el tango de la vida que pasa y somos.

Gracias Maestros Virgilio y Homero por tanto amor y poesía.

Para los que no conocen el Tango y desean disfrutarlo o para quienes sí lo conocen y hasta lo han bailado, vaya una versión de uno de los más extraordinarios cantantes como fue, el polaco Goyeneche.

https://youtu.be/mGLyn75dOkw

Claudio Daniel Rios