sábado, 23 de enero de 2016

Vivimos en el pasado

Dos monjes, uno mayor y el otro novicio, caminaban a orillas de un gran río cuando oyeron que de la margen contraria, una mujer pedía auxilio. El monje de más edad sin dudarlo un instante se arrojo al agua y tomando a la mujer en sus brazos la llevo hasta la otra orilla. 
Una vez en tierra firme, la mujer agradeció el gesto a lo que el maestro respondió con una reverencia y continuó su viaje junto al monje joven. Este, indignado por el accionar del anciano, dedico el resto del camino a increpar a su maestro por considerar indigno el haber tocado a una mujer cuando él bien sabía que ello no le estaba permitido. Tras unos minutos de escuchar las quejas, el maestro detuvo la marcha y mirando a su alumno fijamente a los ojos le dijo: Yo solo hice lo que correspondía hacer, cargue a la mujer y la deje del otro lado del río sin embargo vos, aún la estás cargando.





Así nos sucede a casi todos nosotros, vivimos más en el pasado que en el momento presente.

Todo lo aprendido solo viene del pasado, de lo que adquirimos en la crianza, la educación y la cultura a la que estamos sujetos. Poco a poco y sin siquiera o poder notarlo, vamos creando una estructura psicofísica y emocional a la que llamamos "yo" o ego y que acabará siendo la que lleve las riendas de nuestras vidas la mayoría del tiempo.
Dicha personalidad deriva en un "normal" auto determinismo que se suele verificar en frases como: "por que yo soy así" "así me criaron" o, "es lo que hay". Al mismo tiempo, dicho determinismo niega toda otra probabilidad de ser. De ahí que me pregunto: ¿qué presente decimos ver o vivir si en realidad, todo lo que vemos es a partir del pasado condicionado? Si toda opinión, a favor o en contra, surge de la matriz de eso que ya conocemos y adquirimos o sea, del pasado, ¿realmente vemos al otro como es o,solo nos estamos viendo a nosotros mismos representados en el afuera pero sin advertirlo? Esto no desmerece la existencia de ese otro, por supuesto pero, si la lente que usamos para sopesar lo que llamamos, "realidad presente" esta coloreada por las experiencias del pasado fuertemente arraigadas en el cerebro, ¿de verdad estamos viendo al otro, la realidad y el presente?

Indagemos un poco sobre esto. ¿Con que ojos miramos a nuestros padres, pareja, hijos o amigos? No se apresuren en responder, por favor. Escuchen la respuesta en sus mentes y pregúntense, ¿de dónde vienen esas palabras o pensamientos con los que defino a ese otro que ahora estoy viendo? De un solo lugar. Todo lo que veo al ver al otro, a ese otro conocido (pasado) es de la idea o ideas que ya establecí a lo largo del tiempo y que en ocasiones llamamos, etiquetas. El es de este modo o de este otro, etc.
Por consiguiente, en este preciso momento en el que me detengo a mirar ese rostro familiar, ¿de verdad lo estoy mirando como ahora es?
Mente de principiante. Ver lo viejo conocido como si fuera la primera vez sin nada que lo sujete al pasado aunque sepamos que tanto él como nosotros, somos hoy la consecuencia de todo los ayeres vividos.
¿Se puede lograr ver de ese modo mirar, solo mirar y no decir ni pensar nada aunque por acto reflejo lo hagamos?. Es un ejercicio si queres...jugalo y sorprendete.





En el cuento, ambos personajes  somos nosotros mismos, el monje viejo somos ese que se expresa ocasional y espontaneamente,como cuando reímos a carcajadas luego de escuchar un chiste, cuando tenemos un orgasmo o cuando todo el universo se nos vuelve completa emoción es decir, donde no hay espacio para ningún pensamiento o idea previa, presente puro; y también, somos el novicio sujetos a un pasado que de tanto repetirlo y repetirlo, lo acabamos creyendo real y único sin percibir cómo el presente se nos diluye como agua por las manos..

Al practicar zazen todo éste mecanismo queda al descubierto pues, al adoptar una postura y actitud no habituales, (recordemos que la mayor parte del tiempo nos la pasamos moviéndonos, hablando, pensando y mucho más pendientes del afuera que de nuestra interioridad) se revela lo que es hábito o costumbre.
Una vez dado el primer paso, el de VERNOS y SENTIRNOS, la conciencia se abre, se despeja, se vivifica, se vuelve clara e inocente como cuando algo nos sorprende y por ese instante solo queda el presente como única verdad.

Por último, no se trata de querer ser otro sino, de recuperar la conciencia de quién en verdad ya somos para que al vernos actuar desde el ego, aprendamos a convivir con él, juntos. Él para lo cotidiano, lo práctico y el SER para estar acá, bien despiertos.

Claudio Daniel Rios

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